Hegemonía militar aplastante de Israel

¡Segundos fuera! Es la frase que los árbitros de los combates de boxeo profieren dando por finalizado el descanso, normalmente de un minuto, entre un asalto y el siguiente de un mismo combate. Significa que los respectivos cuidadores y entrenadores de cada uno de los dos púgiles han de dejarles solos y abandonar de inmediato el recinto que delimitan las doce cuerdas.
Algo parecido está sucediendo en Oriente Medio, donde en los últimos años, y especialmente desde el 7 de octubre de 2023, Israel se ha venido enfrentando a los “segundos” de Irán, es decir a las organizaciones apoyadas, financiadas e incluso entrenadas por el régimen teocrático de Teherán. Al final, Hamás, Hezbolá, Hutíes o Yihad Islámica fuera, y enfrentamiento directo Israel-Irán.
La operación militar “León Ascendente”, realizada por Israel en la madrugada del viernes 13 de junio, ha alterado la rutina de ese enfrentamiento, salpicado previamente por anteriores operaciones quirúrgicas, como por ejemplo la eliminación del líder de Hamás, Ismail Haniya, el 31de julio de 2024 cuando se hallaba en Teherán.
Esta vez, la operación, de una enorme complejidad y preparada durante años, ha añadido nuevos brillos a la fama del Mossad, cuya minuciosa precisión ha facilitado a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) un bombardeo masivo, pero también de una milimétrica exactitud, en los ataques y eliminación de los objetivos predeterminados en territorio iraní.
Como han informado los portavoces israelíes, “León Ascendente” se ha desarrollado en tres fases. La primera, desarrollada a lo largo de varios años, realizada por agentes del Mossad, consistente en instalar sistemas de lanzamiento de municiones guiadas en diversas áreas militares iraníes, en las que se albergaban millares de misiles tierra-aire. Tales sistemas permanecieron inactivos (“dormidos”, en su propia jerga), hasta ser activados a distancia al comenzar la operación “León Ascendente”. Las municiones se activaron simultáneamente, alcanzando objetivos predeterminados, principalmente las defensas que protegían los silos y rampas de lanzamiento de los misiles iraníes.
La segunda fase, complementaria de la primera, la realizaron también Operativos del Mossad, que habían instalado en vehículos camuflados innovadoras tecnologías de ataque. Desplegados en diversos puntos estratégicos en territorio iraní, eliminaron la práctica totalidad de las defensas antiaéreas, despejando así el camino para que los cazas israelíes bombardearan sus objetivos son total precisión.
La tercera fase de la operación consistió en activar las decenas de drones que también había infiltrado el Mossad a lo largo de varios años, estableciendo de hecho una base secreta en Esfajabad, en las inmediaciones de la misma capital iraní, Teherán. Los drones activados atacaron simultáneamente decenas de plataformas estratégicas iraníes, instaladas como lanzadoras de los misiles tierra-tierra SRBM.
Aunque el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, anunció que la operación se prolongaría los días que fueren necesarios para eliminar la totalidad de los objetivos, lo cierto es que el balance del blitzkrieg inicial israelí es sencillamente demoledor: inutilización de la instalación nuclear de Natanz; destrucción de la mayor parte de las infreaestructuras de misiles iraníes, incluyendo sus fábricas y centros de lanzamiento y producción; descabezamiento de los Guardianes de la Revolución y del Ejército mediante la eliminación de sus generales jefes, y eliminación asimismo de los seis principales científicos nucleares iraníes, todos ellos fundamentales en el desarrollo del programa nuclear iraní.
La reacción iraní no se ha hecho esperar y cientos de drones y misiles han sido lanzados sobre todo el territorio israelí, cuya Cúpula de Hierro ha logrado neutralizar a la mayor parte.
Pero, salvo una sorpresa que sería mayúscula, lo cierto es que Israel ha logrado una victoria aplastante en una guerra más por su derecho a existir. El asesinado general Hossein Salami, uno de los más fervientes seguidores del líder máximo, el ayatolá Alí Jamenei, había preconizado que abriría “las puertas del infierno” a Israel. De momento es Israel quién le ha enviado a él al paraíso, debilitando de paso a un régimen que va a tener muy difícil concitar unidad sin fisuras en el odio hacia Occidente en general, y hacia Israel en particular, y que probablemente opte por aumentar la brutal represión a la que somete al mínimamente discrepante.
Israel ha hecho ostensible, más aún si cabe, su hegemonía militar y tecnológica en la región porque el golpe estratégico ha sido mayúsculo. El mismo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha tenido que respaldar por completo a Israel, una vez ha comprobado que, con o sin Netanyahu, el país no está dispuesto a que le borren del mapa.
Aunque no lo manifiesten con un entusiasmo indescriptible, la victoria de Israel en esta guerra es también un alivio y una satisfacción, por muy contenida que sea, de los países que apostaron por cooperar con Israel en todos los campos, los famosos Acuerdos de Abraham. Y, claro está, un nuevo zarpazo doblado del correspondiente aviso, a los que no renuncian a negarle la existencia y prefieren seguir en la confrontación permanente. A cambio, los israelíes habrán de seguir viviendo con el fusil a mano y a dormir siempre con al menos un ojo abierto.