El submarino español S-81 y el cohete europeo Ariane 6, dos proyectos con retrasos, sobrecostes… y perseverancia
Dos proyectos estratégicos multimillonarios y de gran complejidad tecnológica acaparan la atención del ecosistema espacial y de defensa. Uno y otro han saltado a la luz en el mismo día, pero en contextos geográficos y dominios operacionales muy diferentes.
Ambos acontecimientos han ocurrido el jueves, 30 de noviembre, pero uno en España y el otro en Francia, con derivaciones al otro lado del Atlántico. Son una pareja de iniciativas de gran envergadura por la extrema sofisticación y pluralidad de los sistemas que embarcan, así como por sus elevadas dimensiones económicas, industriales, laborales y de proyección global.
En uno, el contratista principal y la autoridad de diseño es el astillero estatal español Navantia. En el otro, el consorcio industrial francés ArianeGroup. En ambos casos, han hecho realidad dos poderosas plataformas repletas de novedosos equipamientos, pero que nacen al final de un ciclo tecnológico que parece estar ya agotado. Así que, en los próximos meses y años, una y otra máquina van a tener que demostrar que son fiables y seguras en escenarios muy diferentes: el espacial y el naval.
El que lidera Navantia nace con la finalidad de convertirse en instrumento clave de la disuasión nacional. Son los submarinos de la clase S-80, cuyo primer ejemplar, el S-81 “Isaac Peral”, acaba de ser recibido por la Armada en el arsenal de Cartagena (Murcia). Bajo el mando del capitán de corbeta Manuel Corral, capitanea una reducida dotación de 32 marinos, seleccionados y formados para operar el sumergible convencional diésel-eléctrico más avanzado, automatizado y poderoso de la Fuerza Naval española.
El otro mastodonte tecnológico es muy distinto, pero también tiene una trascendencia estratégica indudable. Es el Ariane 6, un cohete desechable financiado por la Agencia Espacial Europea (ESA). La ventana de lanzamiento de su vuelo inaugural “abarca del 15 de junio y el 31 de julio de 2024 y la fecha definitiva se anunciará en marzo o abril”, ha confirmado el director general de la agencia, Josef Aschbacher, en una sesión informativa celebrada en París, a 1.500 kilómetros de distancia de Cartagena, en la misma mañana de la entrega del S-81.
El Ariane 6 tiene ante sí un doble reto: acreditar que es capaz de competir en precio y fiabilidad con el lanzador recuperable y reutilizable norteamericano Falcón 9 de SpaceX, sociedad creada por el emprendedor Elon Musk y que acapara el mercado de los servicios de lanzamiento a escala mundial.
Planes fallidos y costes disparados
Además de la coincidencia de fechas entre la ceremonia del S-81 y el anuncio de la ventana de despegue del Ariane 6 ¿hay alguna otra semejanza entre el programa español de submarinos y el europeo de lanzadores? Pues sí. En Cartagena se congregaron el último día de noviembre los altos cargos del Ministerio de Margarita Robles y de la Armada, de la industria naval y de defensa española y los lideres políticos y empresariales de la región de Murcia.
Y el mismo día, casi a la misma hora, en el cuartel general de la ESA en la calle Mario Nikis, cerca de la torre Eiffel, daba comienzo una video conferencia presidida por Josef Aschbacher, acompañado por los máximos directivos de las instituciones europeas responsables del desarrollo y explotación del Ariane 6: el presidente de la Agencia Espacial francesa, Philip Baptiste; el presidente ejecutivo de Arianespace, Stéphane Israel; y el consejero delegado de ArianeGroup, Martin Sión. Uno tras otro expresó los pasos que iba a seguir el nuevo cohete europeo hasta comenzar la campaña de lanzamiento previa al anunciado despegue.
La puesta en escena tenía su razón de ser: intentar mostrar el final del largo túnel que han supuesto los cuatro años de retrasos y sobrecostes que ha sufrido el Ariane 6. Con el aval del entonces presidente francés François Hollande y del director ejecutivo de Airbus en aquel momento, el alemán Tom Enders, la ESA estimó en septiembre de 2014 que el vuelo inaugural del Ariane 6 tendría lugar en la segunda mitad de 2020, lo que no ha sucedido.
La ESA también calculó en 2014 que para sacar adelante el cohete se requería una inversión de 3.915 millones de euros. Tal desembolso incluía la construcción de la plataforma de despegue en la Guayana francesa, el desarrollo del motor criogénico principal Vulcain 2 mejorado y del reencendible motor Vinci. Casi 10 años después los costes de desarrollo del Ariane 6 se han disparado hasta los 7.000 millones de euros… o más. Y “quedan dos ensayos críticos en diciembre antes de obtener la luz verde”, aclara el jefe de ArianeGroup.
Lo que sí han logrado validar las simulaciones por ordenador es que el Ariane 6, con dos etapas de propulsión, 63 metros de altura y capaz de generar hasta 15.000 kilo Newton (kN) para levantar sus cerca de 1.000 toneladas de peso, son suficientes para colocar algo más de 5 toneladas en órbita de transferencia geoestacionaria y 10,3 toneladas en la órbita terrestre baja.
¿Y qué tiene que ver el Ariane 6 con el submarino español? Pues que le ha ocurrido algo parecido, o quizás peor. Los S-80 fueron concebidos por Navantia hace más de 20 años con la tecnología de vanguardia del momento: el sistema de Propulsión Independiente del Aire o AIP, por su acrónimo en inglés.
La tendencia a vender la piel del oso antes de cazarlo
Sin embargo, el AIP en el que trabajaba una filial de la compañía española Abengoa no ha estado a punto en tiempo ni en forma. La consecuencia es que el S-81 no incorpora el sistema AIP, se le instalará más adelante. El primero que lo llevará de serie será el S-83 “Cosme García”, hacia 2025.
A la carencia de AIP se añadió un problema de exceso de peso de la estructura, que obligó a la Armada y a Navantia a solicitar la colaboración del principal fabricante norteamericano de submarinos, General Dynamics Electric Boat, que trazó las líneas maestras del proyecto en su concepción alargada definitiva, que es el que se ha hecho realidad. El resultado es un submarino monocasco, de 80,8 metros de eslora y un desplazamiento en inmersión de casi 3.000 toneladas.
El programa S-80 se remonta a la primavera de 2003, cuando en tiempos de Federico Trillo como ministro de Defensa y José María Aznar como presidente del Gobierno se firma la orden de ejecución para la construcción de cuatro nuevos submarinos. El resultado debía ser una evolución conceptual de los submarinos Scorpene del astillero estatal francés DCNS, hoy NavalGroup, empresa con la que Navantia había roto de manera unilateral su acuerdo cooperación. El calendario inicial era proceder a la puesta a flote del S-81 en 2013...
En cuanto a inversión. El presupuesto de compra de los cuatro submarinos en 2003 ascendía a 2.135 millones de euros, lo que supone un coste unitario de 533,8 millones. Los retrasos e incidencias han elevado el techo de gasto hasta los 3.906,7 millones, es decir, 976,5 millones por submarino, un 83% más caro.
Pero hay más similitudes entre el programa S-80, su primer neonato ‒el S-81‒, y el Ariane 6: son objeto de una adulación desmedida y reciben alabanzas que siguen el patrón de “vender la piel del oso antes de cazarlo”. Todavía no han demostrado las capacidades para las que han sido concebidos y sobre ellos se vierten afirmaciones fuera de lugar.
El comisario europeo de Mercado Interior, Thierry Breton, y el jefe de la ESA, Josef Aschbacher, han dicho en fechas recientes en Sevilla que el Ariane 6 que está llamado a ser “el líder mundial del mercado comercial de lanzamientos espaciales”. Y el día 30 de noviembre en Cartagena, durante la ceremonia de entrega del S-81, la secretaria de Estado de Defensa, Amparo Valcarce, dijo que el S-80 es “uno de los proyectos tecnológicos más complejos acometidos en nuestro país”. Muy cierto, pero de ahí a proclamar también que “sitúa a la industria naval española como líder del mundo”, va un abismo.
También se ha dicho que terceros países “se lo rifan”. Eso se comprobará cuando se confirmen contratos de exportación. Y exagera el Ministerio de Defensa cuando en un comunicado oficial fechado el mismo 30 de noviembre asegura que, con el S-81, “España entra en el club de la decena de países con capacidad para diseñar y construir submarinos”. Parece ser que alguien ha hecho mal las cuentas.
Concebir y construir submarinos lo hacen astilleros de Alemania, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Japón, Reino Unido, Rusia y Suecia, que ya suman diez. “Pero en el ranking también están Taiwán, Italia y no hay que olvidar a Brasil”, puntualiza un marino de gran prestigio en el Arma Submarina. En definitiva, España y Navantia no forman parte del Top 10 de constructores de submarinos, pero están. Y Europa todavía no disfruta de lanzador en servicio, pero lo tendrá en breve. De la obstinación… ¡y el dinero! para sacar los dos proyectos adelante no cabe dudar.