Los estudios plantean que para el año 2030, la demanda de agua crecerá en un 50% y, para 2035, el estrés hídrico afectará al 40% del mundo

El estrés hídrico afecta a una cuarta parte de la población mundial

Thorsten Frenzel/PIXABAY - Imagen ilustrativa de la escasez de agua.

El agua es un pilar básico en el desarrollo sostenible de las sociedades y una necesidad esencial en todos los sentidos. Sin embargo, este recurso está seriamente amenazado por las perspectivas futuras de consumo y por la mala gestión a la que es sometido en la actualidad. Al fin y al cabo, la población global se triplicó durante el siglo XX mientras que el uso del agua ha aumentado seis veces más. Y no es algo que vaya a estancarse en esas cifras, sino que para cuando alcancemos el -no tan- lejano año de 2050, la demanda habrá aumentado en un 400%, tal como plantea el informe del Instituto de Agua, Medioambiente y Salud de la Universidad de las Naciones Unidas.

En este sentido, una cuarta parte de la población mundial vive actualmente en regiones en las que el estrés hídrico es extremadamente elevado. En la lista de los 17 países que se circunscriben a esta situación crítica, Qatar, Israel y Líbano se sitúan a la cabeza, según el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés). No obstante, sería un error asumir que el problema se limita únicamente al interior de estas fronteras, puesto que a lo que en términos de necesidad hídrica se refiere, la escasez es un asunto de preocupación mundial.

Los expertos han aseverado que esta realidad puede llevar a más “Días Cero” (momento en el que los grifos de una ciudad pueden dejar de proporcionar agua debido a la falta de reservas), como el que experimentó Ciudad del Cabo (Sudáfrica) en 2018, cuando estuvo a punto de traspasar los límites disponibles. 

AQUEDUCT. World Resources Institute.

En los 17 países mencionados, se ha descubierto que el 80% del consumo de las aguas superficiales y subterráneas disponibles lo representan la agricultura, la industria y los municipios. En este contexto, doce de estas regiones afectadas por un alto riesgo de escasez se encuentran en Oriente Medio y en el norte de África. 

La directora del WRI, Betsy Otto ha mantenido al respecto en las declaraciones recogidas por The Guardian que “nos enfrentamos a una crisis mundial del agua. Nuestras poblaciones y economías están creciendo y exigen más agua. Pero nuestro suministro está amenazado por el cambio climático, el desperdicio de agua y la contaminación”.

En esta línea, para el 2035 los estudios manifiestan que el estrés hídrico afectará al 40% del mundo y, como consecuencia, la competencia para acceder a este recurso incrementará enormemente. A esto hay que añadirle, para más inri, la estimación que se plantea bajo la que para 2030, la demanda de agua crecerá en un 50%. “La imagen es alarmante en muchos lugares del mundo, pero es muy importante tener en cuenta que el estrés hídrico no es el destino. Lo que ya no podemos permitirnos es fingir que la situación se resolverá sola”, dijo la directora. 
Análogamente, el problema puede verse exacerbado por las continuas sequías que asolan, cada vez más, el mundo actual.

En 2016, de las 411 millones de personas que se vieron afectadas por desastres, el 94% fue debido a esta anomalía climatológica. Esto afecta, paralelamente, a la agricultura. En Estados Unidos, por ejemplo, las sequías causan una pérdida promedio de entre 6 y 8 mil millones de dólares en agricultura y, en China, se ha generado una pérdida anual de 27 millones de toneladas de grano en las últimas dos décadas. En la India, algunas áreas ya comienzan a experimentar estrés hídrico crónico, como es el caso de la ciudad sureña de Chennai, cuando los grifos se secaron por completo. 

Se identifica a 17 países, incluida la India, donde viven 1.300 millones de personas, con un estrés hídrico 'extremadamente alto'.
Los efectos de la falta de agua a escala internacional

La falta de agua puede afectar en muchos otros sentidos más allá de los inminentemente evidentes. Así pues, un fenómeno que se vería (y se ve) condicionado a gran escala es el migratorio, en el que las sequías y la necesidad de los recursos hídricos desplazan (y continuarán desplazando) a ingentes cantidades de personas.

Tan solo esta consecuencia generaría un complicado efecto dominó, bajo el que habría de reconsiderar aspectos económicos, demográficos y sociales, como ya viene ocurriendo con otras crisis migratorias diferentes. Esta situación podría recrudecer conflictos ya existentes e incluso generar otros nuevos. Además, el entramado de suministro de alimentos también sufriría un fuerte revés y las industrias dependientes del agua, como la minería o la fabricación, incrementarían sus riesgos de mantenimiento y de confección.