La NASA y la ESA lideran la Defensa Planetaria, un dominio que la OTAN todavía no contempla

La comunidad científica está inmersa en encontrar soluciones para desviar posibles asteroides en trayectoria de colisión con la Tierra
El impacto de un asteroide contra algún punto de la Tierra es el único desastre natural que es posible evitar con la utilización oportuna de las tecnologías apropiadas actuales, afirman en la ESA - PHOTO/ESA Space Safety
El impacto de un asteroide contra algún punto de la Tierra es el único desastre natural que es posible evitar con la utilización oportuna de las tecnologías apropiadas actuales, afirman en la ESA - PHOTO/ESA Space Safety
  1. Desviar los asteroides sin llegar a romperlos
  2. En último extremo… una carga nuclear 

El impacto contra la Tierra de un asteroide proveniente del más allá representa un riesgo real. De hacerse realidad y en función de su tamaño, los daños que ocasionaría sobre el planeta podrían ser catastróficos y causar extinciones masivas y alterar las condiciones de vida, como ya ha ocurrido en el remoto pasado y constatan las huellas existentes en nuestro Planeta Azul.

Por fortuna, el choque de un cuerpo celeste contra la Tierra es el “único desastre natural que hoy en día podemos evitar”. Es lo que afirma el científico responsable de los principales programas de defensa planetaria de la Agencia Espacial Europea (ESA), el alemán Michael Kueppers, que ejerce su labor en el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) localizado en Villanueva de la Cañada, en las cercanías de Madrid.

La OTAN y muchas Fuerzas Armadas de las naciones aliadas, entre ellas España, han establecido centros de vigilancia del espacio ultraterrestre. Desde el 20 de noviembre de 2019, la Alianza Atlántica considera que el espacio exterior es un dominio operativo, a semejanza de los escenarios terrestre, marítimo, aéreo y ciber. 

Los miembros de la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) y del Grupo Asesor de Planificación de Misiones Espaciales (SMPAG) se reúnen e intercambian información de forma continua - PHOTO/NASA-JHU-APL-Ed Whitman
Los miembros de la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) y del Grupo Asesor de Planificación de Misiones Espaciales (SMPAG) se reúnen e intercambian información de forma continua - PHOTO/NASA-JHU-APL-Ed Whitman

Sin embargo, la seguridad global de nuestro entorno espacial, hoy conocida como defensa planetaria, no está sujeta al control militar, y mucho menos, al amparo del escudo de la OTAN. Queda bajo la esfera de actuación de las agencias espaciales y organizaciones de coordinación creadas “ad hoc”, como la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) y el Grupo Asesor para la Planificación de Misiones Espaciales (SMPAG), ambas en el ámbito de la ONU.

Es así porque las preocupaciones militares están volcadas en detectar y seguir el disparo, vuelo y reentrada de los misiles balísticos intercontinentales e hipersónicos en las diferentes capas de la atmósfera terrestre. También en conocer cuanto ocurre en las órbitas bajas, sobre todo a partir de los 450-500 kilómetros, donde están la mayoría de los satélites espía. Y en las orbitas medias, más arriba de los 5.000 kilómetros, que ocupan los ingenios de navegación. Hasta la órbita geoestacionaria, que alcanza los 36.000 kilómetros, altura en la que se colocan muchos de los satélites de comunicaciones.

La misión DART impactó en septiembre de 2022 contra Dimorphos, de un tamaño mayor que el Coliseo de Roma. La misión europea Hera va a verificar en 2026 los resultados obtenidos sobre el asteroide - PHOTO/ESA Science Office
La misión DART impactó en septiembre de 2022 contra Dimorphos, de un tamaño mayor que el Coliseo de Roma. La misión europea Hera va a verificar en 2026 los resultados obtenidos sobre el asteroide - PHOTO/ESA Science Office

Desviar los asteroides sin llegar a romperlos

Pero más allá de los 36.000 kilómetros, los auténticos protagonistas son las agencias espaciales, en primer lugar las de Estados Unidos (NASA), la intergubernamental europea (ESA), China (China), Japón (JAXA) e incluso la Agencia de la Unión Europea para el Programa Espacial (EUSPA), que también tiene una iniciativa llamada de Consciencia Situacional Espacial (SSA), uno de cuyos componentes es la detección de asteroides y cometas.

La NASA fundó en enero 2016 una Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria para rastrear, encontrar y seguir los asteroides y cuerpos celestes que puedan suponer un peligro para la Tierra. Su sede está en el cuartel general de la Agencia en Washington. La ESA ya había creado antes una organización semejante, en mayo de 2013, y la tiene localizada en su Centro para la Observación de la Tierra (ESRIN) de Frascati, a unos 20 kilómetros al sur de Roma. 

En Frascati trabaja el español Juan Luis Cano, el coordinador de información de la Oficina de Defensa Planetaria de la ESA, que ha tomado parte en un reciente ejercicio de simulación internacional organizada por la SMPAG en el que han participado investigadores y técnicos de una veintena de agencias espaciales. Su colofón ha sido la 9ª conferencia de defensa planetaria organizada por la Academia Internacional de Astronáutica y celebrada del 5 al 9 de mayo en Ciudad del Cabo (Sudáfrica).

La atención de los altos mandos militares está centrada en detectar lanzamientos y vuelos de misiles balísticos e hipersónicos, así como basura espacial, caso del Centro de Operaciones de Vigilancia Espacial (COVE) - PHOTO/MDE-Marco Romero
La atención de los altos mandos militares está centrada en detectar lanzamientos y vuelos de misiles balísticos e hipersónicos, así como basura espacial, caso del Centro de Operaciones de Vigilancia Espacial (COVE) - PHOTO/MDE-Marco Romero

En el desafiante adiestramiento en tiempo real “hemos puesto en práctica y validado protocolos de actuación con el objetivo de elegir las mejores alternativas posibles para desviar un hipotético asteroide en trayectoria de colisión con la Tierra”, resume Cano. Tres han sido las opciones que científicos e ingenieros han acordado para hacer frente a las amenazas de envergadura procedentes del espacio exterior. La primera es hacer chocar lo que en el argot espacial se llama un “impactador cinético”, por ejemplo, una sonda espacial o una astronave asociada a la misma.

Es lo que la NASA llevó a cabo en septiembre de 2022 con la misión DART contra el asteroide Dimorphos, un cuerpo de unos 163 metros de diámetro de un tamaño mayor al del Coliseo de Roma. Para Michael Kueppers, el impacto supone “un antes y un después de la defensa planetaria” ya que ha sido la demostración efectiva de una tecnología que, “por primera vez, ha conseguido cambiar la órbita de un pequeño asteroide alrededor de otro mayor, Didymos, casi cinco veces más grande”.

Ahora, desde principios de octubre pasado, la misión Hera de la ESA, viaja camino de Dimorphos, al que llegará a finales de 2026. Sonda de más de 800 kilos y complemento europeo de la norteamericana DART, uno de los principales objetivos de Hera es cuantificar en que ha variado la masa de Dimorphos tras la explosión. “Sabemos que el impacto fue tan fuerte ‒recalca Juan Luis Cano‒, que sospechamos que estuvo muy cerca del límite de disrupción, es decir, a punto de fragmentarse”. Es un tema “muy importante para nosotros, porque lo que queremos evitar es que el cuerpo se rompa, lo que significaría que, en lugar de tener un problema, tendríamos varios”.

El español Juan Luis Cano, de pie y quinto por la izquierda, es el coordinador de información de la Oficina de Defensa Planetaria de la ESA. Cofundador en 2001 de Deimos Space, es especialista en análisis de misiones espaciales - PHOTO/ESA
El español Juan Luis Cano, de pie y quinto por la izquierda, es el coordinador de información de la Oficina de Defensa Planetaria de la ESA. Cofundador en 2001 de Deimos Space, es especialista en análisis de misiones espaciales - PHOTO/ESA

En último extremo… una carga nuclear 

La segunda modalidad consensuada para desviar un asteroide es someterlo a lo que se ha denominado “pastoreo por haz de iones”. En esencia, consiste en “llegar a las cercanías del objeto al que se quiere cambiar de trayectoria, sincronizarse con su vuelo y proyectar un haz de iones emitido por un motor de propulsión eléctrica. “La energía del haz de iones que incide sobre el asteroide sería la que modificaría su trayectoria”, explica Juan Luis Cano. 

Solución planteada hace varios años por un equipo de la Universidad Politécnica de Madrid, el método ofrece la ventaja de tener un “control exquisito sobre el asteroide”, destaca el coordinador español. La energía del haz que se proyecta es “continuada en el tiempo” pero, con la tecnología actual “resulta muy pequeña”. En nuestras simulaciones hemos comprobado que la solución “es prometedora en los casos en que se disponga de más de 15 años para desplazar al asteroide de su trayectoria original”. Y no siempre se dispone de tanto tiempo, antes al contrario.

El gráfico muestra y compara el tamaño de algunos de los monumentos más significativos del mundo con los asteroides Dimorphos y Didymos, objeticos de las misiones DART de la NASA y Hera de la ESA - PHOTO/NASA-Johns Hopkins-APL
El gráfico muestra y compara el tamaño de algunos de los monumentos más significativos del mundo con los asteroides Dimorphos y Didymos, objeticos de las misiones DART de la NASA y Hera de la ESA - PHOTO/NASA-Johns Hopkins-APL

Pero ¿cuál es la población de objetos cercanos a la Tierra ‒NEO, por su acrónimo en inglés‒, restos rocosos que pululan por el cosmos y que son los desperdicios de la formación de nuestro sistema solar hace unos 4.600 millones de años? Juan Luis Cano confirma que cualquier objeto por debajo de 10 metros, de los que existen en torno a 45 millones que “nos preocupan muy poco, porque se van a destruir casi completamente durante su entrada en la atmósfera”. Pero, de acuerdo con los datos recogidos por la NASA con fecha 30 de junio del año en curso, ya se han descubierto 38.612 NEO’s de mayores dimensiones.

De todos ellos, los más peligrosos por sus efectos destructores son los de un tamaño superior a un kilómetro ‒más de tres veces la altura de la Torre Eiffel‒, de los que ya hay identificados 872 ‒cuatro de ellos de 10 kilómetros‒ y se estima que quedan alrededor de medio centenar por encontrar. De 140 metros, algo mayores que la pirámide egipcia de Keops, se han hallado 11.324, y los investigadores consideran que aún faltan por localizar del orden de los 14.000. De 50 metros se calcula que hay alrededor de 120.000, de los que hay identificados menos del 10 por ciento.

Hera tiene previsto llegar a Dimorphos a finales de 2026 y soltar los CubeSat Juventas y Milani que transporta para estudiar de manera pormenorizada el estado del asteroide cuatro años después del impacto de DART - PHOTO/ESA Science Office
Hera tiene previsto llegar a Dimorphos a finales de 2026 y soltar los CubeSat Juventas y Milani que transporta para estudiar de manera pormenorizada el estado del asteroide cuatro años después del impacto de DART - PHOTO/ESA Science Office

“Sabemos que con cuerpos de un diámetro inferior a los 500 metros es muy probable que un ‘impactador cinético’ sea más que suficiente” para lograr la desviación, subraya Juan Luis Cano. Pero en el rango de objetos de mayor envergadura habría que recurrir a soluciones “un poco más drásticas”. “Probablemente tendríamos que hacer uso de dispositivos mucho más potentes, como cargas nucleares”.

El empleo de la tecnología nuclear genera muchas controversias. El ingeniero español resalta que, a día de hoy, “es una solución que la NASA no descarta y que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas podría aprobar… llegado el caso y si fuera necesario”. No obstante, insiste en que “los NEO del orden del kilómetro, están prácticamente todos localizados y son muchos menos que los de dimensiones más pequeñas”, por lo que desde el cálculo de probabilidades, “la mayor parte de los objetos que, en su caso, nos veamos obligados a desviar, los podremos tratar con un ‘impactador cinético’ y no necesitemos hacer uso de tecnologías más radicales”.