Fracaso diplomático de Argelia: ni libera a los presos en Siria ni obtiene un asiento en la Unión Africana
- Siria rechaza las peticiones de Argelia
- Veto en el Consejo Africano de Paz y Seguridad
- Descontento de la opinión pública
La crisis diplomática en Argelia empeora por momentos. La imagen del país pasa por una de sus peores etapas, después de que hayan sido incapaces de negociar con el presidente sirio, Ahmed Al-Sharaa, la liberación de los argelinos retenidos por las “Fuerzas Nuevas Sirias”; y de que la Unión Africana haya vetado la candidatura de Argelia al Consejo Africano de Paz y Seguridad de la región MENA (Oriente Medio y Norte de África).
Siria rechaza las peticiones de Argelia
Durante su viaje a Siria, el ministro argelino de Asuntos Exteriores, Ahmed Attaf, solicitó al Gobierno sirio la liberación de los miembros argelinos del Frente Polisario que están retenidos en Siria por parte del grupo llamado “Fuerzas Nuevas Sirias”.
Sin embargo, el Gobierno argelino fue incapaz de negociar su liberación con el presidente sirio, Ahmed Al-Sharaa, quien rechazó, según informaron varios funcionarios, categóricamente las peticiones de Attaf.
Según el presidente sirio, estos presos, cuyo número se estima en más de 500, serán juzgados en Siria por los delitos cometidos como parte de las fuerzas de Bashar A-Assad, al igual que el resto de los milicianos que pertenecían al Ejército durante el anterior régimen sirio.
A esta negativa le ha seguido el silencio por parte del Ministerio de Asuntos Exteriores argelino, que ha delegado la respuesta en la agencia de noticias estatal, desde donde se ha intentado minimizar la relevancia del asunto.
Sin embargo, la agencia indicó que una de las razones por las que Siria no está dispuesta a negociar fue la información emitida desde Radio Monte Carlo en la que se acusa a Marruecos de ser el responsable de que las fuerzas sirias conozcan la presencia de militares argelinos combatiendo junto al régimen de Bashar Al-Assad.
Veto en el Consejo Africano de Paz y Seguridad
La 38ª cumbre del Consejo Africano de Paz y Seguridad de la región MENA ha supuesto un nuevo revés para Argelia. Tanto los ministros de Comunicación, Mohamed Meziane, y Asuntos Exteriores, Ahmed Fattah, como el propio presidente del país, Abdelmadjid Tebboune, habían dedicado todos sus esfuerzos a generar el relato de la existencia de una campaña hostil contra su país, en lugar de responder con claridad a los fracasos institucionales.
Antes de la cumbre, la agencia estatal de noticias de Argelia había informado de que “el país tiene grandes posibilidades de obtener la membresía en el Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana para la región del Norte de África, en las elecciones aplazadas al próximo mes, tras obtener 30 votos de los 33 necesarios”.
Tras el fracaso en la candidatura argelina a ocupar un puesto en este organismo de la Unión Africana, el Gobierno no ha asumido su responsabilidad ni ha explicado el motivo de este fracaso, sino que ha culpado del mismo a las “fuerzas hostiles” y a la intervención de Marruecos, sin aportar pruebas fehacientes.
Descontento de la opinión pública
La crisis comunicacional del Ejecutivo argelino es un fiel reflejo del sentir de la ciudadanía. La necesidad del Gobierno argelino de mostrarse firme ante sus ciudadanos y la opinión internacional ha derivado de sugerir la posible existencia de lobbies externos a cobrar tintes casi propagandísticos.
Un hecho que comenzó con la afirmación del ministro de Comunicación argelino, Mohamed Meziane, de la existencia de un “Ejército de 9.000 periodistas que dedican sus esfuerzos a ensuciar la imagen del país” y que se ha visto culminado con la ausencia en el Consejo Africano de Paz y Seguridad de la región MENA, que actualmente preside Egipto y en el cual Argelia había tenido presencia ininterrumpida desde 2008.
Las declaraciones del Meziane dejan entrever que la inversión anual de más de 200 millones de dólares que realiza el Gobierno en los medios gubernamentales y privados no supone ningún beneficio a los ciudadanos. Unos ciudadanos que, en su mayoría, desconfían de la versión oficial y exigen una mayor transparencia.