Israel e Irán: una guerra por la existencia, por la imposibilidad de coexistir

Por primera vez, ambos países se hallan envueltos en una guerra directa y abierta, tras años de confrontación indirecta librada en escenarios como Gaza, Yemen, Líbano, Siria e Irak.
El programa nuclear iraní representa la principal amenaza existencial para Israel, que no concibe un futuro seguro con un Irán dotado de armamento atómico. La percepción es mutua: el régimen iraní también considera incompatible su supervivencia con la existencia de un Israel fuerte y dominante en la región.
La actual guerra es el desenlace de una larga estrategia israelí orientada a contener y debilitar la influencia regional de Teherán, especialmente a través del enfrentamiento con sus aliados y proxies: Hezbolá, los hutíes y Hamás. En esta primera fase, Israel ha buscado “cortar los brazos” de Irán antes de dirigirse al corazón del régimen. El objetivo final del núcleo duro del poder israelí, encabezado por Netanyahu, es claro: la caída del régimen iraní. Desde su perspectiva, ya no hay espacio para ambos Estados en una misma región.
En ese contexto se enmarca el mensaje de Netanyahu al pueblo iraní, donde enfatizó que el enemigo de Israel no es el pueblo, sino su régimen. Una maniobra que apunta a dividir el frente interno iraní e incentivar la deslegitimación del poder desde dentro.
Para Irán, la seguridad del régimen está hoy más que nunca ligada a la obtención del arma nuclear. Sin embargo, ha sufrido reveses importantes: no ha logrado proteger a sus científicos nucleares ni ha conseguido impedir la penetración del Mossad en sus estructuras militares, políticas y de inteligencia.
En este tablero regional e internacional, otros actores juegan también sus cartas. El presidente estadounidense Donald Trump, por ejemplo, no comparte plenamente la estrategia de Netanyahu. Su prioridad es debilitar al régimen iraní y forzarlo a negociar sin condiciones, pero sin empujar la región hacia una guerra total. Una postura que comparte con el presidente ruso Vladimir Putin, más preocupado por el conflicto en Ucrania y consciente de que el enfrentamiento entre Israel e Irán puede ser utilizado como elemento de presión en su favor. Cabe señalar que las relaciones entre Moscú y Teherán ya venían deterioradas desde la guerra en Siria.
Lo cierto es que ninguno de los dos países saldrá indemne de esta confrontación. Aunque las heridas no serán simétricas, ambos pagarán un alto precio. Esta es una guerra sin compasión, en la que no habrá un claro vencedor.
Nabil Driouch, escritor y periodista