“España, Francia e Italia deberían privilegiar sus relaciones con el Magreb”

Por Paco Soto
Foto: Guillermo Gayà, periodista y experto en el Magreb, el mundo árabe y África.
 
Guillermo Gayà es un periodista como la copa de un pino. Lleva 20 años en este oficio. Barcelonés de nacimiento, trabaja actualmente en la televisión autonómica de las Islas Baleares. Ha vivido y trabajado en varias países: España, Irlanda, Francia, Afganistán… Vinculado a Marruecos por una cuestión familiar y al Magreb y África por interés, Gayà analiza en esta entrevista para Atalayar la situación en el mundo árabe y el papel de Europa en esa región. El periodista catalán considera que “Madrid, París y Roma deberían unir todavía más sus fuerzas en proyectos comunes de intercambio económico y cultural, inmigración, seguridad y medio ambiente con Marruecos, Argelia y Túnez”.
 
Pregunta: Es usted un hombre joven pero su trayectoria profesional como periodista es  larga y densa. Háblenos de esta trayectoria.
Respuesta: “Empecé a trabajar a principios de los noventa en prensa escrita de Cataluña. Primero en un diario provincial, Diari de Tarragona, del que fui corresponsal en Barcelona. En 1992-93 cursé estudios de Comunicación en Irlanda del Norte, donde escribí reportajes sobre el conflicto político entre protestantes y católicos en un periodo de fuerte actividad del IRA. Al volver a España, empecé a trabajar en la radio (Radio Andorra, Onda Rambla) y a colaborar habitualmente con La Vanguardia y ocasionalmente con Avui, El Periódico de Catalunya y Deia, entre otros. Al mismo tiempo viajé a Cuba, en 1994,  y a Bosnia, en 1996. También realicé reportajes culturales para la televisión pública barcelonesa BTV. En 2000 me instalé en París, donde trabajé en el servicio español de la agencia France Presse. Recibí una beca de la Unión Europea para cursar en París un programa especializado en Periodismo Europeo (2000-01) que me dio la oportunidad de viajar al Kosovo de posguerra. En esta época empiezo a interesarme por la inmigración clandestina en distintos puntos del continente como el sur de Italia y el canal de La Mancha. En París me integro en la redacción de Radio France Internationale durante dos años. Ejercí diversas corresponsalías (Com Ràdio, Telecinco). También empiezo a colaborar con la televisión Euronews, en Lyon”.
 
P: Y regresó a España en 2003… 
R: “Sí, a finales de 2003 vuelvo a España pero poco después me embarco en la aventura de crear la primera radio universitaria de Afganistán con la ONG Sayara. Con base en Herat, constato las dificultades de la reconstrucción de un país devastado por la guerra pero, todavía en esa época, esperanzado. Durante tres meses imparto periodismo radiofónico a una treintena de estudiantes afganos, hombres y mujeres. El mero hecho de no separar a las chicas provocó problemas con líderes religiosos locales y alguna crisis que hubo que resolver sobre la marcha. La radio universitaria fue una realidad en mayo de 2004. Una experiencia de cooperación muy enriquecedora que compaginé con algunas colaboraciones en prensa. Entre 2004 y 2006 trabajé como redactor de informativos de la cadena Telecinco en Barcelona. Para dicha cadena fui enviado especial a la cumbre del G8 en Evian (Francia) y cubrí los disturbios de las periferias de ciudades francesas en el el otoño de 2005, concretamente en Toulouse. Desde 2008 vivo en Palma de Mallorca, donde trabajo para la televisión autonómica IB3. Como redactor y más tarde jefe de sección de Economía, he tomado el pulso a la crisis en una comunidad eminentemente turística y muy abierta al mundo como Baleares”.
 
P: Explíquenos sus vinculaciones con Marruecos y su trabajo periodístico en Senegal.
R: “Mi vinculación con Marruecos viene de lejos. Mi abuela, Isabel Vallés, vivió la mitad de su vida en Tánger, donde ejerció como comadrona en el hospital de la Cruz Roja. Por ese motivo, siendo un niño, fui a esa ciudad con frecuencia. Marruecos siempre ha estado muy presente en mi familia. Tánger sigue ejerciendo en mí ese influjo especial, cargado de simbolismo y de vivencias infantiles. Ya adulto, he vuelto siempre que he podido a Marruecos como periodista o simple viajero. Para mí, Marruecos ha sido la puerta de África y la llave de la cultura árabo-musulmana. Conocer muy joven este mundo me llevó a viajar a Argelia y a iniciarme en la lengua árabe. También he conocido sobre el terreno la situación de los musulmanes de Bosnia y Kosovo, y he seguido con particular interés la cuestión de la inmigración magrebí y el Islam en Francia.  Mi interés por África se amplía hacia el área subsahariana a raíz de un viaje a Senegal y Gambia, en 1999. Vuelvo a Senegal en 2006 para realizar un reportaje de televisión sobre la ola de emigración clandestina en cayucos hacia las Canarias. Allí aprendí dos cosas que me parecen fundamentales sobre este fenómeno: una, que ninguna barrera es lo suficientemente alta como para frenar a unos emigrantes dispuestos a morir antes que continuar viviendo en la miseria. La segunda, que la mejor inversión que se puede hacer en África es en educación. También he conocido de cerca los problemas de la desnutrición y la pandemia del sida en países subsaharianos como Zimbabue, adonde me desplacé en 2003”.
 
P: ¿Cómo ve lo que está pasando en el mundo árabe en estos momentos, casi cuatro años después de la famosa ‘Primavera Árabe’?
R: “Son momentos muy difíciles. Las grandes expectativas y esperanzas que generó la ‘Primavera Árabe’ en 2011 no se han cumplido en la mayoría de los países. Vemos lo que ha pasado en Siria, donde la revuelta contra Al-Asad ha degenerado en una guerra que está desestabilizando todo Oriente Próximo y que además es la peor catástrofe humanitaria en mucho tiempo. O en Libia, donde la población se libró de Gadafi para caer en una situación de caos y guerra civil. En Egipto, el mundo ha observado como el ejército ha dado un golpe de Estado que la comunidad internacional ha sancionado discretamente. En Arabia Saudita y los emiratos del Golfo nada parece haber cambiado tras la represión de las protestas: siguen al mando las mismas monarquías autoritarias, con concesiones mínimas a los opositores. El apoyo inicial de europeos y norteamericanos a las revoluciones democráticas se enfrió cuando se constató que en algunos países estos procesos llevaban a los islamistas radicales al poder. De hecho hemos visto como Occidente ha pasado de estar a punto de intervenir militarmente contra Bashar al-Asad para, en poco más de un año, lanzar bombardeos contra el Estado Islámico, ahora convertido en el enemigo común de Occidente y del régimen sirio. Mientras, Rusia y China no han dudado en apoyar a los dictadores si estos beneficiaban sus intereses estratégicos en la zona. Por lo tanto, tres años después, la sensación general es que la ‘Primavera Árabe’ no ha fructificado. Veo tres grandes fuerzas en lucha: los demócratas, los islamistas antidemocráticos y los reaccionarios que quieren volver al autoritarismo. Pero el tablero de juego es muy complejo y la partida iniciada en 2011 todavía no ha acabado”.
 
P: ¿Cuál es su opinión sobre el Magreb, donde Túnez vive en plena transición democrática, Marruecos experimenta una evolución política y social y un crecimiento económico, Argelia también está a las puertas de un cambio, pero Libia se hunde en el caos y la violencia?
R: “Son situaciones bien diferentes. Túnez, que fue la cuna de la ‘Primavera Árabe’, continúa avanzando hacia una democracia plena, aunque no sin sobresaltos. Los islamistas moderados de Ennahda han comprendido que, pese a ser una fuerza capaz de gobernar, tienen que hacer concesiones. Se han llegado a acuerdos para evitar la fractura en un país donde la laicidad y la igualdad hombre-mujer son valores importantes para un sector amplio de la sociedad. Eso se ha consagrado en la nueva Constitución, que me parece la más avanzada del mundo árabe.  Libia, en cambio, es el país magrebí que ha salido peor parado de los procesos revolucionarios. Como bien dice, el país se hunde en el caos y en la violencia entre las distintas facciones que lucharon contra Gadafi. Además, Libia está padeciendo la injerencia de otros países árabes como Emiratos Árabes Unidos y Catar. La fuerte presencia de grupos armados islamistas, con conexiones con el Estado Islámico, junto con el apetito que despierta la gran riqueza petrolífera del país, hacen que el escenario sea altamente volátil. En medio de la anarquía, Libia es hoy un campo abonado para grupos terroristas y traficantes de todo tipo. Incluidos los de personas, ya que la ruta libia es hoy la principal vía de entrada de inmigración clandestina hacia Europa. El Gobierno y la monarquía de Marruecos han sabido adaptarse a los aires de cambio que soplan en la región, probablemente porque el régimen ya estaba en una dinámica aperturista y democratizadora que el Movimiento del 20 de Febrero puso a prueba, con éxito. He seguido con mucha atención todo el proceso de modernización política, social y económica de nuestro vecino del sur desde la entronización de Mohamed VI. Un proceso histórico que me parece muy positivo y que no siempre es comprendido en Europa, probablemente por falta de perspectiva. Argelia vive momentos de expansión económica, con un crecimiento previsto del PIB del 4% este año, una cifra que quintuplica el crecimiento de España y es diez veces superior al de Francia. El Gobierno argelino parece apostar por el desarrollo económico para contrarrestar el descontento de amplias capas de la población que se manifestó en la calle a principios de 2011. Pero las reformas políticas y económicas son cada vez más urgentes si el país quiere evitar un nuevo conflicto”.
 
P: ¿Qué papel tiene que desempeñar Europa en la zona del Magreb,  sobre todo los países clave como España y Francia?
R: “España, Francia y también Italia son grandes países europeos que deberían privilegiar sus relaciones con el Magreb, puesto que es una región donde se juegan su futuro. Francia tiene una presencia diplomática muy importante y un gran conocimiento de la zona, por motivos históricos, pero tanto España como Italia han carecido hasta ahora de una visión global del Magreb. Por otro lado, creo que el altísimo nivel de intercambios de todo tipo con nuestros vecinos del sur no se refleja suficientemente en la política exterior de la Unión Europea. En los últimos 20 años, Bruselas ha concedido mayor importancia a las relaciones con el Este del continente y especialmente con Rusia. Ahora Europa ha entrado en conflicto con Rusia y se ve obligada a mirar de nuevo hacia la orilla sur del Mediterráneo. Sin embargo, los medios de comunicación españoles están informando muy mal acerca de lo que pasa en la otra orilla. Por ejemplo, las recientes elecciones legislativas en Túnez han sido totalmente eclipsadas por los comicios en Ucrania. La opinión pública debería tener más y mejor información sobre la ribera sur del Mediterráneo, que puede convertirse en una alternativa a la nueva guerra fría con Moscú. Además, en la medida en que el Magreb avance en el proceso democratizador puede ser un aliado de primer orden en la escena internacional, y no solo un socio con intereses comunes. En esta nueva situación, Madrid, París y Roma deberían unir todavía más sus fuerzas en proyectos comunes de intercambio económico y cultural, inmigración, seguridad y medio ambiente con Marruecos, Argelia y Túnez. Es una alianza estratégica beneficiosa para ambas riberas del Mediterráneo que además contribuiría a la estabilidad del Magreb en estos momentos de enormes turbulencias en el mundo árabe”.
 
P: El Gobierno español se ha planteado una nueva estrategia exterior que tiene que dar al Magreb más importancia. También ha organizado una primera conferencia sobre Libia en Madrid y organizará una segunda, y mantiene una posición más moderada que París o Londres sobre la intervención militar en Irak y Siria. ¿Cómo ve esta situación?
R: “El Magreb merece mayor atención por parte de nuestra diplomacia. España es ya el primer socio comercial de Marruecos y Argelia. Tenemos innumerables lazos con todos los países del Magreb, empezando por los cerca de 800.000 inmigrantes magrebíes que viven en nuestro país. Es evidente que todo lo que pase en esta región nos afecta. La estabilidad de estos países es un asunto de primer orden para España. Por ello creo muy acertado que el Estado español se plantee una estrategia de mayor presencia diplomática en el Magreb, y que ésta sea a largo plazo, más allá del color político de los gobiernos. La situación ha mejorado en los últimos diez años, primero con la recomposición de las relaciones con Marruecos, y en los últimos tiempos con una mayor implicación en la zona. Al mismo tiempo, España debe participar en los esfuerzos de la comunidad internacional para luchar contra el yihadismo en Oriente Próximo. Esta es una cuestión extremadamente delicada, porque si no actuamos ahora en colaboración con nuestros aliados árabes y occidentales, el Estado Islámico y Al Qaeda pueden extenderse como la pólvora hacia el Magreb, empezando por Libia. Es decir, a las puertas de la Península Ibérica, designada, no lo olvidemos, como territorio del califato declarado por Al Bagdadi. Pero si actuamos militarmente, nos exponemos a ser un objetivo prioritario de acciones terroristas. El recuerdo de la guerra de Irak y los atentados de Madrid de 2004 pesan mucho. Pero lo cierto es que, 19 años después de la retirada de Irak, tropas españolas van a volver a ese país”.
 
P: ¿Cómo cree que tiene que enfrentarse la comunidad internacional al terrorismo yihadista?
R: “El terrorismo yihadista es la mayor amenaza de seguridad a la que se enfrenta el mundo. No podemos mirar hacia otro lado. Es un enemigo real que hay que combatir policialmente y con inteligencia, pero sin descartar una intervención militar allí donde no quede más remedio. No cabe diálogo ni negociación con quien impone la versión más retrógrada del islam asesinando a inocentes y perpetrando limpieza étnica. Es el caso de Irak y Siria, donde el Estado Islámico está cometiendo atrocidades sin cuento. Al mismo tiempo, desde Europa, se debe hacer mucha pedagogía para explicar a nuestros propios ciudadanos que no combatimos en ninguna ‘guerra de civilizaciones’ y que sabemos distinguir perfectamente la religión musulmana del terrorismo islamista. Que esto no es ninguna cruzada también lo deben escuchar alto y claro nuestros aliados del mundo musulmán. Proponemos una alianza de civilizaciones para luchar contra la barbarie. Y no olvidamos sus causas: la pobreza, el analfabetismo y la guerra. El islamismo democrático y las fuerzas laicas de los países musulmanes son aliados fundamentales para conseguir acabar con esta lacra”.    
 
P: Los inmigrantes pobres, y los árabes en particular, y el islam se han convertido en el nuevo chivo expiatorio de una vieja Europa rica pero empobrecida y asustada por la crisis y sin perspectivas de futuro. ¿Qué piensa usted al respecto?
R: “En Europa se está produciendo una fractura social muy alarmante que excluye a los inmigrantes árabes. Estos sufren el doble estigma de ser extranjeros pobres y de ser mayoritariamente musulmanes. Según el discurso xenófobo que se extiende por el Viejo Continente, ellos son culpables de robar el trabajo a los ‘autóctonos’ y además son sospechosos de propagar el islamismo radical violento, incluso el terrorismo. A pesar de que estas acusaciones son burdas y profundamente injustas, el mensaje racista está calando en las capas populares, tal como busca la extrema derecha. A pesar de que en España tenemos casi un millón de inmigrantes de origen árabe, éstos tienen muy poca presencia en la escena pública. Veo mucho menos contacto e interacción con los inmigrantes musulmanes que con el resto de comunidades. La islamofobia crece. Los magrebíes, por ejemplo, sufren una tasa de paro cercana al 50 por ciento y se les niegan oportunidades de prosperar por ser ‘moros’. Se están creando guetos. Por eso hablo de una fractura social que me preocupa profundamente porque es una fuente de conflictividad y un caldo de cultivo para el extremismo islámico”. 
 
P: ¿Entre el diálogo de civilizaciones que defendió en España José Luis Rodríguez Zapatero y el ‘clash de civilizaciones’ de Samuel Phillips Huntington, ¿dónde se sitúa?
R: “No creo en el determinismo de Huntington sobre la inevitabilidad del enfrentamiento entre las diversas ‘civilizaciones’. Tengo mis dudas de que podamos englobar a Europa y América del Norte en la misma civilización. O a países tan diferentes como Marruecos y Afganistán. Siendo partidario convencido del diálogo con el mundo árabe y musulmán, no le compro a Zapatero la idea de que el problema del terrorismo se va a solucionar exclusivamente mediante la cooperación internacional”.
 
P: ¿Qué tendrían que hacer el Norte y el Sur del Mediterráneo para entenderse y solucionar los problemas?
R: “Lo primero, que el Norte se interese más por el Sur. En Europa hay una gran ignorancia y muy poco interés por la orilla sur del Mediterráneo, mientras que en el Sur nos observan con mucha atención y saben mucho sobre nosotros. Vivimos de espaldas a África, pese a estar tan cerca. Por ejemplo, yo vivo en Mallorca, una isla situada a tan sólo 350 kilómetros de Argel. La isla está permanentemente conectada por avión con 16 ciudades de Alemania debido al turismo, pero no hay ni una sola conexión aérea ni marítima con Argelia. Los europeos vivimos mirando a Estados Unidos y a China, pero no sabemos casi nada de nuestros vecinos. Y sólo desde el conocimiento se puede empezar a superar la desconfianza y el miedo. Está muy bien que los europeos queramos invertir y vender nuestros productos en el Magreb y viceversa, pero es necesario un mayor intercambio cultural, académico, juvenil, deportivo, mediático. Y más proyectos de cooperación y desarrollo con los países del Sur. Tendamos puentes y abramos espacios de diálogo, porque si no el Mediterráneo será una frontera cada vez más conflictiva”.