Biden crea una triple alianza con Japón y Corea del Sur para contrapesar las bravatas belicistas de Kim Jong-un
Estados Unidos ha logrado arrancar un importante conjunto de compromisos estratégicos a Japón y Corea, sus dos más fieles y poderosos aliados económicos, tecnológicos y militares de Asía Oriental.
El presidente Joe Biden ha mantenido una muy importante cumbre con el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, y el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, que sienta las bases de una triple alianza entre Washington, Tokio y Seúl.
Rubricada el 18 de agosto en Camp David, la principal residencia presidencial de descanso de los inquilinos de la Casa Blanca, la iniciativa bautizada como “el espíritu de Camp David” está capitaneada por el departamento de Estado norteamericano que dirige Antony Blinken, de 61 años, un veterano profesional de las relaciones internacionales y los asuntos de seguridad nacional.
La declaración conjunta de la cumbre define el acuerdo trilateral como la inauguración de una “nueva era” cuya finalidad es “promover la seguridad y la prosperidad en la región del Indo-Pacífico”. El pacto se ha fraguado tras numerosas reuniones entre altos funcionarios de Exteriores, Defensa y Seguridad Nacional de los gobiernos de Washington, Tokio y Seúl, una vez deshechas muchas reticencias entre surcoreanos y japoneses.
Estados Unidos ha logrado convencer a sus principales socios estratégicos asiáticos de la urgente necesidad de “un nuevo capítulo” en su cooperación en materia de defensa, relaciones exteriores y económico-financieras y dar un salto cualitativo a una colaboración reforzada a tres bandas. La Casa Blanca ha tomado la batuta y en la rueda de prensa posterior a la reunión, el propio Biden lo ha dejado claro: “el compromiso de Estados Unidos con Japón y Corea es férreo”.
Coordinar respuestas para responder a desafíos y amenazas
La declaración conjunta de Washington, Tokio y Seúl explica que los tres gobiernos quieren llevar su cooperación “a nuevas alturas” y que el camino elegido es “compartir información y alinear nuestros mensajes”. Proclaman su deseo de llevar a cabo consultas y reuniones entre sus tres líderes, ministros de Exteriores, Defensa y asesores de seguridad nacional “al menos una vez al año”, para “coordinar respuestas a los desafíos, provocaciones y amenazas regionales que afectan nuestros intereses colectivos y de seguridad”, en clara alusión a China y Corea del Norte.
Aseguran estar comprometidos en “reforzar” su grado de cooperación en seguridad y defensa, pero ya en el plano trilateral. Han acordado celebrar “ejercicios militares conjunto-combinados con carácter anual, aumentar su cooperación en inteligencia militar” y establecer “para finales del año en curso” un procedimiento de “alerta en tiempo real frente a misiles balísticos”. Su objeto es mejorar la detección y evaluación de disparos desde Corea del Norte, que alarman y rompen la vida cotidiana en pueblos y ciudades de Japón y Corea del Sur.
En el plano de la cooperación económica, financiera y tecnológica han pactado crear mecanismos de advertencia para la “resiliencia de sus respectivas cadenas de suministro, coordinar sus controles de exportación de tecnologías avanzadas y disruptivas y garantizar la seguridad de sus aplicaciones de inteligencia artificial”. Buscan “evitar que las tecnologías de vanguardia que desarrollamos sean robadas o exportadas de manera ilegal”. También han estipulado “contrarrestar la generación de ingresos ilícitos, las actividades ciber maliciosas y la manipulación de información”.
Los tres mandatarios del nuevo eje Washington-Seúl-Tokio expresan que “estamos unidos en nuestro apoyo a Ucrania” y se comprometen a continuar brindándole asistencia, “imponiendo sanciones sólidas y coordinadas a Rusia y acelerando la reducción de la dependencia de la energía rusa”. A su vez, declaran estar “serenos para enfrentarse a los desafíos de ahora y del futuro”.
La fecha del 18 de agosto elegida para la cumbre entre Joe Biden, Fumio Kishida y Yoon Suk-yeol y anunciar su gran paso adelante no es casual. Forma parte de la respuesta inmediata, practica y conjunta a las recientes bravatas amenazadoras y propagandísticas del amado líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, que en las últimas semanas ha vuelto a dar rienda suelta a su megalomanía belicista con la pasividad de Pekín y Moscú.
Misiles balísticos y drones en una fastuosa parada militar
El heredero de la dinastía comunista coreana, Kim Jong-un, laureado desde hace 12 años con el rimbombante cargo oficial de Líder Supremo de la Republica Popular Democrática de Corea, organizó en la noche del 27 de julio un grandioso desfile militar. Quería presumir de sus últimos desarrollos de misiles y drones de largo radio de acción ante sus dos benefactores, Vladimir Putin y Xi Jinping.
La fastuosa parada militar con miles de soldados e importantes cantidades de carros de combate, vehículos acorazados y sistemas de misiles de todo tipo conmemoraba el 75 aniversario del Día de la Victoria, la supuesta derrota de las fuerzas militares de Estados Unidos y de Corea del Sur en la conocida como guerra de Corea (1950-1953). Fue el primer gran conflicto bélico de la Guerra Fría, que tuvo lugar entre Corea del Norte, con el apoyar de China y la Unión Soviética, y la invadida Corea del Sur, auxiliada por Estados Unidos.
Para demostrar su poderío militar, Kim Jong-un quiso llegar al grandioso desfile nocturno con recientes éxitos bajo el brazo, para alardear en la tribuna presidencial ante el ministro de Defensa de Rusia, general Sergei Shoigu, y el vicepresidente de la Asamblea Popular de China, Li Hongzhong, que colocó a su lado.
Pocos días antes, Pionyang había disparado con éxito misiles de largo alcance y también intentó, pero no consiguió, posicionar en órbita un satélite espía de fabricación domestica (Malligyong-1) con el lanzador de fabricación nacional, Chollima-1. Los restos de uno y otro están en el fondo del mar Amarillo o en poder de los militares de Seúl.
En la parada militar del 27 de julio también desfilaron los nuevos misiles balísticos intercontinentales Hwasong-18, presentados en sociedad el 8 de febrero pasado, y los Hwasong-17, mostrados en octubre de 2020. Los servicios de inteligencia de Seúl y Tokio consideran que el último citado ya está en servicio y que el Hwasong-18 y los drones Saetbyol-4 y 9 son otra emergente amenaza para su seguridad.