Argelia acusa a Marruecos de haber organizado los disturbios tribales en Ghardaïa

Por Ahmed Brahim y Rachid Elalamy
Foto: Policías argelinos durante los disturbios entre árabes y bereberes en la provincia de Ghardaïa.
La provincia argelina de Ghardaïa, situada en el centro de Argelia y a 600 kilómetros al sur de Argel, ha vivido en los últimos meses violentos enfrentamientos tribales entre árabes y bereberes. Los enfrentamientos, que provocaron al menos un muerto y numerosos heridos, obligaron al Gobierno argelino a poner en marcha un dispositivo de seguridad en la propia ciudad de Ghardaïa y en otras poblaciones de la provincia. En los últimos años, diversas localidades de la provincia Ghardaïa han sido sacudidas por violentas peleas entre las tribus mozabitas de extracción bereber y los chaâmbas de origen árabe. Los mozabitas son un grupo amazigh que habita en la región del M’zab, en el norte del Sáhara. Tienen una lengua propia, el mozabita (Tumzabt), una rama del grupo Zernati de las lenguas de los bereberes. Practican una rama del islam, ibadíes musulmanes, diferente a los suníes. La capital del M’zab es Ghardaïa, con cerca de 100.000 habitantes. Hace unos meses, las hostilidades entre las dos comunidades se dispararon por una disputa sobre la propiedad de un cementerio, según informó el representante local de la Liga Argelina para la Defensa de los Derechos Humanos (LADDH), Kameleddine Fekhar. A finales de noviembre de 2013, durante varios días las manifestaciones sacudieron la localidad de Guerrara, ubicada a pocos kilómetros de Ghardaïa. Según denunciaron los colectivos berberistas, “en esta región de Argelia, donde los problemas de desempleo, privaciones y pobreza afectan a los jóvenes, hay una minoría étnica y religiosa, los mozabitas, también llamados ibadíes, cuyas creencias religiosas difieren del rito suní comúnmente seguido en Argelia, y que se consideran víctimas de la discriminación y la injusticia de las autoridades políticas argelinas”. Según la agencia argelina APS, los enfrentamientos estallaron cuando grupos de jóvenes de las dos comunidades comenzaron a lanzar cócteles molotov, y la Policía tuvo que intervenir con cañones de agua y disparando gases lacrimógenos. El wali (gobernador) de Ghardaïa, Ahmed Adli, ordenó la apertura de una investigación sobre estos hechos violentos. En 2008, unos violentos enfrentamientos entre las dos comunidades causaron varias muertes. Los movimientos berberistas acusan al Gobierno argelino y a la Policía de “racismo” contra los mozabitas y de provocar enfrentamientos entre árabes y amazigh.
Festival amazigh
Las autoridades argelinas y los sectores políticos y sociales que les dan apoyo no comparten las denuncias del movimiento amazigh y acusan directamente a Marruecos de haber organizado los disturbios de Ghardaïa. Es lo que afirma una asociación religiosa argelina afín al poder en un informe que entregó al primer ministro de su país, Abdelmalek Sellal. Según la Asociación de Ulemas Musulmanes, la “responsabilidad” de los violentos enfrentamientos entre mozabitas y árabes es de Rabat. Esta asociación acusa sin pruebas a las autoridades marroquíes de haber planificado los disturbios durante “un festival amazigh” en Marruecos, y asegura que “algunos argelinos” hacen parte de este supuesto complot. “Rabat no ahorra esfuerzos por hacer creer que existe una minoría oprimida en el valle del M´zab”, sostiene la citada asociación religiosa. La Asociación de Ulemas Musulmanes cambió recientemente de posición, porque el pasado mes de enero una delegación de este colectivo visitó la provincia en conflicto y atribuyó los orígenes de la violencia entre árabes y bereberes a problemas económicos y sociales. La asociación deploró también la falta de cohesión social y de futuro para los jóvenes de la provincia de Ghardaïa. Pocos días después, el propio ministro argelino del Interior, Tayeb Belaiz, aseguró en el Parlamento que “no tenemos pruebas que confirmen la implicación de una mano extranjera en el conflicto de Ghardaïa. Al revés, todo nos hace pensar que esta crisis es obra de fuerzas internas”. Ocho meses después, las declaraciones del titular de Interior han sido olvidadas y Marruecos se ha convertido en el chivo expiatorio para los dirigentes argelinos.