El efecto dominó de la política exterior de Trump

Donald Trump, presidente de Estados Unidos

Raramente las soluciones simples resuelven problemas complejos. Si esta verdad axiomática se evidencia a menudo en nuestros cotidianos afanes, ha alcanzado un nuevo culmen en el caso de la política de la Administración Trump en el Próximo Oriente, que en esencia ha consistido en reducir la acción exterior del Departamento de Estado a un titular, lo suficientemente compacto para caber en un tuit o ser declamado con vehemencia por el presidente norteamericano frente a las cámaras, sin necesidad de entrar en detalles, algo de lo que es incapaz dada su ostentosa ignorancia geopolítica. 

Pocas veces se ha podido ver mayor desconexión entre propaganda y realidad, tan pronto y tan espectacularmente, como en la situación creada por Trump en Siria, tan nefasta que sin duda pasará a los anales de la literatura diplomática como ejemplo de fracaso por negligencia. 

La lista de fichas caídas a causa del efecto dómino provocado por la decisión de Trump de conceder el control de Siria a Turquía es tan amplia, que se hace difícil elaborar un relato sintético basado en los efectos adversos que están debutando un día sí, y otro también. 

En orden de gravedad, lo más ominoso es la deslealtad y desprecio mostrados a sus aliados kurdos, que amén de ser atacados por las tropas turcas, están siendo sujetos a una deportación forzada a la región sunita de Deir Ezzor, de acuerdo con los planes de Erdogan para crear un cordón sanitario territorial que aísle a Turquía de los kurdos, repoblando el noreste de Siria con refugiados árabes sirios. 

Para poder llevar a cabo este plan, sin oposición ni testigos, contingentes rusos y turcos ocuparon el vacío dejado por la abrupta retirada, sin orden ni concierto, de las tropas americanas estacionadas en la zona alrededor de la ciudad de Kobane, motivando un éxodo civil estimado en más de 150.000 personas. Por si quedaba alguna duda acerca del grado de concertación del plan en curso, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, avisó de que las fuerzas armadas forzarían la salida de los combatientes kurdos si estos se resistían a retirarse; así como la implementación de puntos de control rusos a lo largo de la zona de exclusión, ya patrullada por la policía militar rusa.

Lejos de “volver a casa”, como se había jactado Trump, las mencionadas tropas norteamericanas, formadas por unos 1.000 soldados, fueron reubicadas, con armas y bagajes, en la contigua Irak, que alberga ya otros 5.000 soldados americanos, provocando la pronta reacción de las autoridades iraquíes, resolutamente opuestas a que el contingente americano se establezca permanentemente en territorio iraquí. En consecuencia, el primer ministro Adel Abdul-Mahdi comunicó al secretario de Defensa americano, Mark Esper, que la estancia de las tropas estadounidenses debía ser transitoria, según lo acordado de antemano. Por su parte, el ministro de defensa de Irak, Najah al-Shammar, puso fecha a dicha transitoriedad: cuatro semanas. Al tiempo, las autoridades iraquíes anunciaron acciones legales en instancias internacionales como las Naciones Unidas contra la decisión norteamericana. 

A la impopularidad de la ocupación norteamericana de Irak que denota la presencia de sus tropas en el país, se suma la influencia que Teherán tiene sobre el Gobierno de Bagdad, que no necesita que se eche gasolina a los fuegos de las cruentas protestas que le acorralan en las calles.

Por su lado, la última cosa que necesita el Pentágono es una reanudación de los ataques a sus tropas en Irak, por lo que, a medio plazo, es de esperar relocalizaciones precipitadas a bases en Kuwait y Arabía Saudí. A las dificultades a las que ya se enfrenta el Ejército norteamericano sobre el terreno como consecuencia de la improvisación de la Casa Blanca, hay que añadir la presión que Rusia está ejerciendo sobre el Pentágono, exigiendo públicamente una rápida salida de las restantes tropas americanas en Siria. 

Sin embargo, las presiones propias en el frente doméstico, en el que contendientes electorales que rivalizan con Trump como Marco Rubio han sacado a colación que la desbanda norteamericana deja el  control de los campos petrolíferos sirios en manos rusas, ha llevado al anuncio de que el Ejército de Estados Unidos se dispone a desplegar unidades blindadas y equipamiento pesado para proteger los campos petrolíferos y las refinerías  de gas en la zona de Deir Ezzor, al este de Siria, escenario de combates recientes entre fuerzas especiales americanas y tropas mercenarias rusas del Grupo Wagner.

Este último cambio de opinión en la Casa Blanca no solo refleja una reacción de pánico ante la posible pérdida de los intereses comerciales americanos derivados del control de dicha infraestructura petrolera, sino también la preocupación que las informaciones que apuntan a la desafección que los evangélicos norteamericanos de origen anglosajón están mostrando hacía Trump tras abandonar a los kurdos a su suerte. Este colectivo, hasta ahora monolíticamente partidario de Trump, tiene la suficiente entidad demográfica y económica para comprometer la reelección de Donald Trump. Uno de sus adalides, el popular telepredicador Pat Robertson, se ha prodigado en diatribas contra Trump, focalizando sus críticas en el apocalíptico terreno de la lucha religiosa entre el bien y el mal, una imagen que despierta entre sus seguidores la clase de emociones que puede llevarlos a movilizarse contra Trump, a quien hasta ahora habían demostrado una fidelidad mesiánica. 

Esto es algo que no pasará desapercibido a Trump, cuya obsesión con ser reelegido le coge con el paso cambiado, y con demasiados frentes abiertos, por lo que con toda probabilidad seguirá tocando de oído, pero más alto y con mayor disonancia, ordenando acciones impulsivas que sólo lograrán más desolación en el Próximo Oriente, sin que a la postre consiga un ápice más de control sobre los acontecimientos que su propia inoperancia han causado. Por el contrario, Los autoritarismos locales hace tiempo que le vieron las cartas a Trump, y están manipulando su desconocimiento de las dinámicas locales para ganarle la mano y ser más fuertes que antes de su llegada a la Casa Blanca.