El estrecho de Bab el-Mandeb: consideraciones geopolíticas del estratégico cuello de botella

Desde la antigüedad, las rutas de comercio marítimas han sido consideradas de particular interés por naciones que, por razones de poder, posición geográfica o ambas, han conseguido controlar o acceder a esta alternativa tradicional del comercio terrestre. Las vías navegables, especialmente los puntos claves de tránsito, no solo actúan como enclaves para la circulación del comercio a escala global, sino que también configuran la agenda política de las naciones más robustas y aún hoy en día explican estrategias en materia de política exterior. Asegurar estos enclaves estratégicos y controlar de facto el territorio por el que transcurren los canales marítimos, así como sus accesos, implica asimismo una tarea difícil en cuestión de vulnerabilidades estratégicas, ya que las amenazas no solo provienen por tierra, sino también lo hacen a través del mar.
De todos los puntos de tránsito que existen en el mundo, existe un accidente geográfico relativamente poco conocido que está captando una especial atención en términos geopolíticos. El estrecho de Bab el-Mandeb, cuyo nombre proviene de una leyenda árabe y significa literalmente la «puerta de las lágrimas» (por los riesgos que comprendía antiguamente su circulación) es una vía natural de navegación que separa Asia de África a través del mar Rojo y el golfo de Adén. Asimismo, conecta el mar Rojo con el mar Mediterráneo a través del canal de Suez desde que se terminó su construcción en 1869 y desemboca en el océano Índico por el sur.
Con apenas 115 km de longitud, su posición geográfica constituye un punto caliente para el tránsito marítimo del comercio mundial, particularmente en los sectores energéticos provenientes de los países del Golfo —los mayores productores y exportadores de petróleo en la región— hacia Europa o Norteamérica vía el canal de Suez o el oleoducto de Sumed.
En consecuencia, se estima que la vía marítima ha sido testigo del tránsito de aproximadamente 6,2 millones de dólares de barriles diarios de petróleo crudo, condensado y refinado hacia Europa, Estados Unidos y Asia en el año 2018. Esto equivale a aproximadamente 5 millones más que en 2014, según la Administración estadounidense de Información sobre la Energía (EIA)1.
Por consiguiente, su ubicación como cuello de botella geoestratégico para el tráfico de petróleo no solo es ventajoso, sino también necesario si tenemos en cuenta cuestiones de distancia y accesibilidad.
El estrecho de Bab el-Mandeb disfruta de una posición privilegiada, no porque reciba más o menos volumen de tránsito marítimo petrolero, sino porque constituye tanto la entrada por el sur al canal de Suez para llegar a los mercados petroleros europeos y norteamericanos, así como la entrada norte al océano Índico para llegar a los mercados tanto africanos como asiáticos. No obstante, a pesar de ser una entrada crucial a los principales mercados mundiales, también está reconocido como uno de los estrechos más inestables y peligrosos del mundo debido a las amenazas y a los retos regionales a los que se enfrentan los países vecinos.
Las inestabilidades entorno a los países vecinos comprenden diversas naturalezas. El conflicto en Yemen desde el año 2015 y la presencia de grupos terroristas tales como Al Qaeda en Yemen (especialmente a principios de siglo) incrementan exponencialmente el riesgo en la región y la inestabilidad del estrecho. Los ataques2 a buques saudíes en 2015 a manos del grupo insurgente de los hutíes, sus constantes amenazas3 de bloqueo del estrecho o la agresión4 a cargamentos emiratíes en el año 2016 son algunos de los múltiples ejemplos que recientemente han comprometido la seguridad y la normal circulación y navegación de los cargamentos extranjeros. Estos avances, con su consiguiente efecto en el mercado global, llevan incluso a comparar el actual panorama con las «guerra de tanques» (tanker wars) entre Irán e Irak en los años 805.
Asimismo, la piratería en la vecina Somalia en el cuerno de África constituye hoy en día también una fuente de inestabilidad en el estrecho y el conflicto yemení ha provocado el excelente caldo de cultivo para su perdurabilidad. La corrupción endémica y la inestabilidad política del vecino Yibuti tampoco ayuda, ya que por razones de tamaño (alberga alrededor de 950 000 habitantes) y limitaciones internas, se ha convertido en un foco de explotación y aprovechamiento.
Otro potencial desestabilizador que se encuentra en el estrecho es la lucha por la influencia en la región suroeste de la península Arábiga por parte de Irán. La actual tensión bilateral entre Washington y Teherán está desembocando en maniobras de demostración de poder por parte del segundo en la zona del estrecho6, aliado vital en la guerra de proxy que mantiene con su vecino saudí. Los ataques a buques en el mar Rojo han llevado varias veces a suspender su transporte y bloquear el acceso de suministro de crudo a través del canal de Suez o del oleoducto de Sumed. Esto, naturalmente, no solo conlleva una subida generalizada de los precios del crudo a nivel global, sino que también repercute en el tiempo y coste de las embarcaciones en su llegada a costas europeas y americanas.
Administrativamente, la costa africana que bordea el estrecho de Bab el-Mandeb pertenece al pequeño país de Yibuti y a Eritrea, mientras que las costas de la península Arábiga pertenecen a Yemen7. El enclave está separado a su vez por dos canales de navegación a través de la isla yemení de Perim. La pequeña nación de Yibuti ha sabido sacar provecho de su posición estratégica no solo como una de las puertas sureñas al mar Rojo, sino como un lugar relativamente estable para albergar las bases militares asentadas en el cuerno de África. Debido a su limitación geográfica por cuestiones de tamaño y recursos naturales, su fuente de prosperidad económica proviene de los servicios que presta como puerto de estacionamiento en la zona sur del mar Rojo8. Sus socios comerciales son los vecinos Etiopia y Somalia y depende en gran medida de la ayuda internacional y las inversiones extranjeras en el país9. Así pues, esta pequeña nación africana está consiguiendo una relativa estabilidad según los indicadores del Banco Mundial, aumentando en estabilidad política y ausencia de violencia desde el año 201710. Habiendo tenido tan solo dos presidentes desde su independencia de Francia en 1977, la excolonia ha ido paulatinamente creciendo en población hasta alcanzar más de 950 000 habitantes en el año 2018 y no se espera que esta cifra disminuya. No solo eso, también sus indicadores de pobreza están progresivamente disminuyendo, según la información disponible en los datos del Banco Mundial11.
Por tanto, el país se encuentra en un escenario próspero comparado con sus países vecinos, y esta prosperidad económica y relativa estabilidad política durante los últimos años es más que bienvenida por la comunidad internacional no solo por el bienestar del canal, sino también por intereses geopolíticos, particularmente de China y su creciente presencia en la región.
Yibuti aspira a conseguir un mayor rol como centro marítimo en los próximos años, tal y como demuestra su iniciativa Yibuti Visión 2935. El objetivo es convertirse en el «Singapur de África» con su plan de desarrollo billonario en infraestructuras similar al del Estado asiático, que goza también de un valor geográfico como Estado ribereño del canal más importante del mundo en rutas marítimas, el estrecho de Malaca12. A pesar de sus ambiciones, necesitará de una profunda limpieza institucional, ya que la corrupción endémica de las instituciones yibutianas es de dominio público: la falta de transparencia de las instituciones políticas sitúa a Yibuti en el puesto 124 sobre 180 en ranking de transparencia13.
Aun así, su posición privilegiada como acceso al mar Rojo es incuestionable, lo cual conlleva una gran responsabilidad. Yibuti está siendo testigo en los últimos años de una lucha de influencias por parte de potencias extranjeras con la que ha tratado de ir con pies de plomo. Por muchos años alberga las bases militares permanentes de Estados Unidos, Japón o Alemania, con China recientemente reconocida como última incorporación a su pequeño territorio. Las primeras fuerzas militares de occidente ubicadas en la base yibutí de Camp Lemmonier ofrecieron seguridad y protección por parte de Francia a su antiguo protectorado a cambio de la posibilidad de hacer escala en su territorio a los submarinos nucleares franceses14.
De hecho, desde el año pasado Francia ha intentado sin éxito aumentar la presencia militar en el país en vista de la reciente incorporación china15. Otros países más tarde se unieron a Francia y constituyeron a Yibuti como el único centro de campos militares permanentes en África debido a su relativa estabilidad política en comparación con la de sus vecinos. Estados Unidos, China o Japón mantienen sus reservas en el extremo oeste del estrecho, mientras Arabia Saudí y Egipto mantienen su presencia militar naval en el canal. El primero, como principal país exportador de crudo de la región, para proteger y asegurar sus cargamentos, y el segundo para permitir al tránsito de mercancía llegar al canal de Suez o al oleoducto de Sumed. Así es como los diferentes actores aseguran la parte oeste del estrecho, mientras que el punto caliente se extiende al otro lado de la Isla yemení de Perim.
Bab el-Mandeb se ubica en la parte suroeste de la costa yemení y este país extiende su fuerza portuaria hasta el puesto norteño de Midi. Estas estaciones constituyen una baza importante para las fuerzas rebeldes en materia naval desde el estallido de la guerra civil de Yemen en 2015 y constituye hoy en día el principal foco de peligro para el tránsito marítimo a través del estrecho.
Con miles de muertos y otros miles de heridos, el país está experimentando lo que se conoce como la peor crisis humanitaria del mundo16. La incapacidad política de Yemen para controlar de facto diversos lugares de su territorio ha promovido la intervención extranjera de una coalición liderada por Arabia Saudí para derrotar a la facción rebelde hutí que amenaza el actual sistema político de Yemen, que a su vez está respaldada por Irán en su guerra proxy contra Riad. Pero Yemen no solo está amenazada por grupos insurgentes, sino que también se ve afectada por grupos terroristas atrincherados en su territorio. Las bases militares ubicadas en el estrecho han permitido también a los Estados Unidos y a Arabia Saudí continuar su lucha contra el terrorismo en la zona. Así pues, ataques terroristas contra el Gobierno y contra el territorio yemení están a la orden del día17 y el estrecho no ha sido una excepción, así como la mayor fuente de preocupación geopolítica de la región.
Los ataques piratas implican una fuente adicional de amenaza para el cuello de botella que representa Bab el-Mandeb. El conflicto en Yemen empeora todavía más la estabilidad del enclave y actúa como caldo de cultivo para actividades ilícitas en la zona del estrecho. Aun así, el volumen de ataques piratas ha disminuido considerablemente durante los últimos años en el estrecho (con solo nueve incidentes en el año 2018) según datos del State of Maritime Piracy Report of 2018 que monitoriza los casos de piratería en la región18. Esto se debe en gran medida a la acción de coaliciones internacionales y organizaciones que desarrollan misiones especiales con el objetivo de reducir dichas actividades criminales, como es el caso de la Operación Atalanta19. La OTAN liderada por EE. UU. y la Unión Europea son también actores cruciales en la lucha contraterrorista y en operaciones de lucha contra la piratería en la zona sureste del estrecho, con operaciones significativas a nivel regional como la Operación Ocean Shield20. Similarmente, países como Egipto sufren directamente los desafíos presentados en el estrecho de Bab el-Mandeb, ya que su inestabilidad pone en riesgo el tráfico de mercancía que recibe el canal de Suez o el oleoducto de Sumed. Es por esto por lo que el Cairo, junto con otros siete países de la región liderados por Arabia Saudí, están trabajando en una nueva alianza regional en el mar Rojo que busca combatir la piratería y las actividades de contrabando en la zona21.
Después de comprender la importancia de este enclave natural en las conexiones marítimas mundiales, el impacto que respondería a su cierre temporal o bloqueo solo traería graves consecuencias, especialmente para los países exportadores de petróleo del golfo Pérsico. En este escenario, los flujos comerciales de los países implicados no serían capaces de llegar a los mercados mediterráneos por la vía ordinaria más corta y tendrían que sortearla rodeando el continente africano a través de su paso por cabo de Buena Esperanza para llegar a los mercados europeos y norteamericanos. En el caso de las exportaciones desde Arabia Saudí a los Estados Unidos, significaría un incremento de aproximadamente 4 000 km de distancia22. Este incremento en la duración y en los costes de navegación comprendería naturalmente un incremento sustancial en el correspondiente precio que afectaría a todo el mercado global.
La segunda alternativa para sortear el transporte de mercancía a través del estrecho de Bab el-Mandeb y llegar a los mercados asiáticos implicaría el uso del estrecho de Ormuz como punto de tránsito, mediante el cual ya circula alrededor del 20 % de volumen de crudo y productos petrolíferos23. No obstante, no es una opción muy atractiva para los países del golfo si consideramos su ya de por sí dependencia de estos países en su contraparte iraní. Con este panorama más amplio, Arabia Saudí podría evitar el estrecho usando su oleoducto East-West (mayormente conocido como Petroline) que distribuye el crudo a través de la ciudad saudí de Yanbu, al norte del estrecho. Lo mismo ocurre con el oleoducto de gas natural licuado de Riad, con capacidad de transportar 290 000 barriles diarios desde Yanbu hacia el Mediterráneo24. Sin embargo, no parece ser una alternativa completamente viable hoy por hoy, ya que el volumen de petróleo de estos sistemas de conducción no es tan alto como el que hoy en día circula por el estrecho.
Además de esto, el oleoducto East-West ya ha sido testigo de un cierre temporal debido a ataques terroristas en sus instalaciones25.
El estrecho de Bab el-Mandeb es un cuello de botella crítico para el mercado de petróleo global y se ha convertido así en un campo de batalla para intereses contrapuestos en el que se han ido tejiendo una serie de alianzas internacionales que buscan proteger el corredor.
Por una parte, la coalición liderada por Arabia Saudí interviniendo en Yemen no solo busca ganar el pulso a Irán en el país y emerger como única potencia regional en Oriente Próximo, sino que también está motivada por el interés de proteger y asegurar la ruta marítima (se calcula que más de medio millón de barriles de petróleo circulan diariamente por esta ruta)26. A Riad, principal exportador de petróleo mundial, lo respalda su homónimo emiratí, otro gran proveedor de petróleo y aliado tradicional de Arabia Saudí. No obstante, los Emiratos Árabes Unidos tienen otro frente abierto en la región debido a la guerra diplomática con Yibuti desde que la compañía DP World con sede en Dubái, que había adquirido una terminal de contenedores en el puerto yibutí de Doraleh, vio terminadas las negociaciones con su homólogo africano y llegó incluso a llevar el caso a la Corte de Arbitraje de Londres en el año 201427. Esta situación es realmente seria para Abu Dabi, que podría ver perdida su ventajosa posición en el estrecho si su contrato portuario llega a su fin. Es por esto por lo que la presencia emiratí ha ido progresivamente disminuyendo en el conflicto de Yemen y ha optado por pasarle la carga a Riad, puesto que busca sus mismos intereses económicos y el primero está geográficamente más alejado que su socio monárquico, por lo que el conflicto no le llega tan de cerca. En el caso de Turquía su papel es más secundario, presumiblemente porque la inestabilidad en el estrecho podría desviar el flujo de mercancía a través de su oleoducto Kirkuk- Ceyhan por parte de países como Irak, que ocupa el segundo puesto en el ranking de países exportadores de petróleo en la península Arábiga28. Esto explicaría, por ejemplo, que Turquía esté empezando a priorizar el desarrollo de sus infraestructuras con Bagdad29. El último actor en unirse a este engranaje geopolítico es Rusia, que ya está desarrollando su propia base logística en Eritrea (país limítrofe del mar Rojo) para perseguir sus intereses en la región30.
Por otra parte, no hay que olvidar el otro lado del Atlántico. Los Estados Unidos han estado presentes en la coalición internacional encabezada por Arabia Saudí en la lucha contra el terrorismo en Yemen y está actualmente aunando fuerzas para preservar la navegación de los buques, como la misión diplomática liderada por Japón en el golfo de Adén y en el estrecho de Bab el-Mandeb, donde Tokio ha desplegado sus fuerzas militares31. Pero los objetivos estadounidenses no solo persiguen la salvaguarda de este enclave estratégico, también influye la guerra contra el terrorismo con la que Washington hace campaña en su lucha contra Irán y su guerra de proxy en Yemen. Estados Unidos reivindica junto a Israel y otros aliados de occidente que Irán está detrás de los ataques contra buques cerca del estrecho y que administra suministros militares a los rebeldes hutíes32, contribuyendo a la escalada de tensión bilateral entre EE. UU.-Irán y la confluencia de más intereses geopolíticos en el corredor del mar Rojo.
Irán es otro protagonista con intereses en la región. Según Teherán, el país ha desplegado buques militares cerca del estrecho en su lucha contra la piratería, lo cual les permite continuar su lucha geoestratégica de la guerra híbrida33. Este tipo de estrategia de guerra es muy común cuando se quiere actuar en cualquier sitio sin asumir la responsabilidad mientras se socava la influencia de otros países en la zona. La situación convulsa del área de Bab el-Mandeb favorece ataques puntuales de autoría desconocida, usando a terceros como los rebeldes hutíes sin que el real cerebro de la operación asuma su responsabilidad y participación en los hechos. Al mismo tiempo que Teherán suministra munición y equipamiento militar, carece de la responsabilidad de los ataques que han sacudido a la región que bordea al estrecho, como en el golfo de Adén, con sus correspondientes bloqueos comerciales que estas acciones suponen. Lógicamente, esto representa una amenaza directa para la influencia de Arabia Saudí en su puerta trasera.
Finalmente, el nuevo actor internacional que recientemente se ha unido al entramado geopolítico es China, firmemente convencido de lo que está en juego para sus intereses comerciales en los que el canal también actúa de cuello de botella para sus relaciones con los mercados africanos y de Oriente Próximo. A pesar de que sus importaciones de crudo provengan esencialmente de Rusia, casi un tercio de las importaciones de crudo de Pekín en el año 2018 provenían de Arabia Saudí, Irak y Omán, países del Golfo y miembros de la OPEC34. Esto significa que cualquier perturbación cerca de los estrechos estratégicos en el área donde circulan a diario sus importaciones impactaría considerablemente en el mercado chino y traería graves consecuencias a la hora de suplir la demanda doméstica en el sector energético.
No obstante, China no solo actúa por puros propósitos geoestratégicos o de estabilidad en la región del estrecho de Bab el-Mandeb. La crítica región a orillas del mar Rojo, donde está ubicada Yibuti, se superpone precisamente con la estrategia política de Pekín de expansión de su poder blando (soft power) en África y responde a unos intereses e inversiones geoeconómicas de un país que está expandiendo su influencia en el exterior, con un alto grado de interés geopolítico de China en la pequeña nación yibutí. Así, mientras Estados Unidos está distraído con Irán y su guerra contra el terrorismo, China se aprovecha del vacío dejado por Washington en el pulso que ambos Estados tienen por la presencia e influencia en África.
El vacío que China está llenando en Yibuti en materia de infraestructura coincide con su iniciativa de desarrollo del siglo XXI, la denominada Ruta de la Seda marítima, que sirve para conectar e integrar a una gran parte de países alrededor del mundo y dotarlos de un mayor desarrollo económico35. Junto con las bases militares permanentes en Yibuti, Pekín no solo está continuando con su ambicioso proyecto de la Ruta de la Seda marítima con un aliado estratégico en el mar Rojo, sino que también se ha encargado de poseer el equivalente al 71 % del PIB de Yibuti en materia de deuda36. Las relaciones diplomáticas entre ambos países son ahora más amistosas que nunca y, mientras Yibuti espera ansiosamente ver un mayor rol de China en la seguridad futura de la región, algunos analistas ya advierten de esta nueva forma de poder agudo (más conocido por su versión en inglés de sharp power)37.
La región que rodea al estrecho de Bab el-Mandeb está lejos de considerarse un lugar estable en el futuro a corto plazo. Este enclave geoestratégico es la puerta de entrada a los mercados europeos y norteamericanos —particularmente en el sector energético de petróleo crudo y gas natural— constituyéndose así en uno de los puntos de tránsito marítimos más importantes en la región de Oriente Próximo y el Cuerno de África.
No obstante, se encuentra desbordado por múltiples amenazas que ponen en peligro la regular navegación de mercancía y se sitúa geográficamente en una de las más inestables áreas del mundo. La incapacidad política de Yemen de controlar de facto sus bordes del suroeste, las actividades de piratería que estaban empezando a disminuir y han vuelto debido al peligro de los países litorales del estrecho y la corrupción endémica de los países vecinos son algunas de las condiciones actuales que ponen en riesgo la libre navegación de los buques comerciales con el consiguiente impacto económico que estas perturbaciones causan al comercio global.
Asegurar el estrecho no es solo una prioridad de los países importadores cuya mercancía atraviesa el canal, ya que cualquier bloqueo o retraso en el suministro de petróleo influye directamente en el mercado global. La dependencia económica es incuestionable, independientemente del nivel de dependencia que cualquier país tenga con los países exportadores de petróleo de la región arábiga. Desde Washington a Pekín, El Cairo a Moscú, todos los Estados son jugadores interconectados en la economía global y sufren directa o indirectamente las consecuencias de los suministros asediados, aumentando sustancialmente los precios si se pretende buscar una vía alternativa. Por tanto, es importante destacar que la alegada independencia energética de Oriente Próximo no significa la independencia del impacto, si no hoy más que nunca todos los países están económicamente conectados en mayor o menor medida.
En consecuencia, este cuello de botella ha sido testigo de la irrupción de potencias extranjeras que tratan de recuperar la seguridad y la normal navegación de este punto de estacionamiento al mismo tiempo que persiguen sus propios intereses individuales y de poder de influencia. En este sentido, este punto central de tránsito marítimo relativamente poco conocido se ha convertido en el campo de batalla de pulsos geoestratégicos y de una gran variedad de intereses heterogéneos.
Mientras los reinos del Golfo, particularmente Arabia Saudí, luchan por mantener la normal circulación de la mercancía, otras naciones tales como Irán retan la hegemonía regional de Riad mediante su guerra de proxy en Yemen, salpicando al estrecho en numerosas ocasiones. Además, la reciente incorporación de China en el panorama geopolítico de la región del mar Rojo choca directamente con la hegemonía regional de Washington en la parte oriental del continente africano. Los recientes sucesos en la escalada de tensión entre EE. UU.-Irán (como el asesinato de Soleimani por parte de tropas militares estadounidenses) pueden suponer una oportunidad para China en la región, porque mientras Pekín y Washington pueden esperar represalias por parte de Teherán, el primero puede continuar buscando su creciente prioridad económica y de seguridad en la región, incluso llegando a superar al segundo como potencia regional.
Yibuti está tratando de mantener el balance de poder y evitando explícitamente comprometerse con cualquier parte debido a su posición clave como país huésped de la presencia militar internacional en África. El pequeño Estado relativamente joven sabe y reconoce su posición única y privilegiada en el cuerno de África como puerta de entrada a Asia y al Mediterráneo, posición que busca mantener, fortalecer y asegurar, y muy probablemente continúe usando esta estrategia, al menos por el momento. Siendo un país tan pequeño le impide tener un mayor margen de maniobra, por lo que está por ver si va a continuar implementando la estrategia de alineación con China (bandwagoning) en vista de los recientes acontecimientos y de los actuales lazos diplomáticos. Este error de cálculo por parte de Estados Unidos hacia China en África ni se desea ni se espera por parte del resto de países africanos y, por el momento, lo más lógico es pensar que ambos países continúen cooperando y apoyando las misiones que buscan asegurar el estrecho de Bab el-Mandeb, compitiendo en un segundo plano por la influencia geopolítica en la región africana. Ahora mismo, asegurar un cuello de botella tan sensible como es el del mar Rojo, el golfo de Adén y el océano Índico es el denominador común para la mayor parte de las potencias involucradas.
Ana Aguilera Raga*
Grado en RR. II, Universidad Rey Juan Carlos Alumna del Máster en Geopolítica y Estudios Estratégicos,
Universidad Carlos III de Madrid
*NOTA: Las ideas contenidas en los Documentos de Opinión son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento del IEEE o del Ministerio de Defensa.
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24-CORDESMAN, Anthony H. “The Strategic Threat from Iranian Hybrid Warfare in the Gulf”. Center for Strategic and International Studies. June 2019. Disponible en: https://www.csis.org/analysis/strategic- threat-iranian-hybrid-warfare-gulf
25-Ibid.
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36-Ibid.
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