Opinión

Mali: ¿golpe de Estado por sorpresa o consecuencia final de un malestar latente?

photo_camera Leader of the National Committee for the Salvation of the People, Assimi Goita

El 18 de agosto, una asonada derrocó al presidente Ibrahim Boubacar Keita y al primer ministro, Boubou Cissé. Desde entonces, medios nacionales y extranjeros han analizado las causas y posibles consecuencias del golpe. Pero antes de indagar en por qué ha habido un golpe de Estado en Mali, hemos de responder algunas preguntas: ¿dónde se encuentra Mali en el mapa?, ¿por qué un golpe de Estado en este país es tan relevante para España? y ¿cuáles son los motivos detrás de tal asonada?

Mali es un país en el continente africano, concretamente en el Sahel, un cinturón geográfico que es la frontera natural entre el desierto del Sáhara y la selva. Es un país con altos índices de natalidad y pobreza, población multiétnica con varias lenguas y modos de vida distintos y débiles estructuras gubernamentales.

La plaga del terrorismo yihadista ha colocado a este maltrecho Estado en el punto de mira. En el año 2012, una rebelión de separatistas tuaregs fue explotada por grupos yihadistas para intentar ocupar el país. Para complicar aún más las cosas, los militares -insatisfechos con el gobierno- tomaron el poder por la fuerza. Esto empeoró la situación, dando como resultado que, para finales del 2012, el norte del país estaba bajo control de los yihadistas y separatistas. Cuando a principios del 2013 avanzaron hacia la capital, Bamako, Francia intervino militarmente para parar la hemorragia. Si bien logró recuperar el terreno perdido, no acabó con la amenaza. 

Desde entonces la situación ha empeorado. Aunque el Gobierno no ha perdido terreno, la violencia ha aumentado y mutado. Ya no sólo es yihadista y separatista, sino interétnica, pues los eventos de 2012 despertaron rivalidades entre aquellos grupos que -atraídos por los cantos de sirena yihadistas de más justicia social- apoyaron a los terroristas y aquellos que sufrieron represalias. Esta tensión, alimentada por antiguos conflictos sobre modos de vidas distintos y una sensación de opresión, ha sido la que más ha aumentado en los últimos años. 

Para complicar aún más las cosas, Mali se ha convertido en el nuevo teatro de operaciones contra el yihadismo. Hay cuatro misiones para tal fin: la francesa Barkhane, que desde 2013 opera militarmente para luchar contra los terroristas no solo en Mali sino en los países vecinos; MINUSMA de Naciones Unidas, encargada de velar por la seguridad del país; EUTM Mali y EUCAP Sahel Mali, ambas de la Unión Europea, que entrena al ejército y policía malienses. España contribuye a la misión de la ONU y a las de la UE. Como resultado, a la violencia antes descrita se le suman los ataques contra tropas de estas misiones, donde los malienses son víctimas colaterales, empeorando su sufrimiento.

La clase política maliense, con el presidente IBK a la cabeza, no ha estado a la altura de las expectativas. Si bien se logró en 2015 firmar la paz con los separatistas tuaregs a través de los acuerdos de Argel, su implementación se ha estancado, enquistando un conflicto en el norte de país -el teatro de operaciones de los grupos yihadistas-. La culpa, según expertos locales y extranjeros, la tiene el gobierno, que priorizó la desconfianza hacia los tuaregs por sus ansias separatistas en vez de una oportunidad de acabar con un conflicto y empezar a unir el país. La corrupción y el nepotismo se han acentuado con IBK, quien colocó a su hijo Karim- aficionado a la buena vida- al mando de la comisión parlamentaria de defensa, sin experiencia para tal cometido.

Este año, se ha reforzado la sensación de incompetencia de las autoridades. Las elecciones legislativas de marzo fueron calificadas como fraudulentas. Con una participación del 35%, al partido gobernante se le “otorgaron” diez asientos. Este gesto enfadó a la gente, que vio como sus deseos electorales eran pisoteados. Por si fuera poco, el líder de la oposición, Soumaïla Cissé, fue secuestrado el 25 de ese mes. Aún no se sabe dónde está. 

Junta militar Mali

Pero lo que más ha enfadado a los malienses es la incapacidad del gobierno de parar la violencia que asola al país, tanto de grupos yihadistas como de milicias étnicas. Según la edición del 8 de agosto de la revista The Economist, 1,800 personas han muerto en los primeros seis meses del año (a fecha de hoy esta cifra habrá aumentado). Este número es igual al total del año pasado. Por si fuera poco, informes de Naciones Unidas acusan al ejército maliense de ser cómplice en masacres interétnicas, especialmente la de Ogossagou de marzo de 2019, que, con 150 muertos, es una de las peores que ha habido desde que empezó el conflicto. 

Estos tres factores- corrupción institucional, fraude electoral e inseguridad- explican el golpe de Estado y las protestas populares que desde el mes de junio demandaban la dimisión del presidente a través de la coalición Movimiento Cinco de Junio- Agrupación de Fuerzas Populares (M5-RFP en francés). La cabeza visible de esta coalición es el imán Mahmoud Dicko, un líder carismático que se opuso en el pasado a reformas gubernamentales encaminadas a emancipar a las mujeres. A pesar del historial de Dicko, el movimiento se ha mantenido unido en su objetivo (conseguido por los militares) de echar a IBK del poder.

Para España -el flanco sur de Europa- el escenario dantesco de un califato en este país pondría la amenaza yihadista cerca de nuestras fronteras. Esto, unido al hecho de que Mali es un país emisor y de tránsito de migrantes hacia Europa (Con España como puerta de entrada), podría ser usados por los terroristas como puerta de entrada para perpetrar atentados en España. 

En conclusión, el golpe de Estado que ha tenido lugar en Mali es la conclusión de una serie de factores que han afectado al país desde 2012: un intento de secesión que mutó en ofensiva yihadista dio como resultado un aumento de la violencia en el país, tanto por los yihadistas como por conflictos étnicos, reavivados por los eventos del 2012. La corrupción e incapacidad del gobierno de paliar la violencia, unidas al fraude electoral de este año, dieron como resultado una serie de protestas populares contra el gobierno. Los militares, hartos de ser carne de cañón de un gobierno inepto y con su reputación manchada por alegaciones de complicidad en masacres interétnicas y abusos de derechos humanos, acabo alzándose al calor de las protestas populares. 

¿Qué pasará ahora? La reacción de la CEDEAO, el principal órgano regional, es un indicador de los dilemas a los que se enfrenta la región como consecuencia de la asonada maliense. En los primeros días, la organización excluyó a Mali de sus organismos, cerró fronteras con ella y amenazó con intervenir militarmente para restaurar la democracia. No obstante, en los últimos días su postura se ha relajado, como se vio el 16 de septiembre en la reunión en Accra entre la CEDEAO y el CNSP (el órgano creado por los golpistas para dirigir Mali). En esta reunión se acordó que el periodo de transición duraría 18 meses, sería liderado por civiles, que el CNSP se disolvería al final de los 18 meses y que las sanciones serían levantadas cuando la transición hubiese llegado a su fin (Con éxito). 

Tal giro se entiende mejor cuando uno toma en consideración que lo ocurrido ha despertado el viejo fantasma del golpe de estado, una constante en los países de la región desde que se independizaron. Además, países como Guinea- Conakri y Costa de Marfil se enfrentan a elecciones en octubre, con sus respectivos gobernantes intentando aferrarse al poder a pesar del descontento popular. Con esta información, no es de extrañar que la CEDEAO adoptase en un primer momento una reacción dura contra Mali. Mejor parar la “enfermedad” de raíz que evitar su propagación. 

Tendremos que estar pendiente de qué pasará durante los próximos 18 meses para poder sacar conclusiones. ¿Habrá un aumento de la violencia tanto yihadista como interétnica? ¿Serán capaces los militares de restablecer el orden? ¿Tendrá éxito la transición?Estas son las preguntas que tendremos que hacernos los próximos meses respecto a lo que ha ocurrido en Mali.