Los desafíos a la paz en Colombia

Alexandra Dumitrascu

Pie de foto: Tras 52 años de conflicto armado, Colombia despierta en paz.

El lunes 29 de agosto, es un día histórico para Colombia. Por primera vez, tras 52  años, los ciudadanos han despertado en paz. Por primera vez tras más de medio siglo de conflicto armado entre las fuerzas del Gobierno y la guerrilla marxista-leninista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), hay una esperanza factible de que se ponga fin al enfrentamiento militar más prolongado de América Latina.

A medianoche del domingo ha entrado en vigor el cese al fuego definitivo por parte de las FARC, después de que, el líder de la guerrilla, Rodrigo Londoño-Echeverry, alias Timochenko, ordenara la deposición de las armas a sus hombres. “En mi condición de comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP, ordeno a todos nuestros mandos, a todas nuestras unidades, a todos y cada uno de nuestros y nuestras combatientes a cesar el fuego y las hostilidades de manera definitiva contra el Estado colombiano a partir de las 24:00 horas de la noche de hoy”, rezaba el comunicado que desde La Habana leyó el máximo líder de las FARC, y en el que manifestaba la “clara y definitiva vocación por la reconciliación”. Además, en un gesto sin precedentes, Londoño “lamentaba tanta muerte y dolor ocasionado por la guerra”, aunque no pidió perdón a las víctimas del conflicto. “Hoy, más que nunca, queremos abrazarlos como compatriotas, y comenzar a trabajar unidos por la nueva Colombia”, ha expresado.

El mandato del máximo líder de la guerrilla llega cuatro días después de que el Gobierno de Juan Manuel Santos haya cerrado con éxito cuatro años de negociaciones con las FARC, que se ha plasmado en el documento de acuerdo final de paz de 297 páginas. “Hoy marca el inicio del fin del sufrimiento, el dolor y la tragedia de la guerra”, ha declarado Santos que prevé que la firma bilateral del acuerdo se haga a finales de septiembre.

El 21 de septiembre, coincidiendo con el Día Internacional de la Paz, le correspondería a Colombia intervenir ante la Asamblea Nacional de Naciones Unidas que el día 13 abrirá el 71º periodo ordinario de sesiones. Por tanto, Nueva York se presenta como una de las opciones en donde se podría sellar el acuerdo de paz, aunque tampoco se descartan La Habana o Bogotá como ciudades alternativas.

La importancia de la firma radica en que posterior a la misma comenzará la cuenta atrás del plazo de 180 días que los miembros de las FARC tienen para la desmovilización y para dejar las armas, proceso que contará con la supervisión de una comisión internacional liderada por la ONU.

Desafíos a la paz

No obstante, a pesar del optimismo, existen serios retos para que el acuerdo de paz se frustre. Si bien cabe lugar para la esperanza y todo apunta a que se va a avanzar con éxito hacía la paz definitiva, por lo menos con las guerrillas de las FARC, no hay que obviar tampoco los riesgos que tanto el acuerdo en sí, como el escenario post-FARC podrían ocasionar.

Uno de los más inmediatos sería la posibilidad de que la población desapruebe el acuerdo de paz. El próximo 2 de octubre los ciudadanos colombianos deberán votar en un referéndum si aprueban o no las condiciones que trae consigo el acuerdo alcanzado por el Gobierno. Aunque los colombianos ansían la paz, especialmente los que habitan en las zonas rurales más afectadas por el conflicto, las encuestas pronostican un resultado muy estrecho entre los que abogan por el y los que, en cambio, se inclinan por el no. Además, una tercera parte de los votantes estarían planteándose la posibilidad de abstención.

El ex presidente Álvaro Uribe es una de las caras más visibles de la oposición al acuerdo. Él y sus partidarios están llevando una campaña en contra al considerar que el voto negativo al acuerdo abriría la posibilidad de renegociar los términos del pacto.

No obstante, el voto por el no supondría una vuelta atrás. El presidente Santos ha reconocido en una entrevista reciente con la cadena estadounidense CNN que si bien el acuerdo es imperfecto, y que le habría gustado ver en la cárcel a la cúpula de las FARC, este hecho habría prolongado el enfrentamiento 20 o 30 años más.

Uno de los puntos más polémicos de los seis que se han negociado en el acuerdo, es el que prevé la amnistía para los miembros de la guerrilla. Los integrantes de las FARC que cometieron crímenes, algunos de lesa humanidad, serán juzgados por un tribunal especial, cuya pena máxima será la privación de la libertad por un periodo de ocho años, y trabajo forzoso en el seno de las comunidades afectadas por el conflicto.

Cerca de 280.000 muertes, más de 45.000 desaparecidos, y casi siete millones de desplazados es el dramático balance del enfrentamiento armado. Además, muchos niños han sido secuestrados y forzados a incorporarse entre las filas de las FARC como guerrilleros. En estas circunstancias, gran parte de la población desea que los responsables paguen por sus crímenes.

Además de las condiciones favorables que prevé el acuerdo de paz para los miembros de la guerrilla, éste contempla, asimismo, la reincorporación de estos en la vida social, económica y política del país “de acuerdo con sus intereses”. La agrupación podrá participar en las próximas elecciones de 2018, y se les va a garantizar un total de 10 escaños en el Senado y en el Congreso. Mientras tanto podrán designar portavoces que les representen en las dos Cámaras.

La reincorporación de las FARC en la vida civil del país supondrá un compromiso por parte de la guerrilla con la democracia y la convivencia pacífica. Sin embargo, representa otro reto para la paz en Colombia. Tras decenas de años de vida en áreas apartadas, en las montañas y en la jungla colombinas, muchos de los combatientes no conocen otra vida que la de guerrillero, lo que hace pensar que la reintegración va a ser un gran reto. Además, durante las últimas décadas, la producción y el tráfico de drogas han apartado a la guerrilla de sus principios fundadores en 1964, esto es  la propiedad de las tierras y su concentración, la exclusión de los campesinos y el atraso de las comunidades rurales. Las FARC se han comprometido con desmantelar el tráfico de drogas que ha alimentado con billones de dólares a los insurgentes a los largo de las últimas tres décadas, desvirtuando así los propósitos reales de la agrupación.

El gobierno va a gastar cerca de 31 billones de dólares en infraestructura, salud y educación, aunque también en otros proyectos, entre ellos la reintegración de los combatientes de las FARC en la sociedad colombiana. Para ellos se ha acordado 23 zonas de ubicación y ocho campamentos para la desmovilización, a los que no tendrá acceso la población civil durante 180 días acordados. La libertad de circulación de los mismos se va a restringir a las zonas veredales transitorias, que se prolongan a los largo de nueve kilómetros cuadrados, bajo una supervisión que implicará la presencia de unos 300 funcionarios internacionales no armados. De acuerdo con el Ministerio de Defensa colombiano, la elección de las zonas se ha determinado en base a su lejanía de los cascos urbanos, con una extensión razonable para que el monitoreo y verificación por parte de la ONU se pueda llevar a cabo con éxito. El objetivo es garantizar tanto la seguridad de los guerrilleros como de la población; El intento fracasado de 1985 cuando parte de las FARC junto a otros grupos insurgentes crearon la Unión Patriótica sigue de precedente. Cerca de 3.000 miembros fueron asesinados por fuerzas paramilitares.

Otros de los retos a la paz lo constituye la disidencia interna dentro de la propia guerrilla. Unidades y miembros de las FARC se podrían rebelar y optar por seguir al margen del proceso de paz. Además, parte de ellos podrían desvincularse y unirse al segundo grupo armado más grande del país, el Ejército Nacional de Liberación (ELN) que, por su parte, podría aprovechar el vacío dejado por la FARC, y ocupar las tierras desalojadas, así como apoderarse de los cultivos de coca, para que, consiguientemente sacar provecho del negocio del tráfico de droga. Esto supondría un nuevo reto para la paz en Colombia.

A pesar de que el grupo ha expresado en ocasiones su voluntad de poner fin al conflicto con el Gobierno, no hubo voluntad real por parte del mismo, al seguir secuestrando civiles y atacando objetivos petrolíferos en el país. En una carta posterior al acuerdo final alcanzado por las FARC, el jefe de ELN, Nicolás Rodríguez Bautista, alias Gabino, ha deseado éxitos a los miembros de las FARC. Éste ha expresado que respeta el acuerdo, aunque no comparte la esencia del mismo, y no prevé a que en un futuro cercano se llegue a un pacto similar entre el Gobierno y ELN debido a, tal como ha expresado, la falta de voluntad del Gobierno, incapaz de negociar cláusulas que permitan poner fin a la guerra con ELN.