Israel, Irán y el nuevo orden regional de Oriente Medio

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, señala una línea roja que dibujó en el gráfico de una bomba utilizada para representar el programa nuclear iraní durante su discurso ante la 67.ª Asamblea General de las Naciones Unidas en la sede de la ONU en Nueva York, el 27 de septiembre de 2012 - REUTERS/ LUCAS JACKSON
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, señala una línea roja que dibujó en el gráfico de una bomba utilizada para representar el programa nuclear iraní durante su discurso ante la 67.ª Asamblea General de las Naciones Unidas en la sede de la ONU en Nueva York, el 27 de septiembre de 2012 - REUTERS/ LUCAS JACKSON
El ataque israelí a Irán enlaza la dura represión que mantiene Israel en Gaza para desmantelar a Hamás y deshacer los objetivos políticos palestinos, con la presión internacional y norteamericana para desactivar cualquier intento iraní de desarrollar un programa que permitiera a Teherán construir una amenaza nuclear con la que pudiera hacer frente al momento de mayor debilidad interna y regional del régimen

Habiendo perdido el control de Siria, amenazada su influencia en Irak y viendo reducida la capacidad operativa de los grupos terroristas afines en distintos territorios, Irán aparece hoy como una potencia regional en declive.

Después de una década de luces y victorias parciales de sus guerrillas y de sombras con una economía en bancarrota, la República Islámica chiíta afronta un futuro incierto, a merced de los apoyos que pueda recibir de Rusia y China. Más distantes ahora del proceso de reconfiguración del mapa de influencias en Oriente Medio, en el cuál Estados Unidos mantiene su presencia y las monarquías del Golfo y Turquía ganan protagonismo. 

En este contexto, Israel ha decidido trasladar el foco de la opinión pública a un enfrentamiento bilateral con Irán y alejarlo así de Gaza. Y de esta manera, incorporar el conflicto palestino a la suma de procesos políticos que pueden sucederse en la región.

Con el ascenso al poder del sunismo en Siria y la reducción de la tensión con las minorías kurdas, la influencia de Turquía se proyecta a un espacio que podría ampliarse en Irak. El progresivo aislamiento geopolítico de Irán se ha completado hace pocas semanas con los acuerdos de seguridad entre Estados Unidos y distintos países árabes de la península Arábiga que obligan a una reorganización del orden regional, donde la tensión entre saudíes e iraníes dejaría de ser el elemento esencial, siempre que el programa nuclear no altere la nueva distribución de poder. 

Este nuevo escenario diluye el intento chino de mediar entre Arabia Saudí y los ayatolas y reduce al mismo tiempo tanto su sentido geopolítico, como la capacidad de China para erigirse en una potencia influyente en Oriente Medio, que pierde el valor que parecía tener hace pocos meses cuando su intervención diplomática consiguió la reapertura de las Embajadas en ambos países y el restablecimiento mutuo de relaciones.

Israel, situado contra las cuerdas en el cuadrilátero de la opinión internacional, ha situado a Irán contra las cuerdas en el tablero regional. Y en ese nuevo tablero, Netanyahu podría buscar una salida al bloqueo humanitario y político que está ocasionando en Gaza, con su estrategia de endurecimiento y violencia continuada. La apuesta por las acciones unilaterales no es nueva en la región, sino que se trata de un recurso utilizado por los israelíes en el pasado, contra el propio Irán o en otros territorios como Siria o los Altos del Golán. 

Pero en esta ocasión, el riesgo es de mayor calado. Con el régimen iraní amenazado incluso por la eclosión, la estrategia de Teherán podría ser la búsqueda de un apoyo internacional más amplio ligando la victimización de los palestinos de Gaza, a la agresión contra el pueblo iraní y las minorías chíitas. Intentando al mismo tiempo interferir en la reconfiguración del nuevo orden regional y debilitar el liderazgo de Estados Unidos en el proceso.

Entre la complejidad y el caos hay una delgada línea que la política debe de fortalecer. En este momento de extrema dificultad, a través de unas vías de actuación diplomática que enlacen la desescalada del enfrentamiento entre israelíes e iraníes con el inmediato final de las acciones armadas en Gaza. 

Sólo desde ese escenario puede proponerse un orden regional más seguro y estable donde la no proliferación nuclear sea considerada como una exigencia irrenunciable. En el cual los derechos del pueblo palestino puedan ser encauzados políticamente mediante una revisión realista y no ideológica del conflicto. Pero con nuevos liderazgos que no eternicen el uso de la violencia para alcanzar objetivos inasumibles, ni el control indiscriminado del poder.