El chavismo, inspirador de Podemos, lleva el país al desastre

Antonio Sánchez-Gijón/CapitalMadrid.com
Pie de foto: Nicolás Maduro, presidente de Venezuela. De las filas del régimen salen voces que piden la salida de Maduro
El régimen político que inspiró a los líderes de Podemos para lanzar en España un movimiento radical de izquierdas, es decir, el régimen chavista de Venezuela, se halla a las últimas. Nicolás Maduro, el sucesor de Chaves, sólo podría asegurar su supervivencia política, más allá de un 2016 económicamente desastroso, mediante medidas poco ortodoxas desde un punto de vista constitucional. No es probable que los sectores militares menos ideologizados, que sin embargo han sido fieles al chavismo, quieran unir su suerte a la de un régimen que se dirige a una profunda confrontación social, la cual seguramente no sería pacífica.
Esta escisión es ya una realidad en la corriente Marea Socialista, del movimiento chavista, que a principios de semana pidió el relevo de Maduro.
Si Maduro y el movimiento en que se apoya (Partido Socialista Unificado de Venezuela, PSUV) se agarran a sus puestos, los militares preferirían verlos partir antes de tener que enfrentarse a la protesta de una población sometida desde hace unos meses a las más severas restricciones y penalidades, agudizadas en estas primeras semanas de año.
La crisis de los precios del petróleo ha dejado al gobierno sin apenas recursos, mientras el consumo está hundido por causa de una inflación que el gobierno pone en 141% (2015) y el FMI calcula que llegará al 720% en 2016. El socialismo bolivariano no ha hecho sino empobrecer a los venezolanos. El economista Henkel García, de Econometría, calcula que desde 2009 el salario mínimo ha caído en términos reales un 56,9%. Por los datos que aporta García, la revolución bolivariana (diecisiete años) causó un daño difícilmente reparable a la producción nacional. Si antes de Chaves las importaciones públicas de bienes de consumo representaron entre el tres y el seis por ciento, actualmente alcanzan el 40%. Y entre las exportaciones dignas de nota, sólo está el petróleo.
Un decreto del 14 de enero dio al gobierno los más amplios poderes de control sobre la producción y la distribución de bienes de consumo, incluyendo la facultad de intervenir la cadena de distribución del principal distribuidor, Polar, medida que el gobierno todavía no se ha atrevido a tomar debido a las voces de alarma surgidas desde dentro mismo del movimiento chavista. En efecto, Nicmer Evans, dirigente de Marea Socialista, advirtió a Maduro este miércoles de que la intervención “sería un gravísimo error”. Evans, en la misma declaración, pidió la dimisión de Maduro.
Otro ejemplo de las vías erráticas en que se pierde el régimen es que Maduro se ha visto forzado a destituir al vicepresidente de Economía Productiva, un profesional de la sociología, obviamente carente de la experiencia necesaria como economista.
Los productores y distribuidores se resisten a poner sus mercancías a la venta, debido a los precios fijos impuestos por el gobierno, que indefectiblemente les producen grandes pérdidas. Aunque la oposición ha intentado revocar en la Asamblea el decreto de poderes extraordinarios, el Tribunal Supremo lo ha revalidado, aunque sólo para su plazo legal de vigencia, de dos meses. Después, quién sabe lo que se podrá hacer.
Los recursos de la oposición
Hay dos vías por las que la Asamblea espera superar los obstáculos que le levanta el gobierno con ayuda del TS. Una parte de los diputados prefiere aprobar una enmienda constitucional revocatoria del mandato de Maduro y convocar elecciones en diciembre, y otra parte es partidaria de negociar la renuncia del presidente.
Si el gobierno continúa parapetándose detrás del Supremo, la mayoría en la cámara no podrá rehuir la confrontación, so pena de defraudar el voto masivo que le llevó a ocupar una mayoría abrumadora de escaños. Para que Maduro y su gobierno se vieran forzados a negociar, sería necesario que un “toque” externo inclinase el platillo en contra del TS y de Maduro, quien se vería forzado a pactar las condiciones de su salida. Es desde este punto de donde los observadores dirigen su mirada al alto mando militar.
Las informaciones de visitantes extranjeros no pueden ser más desoladoras. Sectores críticos de la agricultura exportadora están paralizados debido a la carencia de repuestos de la maquinaria, o de los insumos para la producción. El régimen expropió cuatro millones de hectáreas de propiedades agrícolas, pero el campo no alimenta a la población. Las industrias lácteas están paralizadas, desde no mucho después de que fueran nacionalizadas. Lo mismo se predica de las piscifactorías, carentes de los piensos necesarios.
El país, simplemente no se puede alimentar a sí mismo. La devastación económica del chavismo contrasta vivamente con la potencial riqueza del país en materias primas de todas clases, y una costa caribeña y un mar ricos en recursos. Sin embargo, el país se halla con un déficit público de $120.000 millones, y vencimientos de deuda en 2016 por $10.000 millones.
La dependencia voluntaria del gobierno respecto de los ingresos petrolíferos le proporcionaba, en los largos años de bonanza, los recursos suficientes para mantener una economía subsidiada y unos precios del carburante ‘regalados’, base de su indudable popularidad entre unas masas trabajadoras crecientemente desestructuradas y desmotivadas.
El petróleo, depreciado. La producción, en caída libre
El régimen ve una lucecita de esperanza en el reciente intento de una serie de países de la OPEC para coordinar cortes limitados en la producción de petróleo, para dejarlos en su nivel de enero, pero dependiendo de que otros socios del cártel hagan lo mismo. El problema es que Rusia no está para muchos cortes a su producción debido a su propia crisis económica, e Irán está ansioso por recuperar su nicho en el mercado, que perdió por las sanciones internacionales recientemente levantadas. Y Arabia Saudita sigue empeñada en romper los precios contra los hidrocarburos no convencionales de los Estados Unidos.
Jesús Torrealba, secretario general de la principal fuerza de la oposición, Mesa de la Unidad Democrática, pronostica una situación muy crítica de las finanzas públicas, debida a los bajos precios del petróleo. Si este se mantuviera a $30/b., los ingresos en 2016 serían de $34.000 millones, que no llegaría para cubrir los $36.000 millones necesarios para la importación de alimentos y medicinas.
Juan Pablo Olalquiaga, presidente de Conindustria, estima que todos los sectores están produciendo a una fracción muy baja de su capacidad: caucho y goma al 15%, artes gráficas al 25%, autopartes al 30%, medicinas al 40%, siderurgia al 20%. Estos índices, argumenta Olalquiaga, demuestran el fracaso del Decreto de Emergencia Económica, que Maduro tomaba como una última tabla de salvación para su mandato.
Aunque la crisis está poniendo fuera de juego al régimen, queda aún por ver si la oposición, que controla la Asamblea Nacional, podrá vencer los obstáculos que el régimen le pone, por un lado, y si estará a la altura del desafío y vence sus factores de división interna, por otro.