Los doce días que fortalecieron a Irán

Una pantalla de televisión muestra el mensaje televisado del líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, durante el conflicto entre Irán e Israel en Teherán, Irán, el 18 de junio de 2025 - WANA/ MAJID ASGARIPOUR vía REUTERS 
La comunidad internacional ha seguido con preocupación cómo Estados Unidos e Israel se saltaban el derecho internacional y cómo Oriente Medio se adentraba en una espiral de violencia

Hemos asistido a un punto de inflexión histórico: Netanyahu y Trump han cruzado la línea roja, con consecuencias que ya se revelan contraproducentes.

Israel, fiel a su política de guerra basada en atacar, invadir y ocupar territorios vecinos, ha apostado finalmente por la agresión militar a Irán, mientras continúa con el genocidio en Gaza y la invasión del Líbano y Siria.

La intervención de Trump, quien llegó al poder como pacificador, ha añadido una nueva dimensión al conflicto. Aquellos que esperaban que cumpliera su promesa de poner fin a la guerra en Ucrania se han visto decepcionados con este nuevo frente contra Irán sin dar margen a la diplomacia.

Esta vez, actuando como comandante en jefe, Trump acordó, a instancias de Israel, centrar la atención en el expediente nuclear iraní que él mismo desmanteló durante su primer mandato (2018), ante el estupor de sus socios europeos.

Irán ha negado reiteradamente estar desarrollando armamento nuclear, poniendo a disposición del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) sus instalaciones nucleares para verificación y control. De hecho, no existe ningún informe que indique lo contrario.

Esto nos recuerda la invasión de Irak, basada en la gran mentira de las “armas de destrucción masiva” en poder de Sadam Hussein y que nunca se encontraron, pero que provocó una oleada de violencia, proliferación de grupos terroristas anti Occidente que sembraron terror por todo el planeta.

Trump y Netanyahu han cruzado una línea histórica al abandonar la diplomacia, ignorar a la ONU, al OIEA y a una Unión Europea que sigue en su papel de convidado de piedra.

Pero, Irán, lejos de ceder, ha respondido con una contundencia inédita. La oleada de misiles lanzada contra Israel —que ha dejado muertos, cientos de heridos y daños considerables en ciudades como Tel Aviv y Haifa— apunta que Israel ya no está a salvo.

Teherán ha demostrado que su capacidad de reacción supera las contiendas llevadas a cabo en el pasado por las coaliciones árabes contra Israel; es más, especialistas en temas militares señalan que Irán podría estar reservando misiles de mayor precisión y poder destructivo para fases futuras del conflicto.

La imagen de Irán como víctima de agresión extranjera y símbolo de resistencia ante el sionismo ha movilizado a su población, reforzando la unidad nacional y el sentimiento patriótico.

Fuera de sus fronteras, la solidaridad con Irán se ha extendido entre la ciudadanía árabe y musulmana. El impacto mediático de los ataques y las declaraciones del líder supremo, Jamenei, han alimentado una corriente de simpatía y muestras de respaldo en redes sociales y calles de numerosos países árabes, en venganza del genocidio televisado en Gaza y por la hambrienta población gazatí que sigue enfrentándose a la muerte en torno a una ayuda-trampa.

Pese a sus diferencias con el régimen de Teherán, el Consejo de la Liga Árabe y la Organización de Cooperación Islámica (OCI), recientemente reunida en Turquía, han condenado el ataque israelí y ven la ofensiva iraní como legítima. El apoyo incondicional de aliados estratégicos como Pakistán, China y Rusia, así como la condena de países como Arabia Saudí, Turquía y Egipto, han reforzado la percepción de que Irán cuenta con una red de respaldo internacional cada vez más amplia.

Trump y Netanyahu, han asumido un riesgo enorme al apostar por la guerra; estrategia que podría reforzar temporalmente el liderazgo de ambos mandatarios. Sin embargo, también existe la posibilidad de que precipite su caída al arrastrar a la región a una crisis aún más profunda.

Más allá de la seguridad nacional, la política de guerra de Netanyahu le ha permitido, de momento, distraer la atención sobre sus problemas judiciales y sobre la asunción de responsabilidades en la prevención de los atentados del 7 de octubre de 2023, pero también le exponía a un desgaste sin precedentes si la escalada se hubiese prolongado.

Tampoco es favorable la situación para un Trump que reivindica para sí, y no para el Pentágono, el éxito de los ataques a las instalaciones nucleares de Natanz, Fordow e Isfahán, al tiempo que se reivindica como pacificador por el alto el fuego propuesto y aceptado. Una tregua, que no es la paz, pero que les permite reducir la presión internacional, detener el éxodo de la población civil israelí, así como la destrucción jamás conocida de sus infraestructuras críticas.

Es importante destacar que Irán, lejos de quedar aislado, ha reforzado su posición geopolítica y su legitimidad interna e internacional. La condena mundial a los bombardeos, la movilización mediática y la firme respuesta diplomática de Teherán han amplificado su respaldo popular, consolidando su imagen como actor clave en la región.

Tras doce días de contienda, Irán se encuentra en posición ventajosa que le permite considerar su retirada del Tratado de No Proliferación Nuclear, tratado al que no pertenece el Estado de Israel y sobre el cual es vox populi que dispone de armas nucleares.

Las agresiones militares, fuera del mandato de la ONU y en contra del derecho internacional, lejos de garantizar seguridad incentivan el rearme, la búsqueda de armas de destrucción masiva y la proliferación nuclear como forma de protección.

El ataque conjunto de Estados Unidos e Israel no ha debilitado al régimen de Teherán, sino lo ha fortalecido; la tregua se percibe como una victoria para Teherán y una derrota para Netanyahu, en tanto que la guerra no ha logrado modificar el equilibrio estratégico, sino que se produce en un escenario de equilibrio disuasivo.

Los expertos dudan de que se haya eliminado la supuesta amenaza nuclear iraní; es más, la capacidad balística de Teherán sigue intacta. Y tampoco se ha logrado un cambio de régimen ni su rendición.

Así, rota la contención que durante años Estados Unidos e Israel mantuvieron ante Irán, la tregua que se anuncia no es más que una pausa y, mientras, Netanyahu sigue cebándose con los gazatíes. Pero, ¿para cuándo una verdadera la paz?