No somos tan distintos de Europa, elecciones 2016

Mariam Isabel Romero/Webislam
Pie de foto: Mariam Isabel Romero. Crónica chica de unas elecciones
Los resultados electorales del domingo en España nos llevan a reflexionar sobre la vieja cuestión de si España es muy diferente de sus vecinos europeos. Ahora nos encontramos muchos análisis y consideraciones de todo tipo, desde los que piensan que el triunfo del Partido Popular es la victoria sobre los ideales más progresistas, hasta la tesis del pucherazo, que es difícilmente defendible, aunque todo es posible en la viña del Señor.
Europa vive la ola de mayor conservadurismo de las últimas décadas, con el resurgir de los nacionalismos ultraderechistas que van dando sus frutos como el Brexit y otros logros.
Todos coinciden en un objetivo común: acabar con la Europa de los derechos humanos y los logros sociales, y encerrarse en las falsas identidades ya fulminadas hace tiempo por la globalización. Fuegos de artificio en un modelo agonizante incapaz de competir con las jóvenes economías emergentes del planeta.
España es un fiel reflejo de esa realidad. Los presumibles aires frescos se han calentado tan rápido que no hemos parado de escuchar las amenazas de siempre: “cuando ganemos os vais a enterar”… “se os va a acabar el rollo” y, desde el otro lado, el también viejo discurso del miedo “si ganan esos vamos al caos”… “esto será peor que Venezuela o Grecia” y, en medio, una alternativa histórica que no para de mirarse en un espejo de miles de aristas que no le devuelve nada más que una imagen cada vez más distorsionada y perdida de sí mismo. Las rosas se han marchitado y necesitan algo más que abono para renacer.
Casi nadie duda que hay que reconstruir Europa desde sus cimientos, pero debe hacerse con lo mejor, y sin enrocarse en pasados gloriosos ni futuros imposibles. Ya no somos el centro del mundo, con una sucursal en América, ni probablemente lo volveremos a ser nunca, ni tampoco hace ninguna falta, por lo que es razonable que esa reflexión se haga sin mirarse el ombligo y teniendo en cuenta que el mapa del mundo se ha encogido. El reto es si seremos capaces de resolver nuestras cuitas como humanidad o sucumbir al efecto depredador de la mera lógica económica.
La partida de ajedrez está sobre la mesa, y los valores, traducidos a derechos, están claros y definidos en todos los ámbitos jurídicos nacionales e internacionales, solo hay que avanzar en ellos, teniendo en cuenta el interés general, y no solo el de una minoría.
Mientras tanto, felicidades a los ganadores, y una petición casi al margen del folio: Aunque no les hayan penalizado por la corrupción hay que acabar con ella, pues es una de las cosas terribles que impiden que una sociedad se permita crecer en libertad y dignidad. Para los perdedores, generosidad y análisis compartido.
En la sociedad no sobra nadie, nadie es despreciable y, por ello, todos debemos estar abiertos a la cooperación para afrontar un futuro en el que, querámoslo o no, hemos de estar íntimamente unidos. Todo fracaso es una oportunidad y como tal hay que aceptarlo para construir nuevos futuros.
…y ese pequeño detalle del ajuste de 17.000 millones que Europa nos exige, que no lo tengan que pagar los de siempre, los que menos tienen y los que sucumben al menor empellón de la historia…