Y el lobo… apareció
Así como la destrucción de sus capacidades para albergar y desarrollar dichos artefactos y sus medios de lanzamiento y protección.
Para evitar que esto sucediera, el otrora y “ad hoc” creado Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) venía controlando las capacidades y desarrollos de todos los posibles países proliferadores y, en especial, de estos dos reticentes mostrencos. Este Organismo es el principal actor en la verificación del cumplimiento del Tratado de no Proliferación Nuclear (TNP) por parte de aquellos Estados no poseedores de armas nucleares, asegurando con sus actuaciones que la energía nuclear, de uso lícito en el mundo para diversas actividades pacíficas, no se desvíe hacia fines militares.
Para ello, la Comunidad Internacional (CI) dotó al OIEA de varios tipos de herramientas coercitivas, de la facultad de realizar inspecciones con inspectores propios -incluso sin previo aviso- y de un camino abierto a variopintas sanciones internacionales bajo el paraguas de la ONU y de otros grupos o alianzas, casi siempre encabezadas por los norteamericanos.
Durante años este sistema de equilibrios debido a los controles del OIEA resultó más bien que menos eficaz -a menudo todos los “malos” o proliferadores jugaban al gato y al ratón con el mimo- y la eficacia de sus decisiones o amenazas de realizarlas, dependía del grado de compromiso y voluntad de Estados Unidos y, a veces, de Rusia para presionarles, lanzarlas o ejecutarlas realmente.
Numerosas y famosas han sido las resoluciones emitidas por el OIEA respaldadas por la ONU a diferentes niveles y, verdaderamente poco, lo conseguido a cambio de tanto gasto económico y un gran esfuerzo personal y diplomático.
Es público y notorio que la capacidad y el peso real de la CI ha venido degradándose en los últimos quinquenios y que EE. UU., movido por otros intereses bilaterales o por los caprichos de sus últimos presidentes, han ido perdiendo interés en una zona como Oriente Medio por lo que, al estar cansados de tan alto costo y esfuerzos durante muchos años, han ido trasformando sus despliegues permanentes en una serie de acuerdos bilaterales con algunos vecinos de la zona y abandonando a otros que en su día fueron “amigos del alma” o países imprescindibles en el área con la excepción de Arabia Saudí, Qatar, Jordania e Israel principalmente. Aunque, con determinados matices y grandes diferencias entre ellos tanto en conjunto, como por separado.
Por otro lado, los países árabes están cansados de tantas reyertas en el área y entre sí y necesitan un cierto grado de respiro para desarrollar sus economías y encauzarlas a una mayor efectividad con vistas al medio y el largo plazo.
No debemos olvidar que los intereses de los norteamericanos están muy unidos a los de los israelíes y que la mayor parte de las grandes fortunas en EE. UU. son de origen o con el sello judío. Elemento fundamental para entender que, tal y como vemos suceder progresiva e incluso recientemente, es imposible dejar a Israel aislado y a su suerte sea quien sea el presidente norteamericano de turno.
Durante años, los que seguimos de cerca estos posibles conflictos encontrábamos como principales trabas para poder actuar eficazmente contra Irán, su lejanía con respecto a Israel y que la mayor parte de sus instalaciones de producción, enriquecimiento y almacenamiento están ubicadas bajo la superficie a grandes distancias del nivel del suelo; por lo que los medios de bombardeo (bombas y misiles), deberían ser de gran capacidad de penetración en el cemento armado y, además, los aviones para su lanzamiento, tener un grandísimo radio de acción (más de 1.100 kilómetros en cada sentido) o contar con la posibilidad de un fácil y seguro repostaje en vuelo; cosas todas que, durante años, solo estaban, en las necesarias cantidades, al alcance de los yanquis.
Los materiales desarrollados recientemente, como las bombas MPR-500, de fabricación israelí que atraviesan un metro de hormigón armado y que, al parecer, ya se han usado contra Irán y las enormes posibilidades de los drones, profusamente usados en la guerra en Ucrania, han cambiado la perspectiva de ambas ya mencionadas y cuasi insalvables dificultades. Aunque reconozco que el tema del radio de acción sigue siendo importante y, de momento, desconozco cómo lo están solventado; si repostan en vuelo con relativa facilidad o lanzando los drones más cercanamente y en la cantidad suficiente como para mantener una efectiva batalla aérea.
En lo referente al sistema y medios de localización y seguimiento de los aparatos, misiles y drones iraníes contra suelo israelí, hasta la fecha, se viene solventado con bastante éxito con la conocida Cúpula de Hierro y cierta ayuda norteamericana. No obstante, ya se han publicado reportajes que muestran que la cúpula ha sido superada en parte y que son ciertamente importantes los daños materiales sobre urbanizaciones civiles en las grandes ciudades de Israel, cosa nunca vista hasta la fecha y que puede hacer que decaiga el apoyo civil a esta iniciativa contra Irán.
El éxito parcial de los apoyos iranies a Hezbolá y Hamás en el Líbano y Gaza respectivamente han provocado ciertos retrasos en alcanzar el éxito israelí en ambos territorios y son, sin duda, un acicate más para forzar a Israel a debilitar, si no a suprimir, las capacidades de apoyo externo de Irán sobre su discípulos o proxis.
Pero sin duda, lo que más preocupa a Israel es que Irán lleva prometiendo -desde la caída o derrocamiento del Sha de Persia (Mohammad Reza Pahleví) en 1979- la erradicación total de Israel del mapa como país, el aniquilamiento de su población y la conquista de todos sus territorios. Amenazas estas, que a medida que el programa nuclear iraní va tomando fuerza y forma, hacen que sea cada vez más urgente su erradicación o una gran dilación en el tiempo; máxime, cuando EE. UU. ya no adopta una postura de fuerza contra tal país o sus pretensiones nucleares como venía haciendo durante muchos años y que ahora lo la circunscrito a solo en el caso de que Irán ataque objetivos o instalaciones norteamericanas.
En cualquier caso, Irán a pesar de su debilitamiento político y militar en conflictos zonales recientes, mantiene ciertas bazas en su bolsillo que aún no son fáciles de evaluar como la consistencia real de la protección física de sus inhalaciones, el alcance efectivo de su programa nuclear, el elevado número y capacidades de sus misiles, la mano férrea de su gobierno sobre la población y una muy alta moral como nación; elementos que influirán en el desarrollo próximo de los acontecimientos. A lo que hay que añadir el cumplimiento de sus amenazas como son el cierre del Estrecho de Ormuz y además, el abandono del TNP, lo que supondría, el veto a las actividades inspectoras del OIEA. Putin, el perejil de todas las salsas, ya tiene bastante con su guerra particular en Ucrania que ya ha costado cerca de un millón de muertos en las filas del ejército ruso. Sigue intentando sacar el máximo beneficio posible de sus esfuerzos en dicha contienda y no se encuentra en situación de actuar más que tibiamente ante este nuevo conflicto. Conflicto, que de no manejase con rapidez y auténtica eficacia, puede llevar al mundo a una Tercera Guerra Mundial o a una gran crisis económica, si finalmente, como ya se ha mencionado y parece amenazar con fuerza, Irán decide cerrar o bloquear el paso de los petroleros sobre el estrecho de Ormuz, el verdadero cuello de botella para el transporte del crudo mundial.
Los apoyos norteamericanos y de otros aliados próximos a Israel en este conflicto, de momento, mantienen un perfil bajo y parecen reducidos a mejorar las capacidades de alerta, detección y defensa contra los muchos y diversos medios que Irán lanza a diario y masivamente sobre territorio israelí. Trump no está interesado en verse involucrado en un conflicto no querido e incómodo para sus intereses; conflicto que podría ser la guinda de sus fracasos como “pacificador” en los últimos embrollos como Gaza o Ucrania, lo que le apartaría aún más de su añorado Premio Nobel de la Paz y disminuye su credibilidad interna y externa.
Europa empieza temblar con el tema del precio del petróleo y con un conflicto cercano de posibles grandes y graves consecuencias para la inmigración. Pero, como de costumbre y dada su máxima debilidad actual política, económica y militar, sigue mandando mensajes vacíos de contenido, banales y sin ninguna capacidad de actuación efectiva y aquí, en España, nuestro presidente, que se viene auto erigiendo como el mayor defensor de todas las causas más o menos nobles, aunque todas ellas pérdidas y que lucha contra los molinos como Don Quijote, extrañamente, no ha abierto la boca personalmente, solo a través de su menudo y dictador ministro de Exteriores, que, como siempre, ya se ha precipitado en lanzar mensajes vacuos y sin ninguna repercusión. Aunque, ciertamente, no es de extrañar el papel de Sánchez, dado el quilombo que tienen en su Gobierno, partido, familia y puede que hasta personalmente.