“La Marcha por la Libertad”: propaganda pro-polisaria tras una fachada humanitaria
- Una estrategia de confrontación envuelta en retórica de derechos humanos
- La utilización premeditada del factor emocional y los vínculos personales
- Primeros incidentes de la marcha: Béziers y Poitiers
- España: un eslabón crucial en la cadena de propaganda
- Una provocación calculada en la frontera marroquí
- Más allá de la fachada humanitaria
Este evento, programado para comenzar el 30 de marzo de 2025 desde Ivry-sur-Seine, en las afueras de París, hasta la localidad marroquí de Kenitra, incita a que nos detengamos a examinar este caso de manera exhaustiva y poner bajo el foco los verdaderos intereses y consecuencias que se esconden tras esta pretendida noble causa.
Una estrategia de confrontación envuelta en retórica de derechos humanos
Echando un simple vistazo, se pude comprobar fácilmente que lo presentado por los organizadores como una iniciativa humanitaria, en realidad se torna en una cuidadosamente campaña orquestada de propaganda y confrontación política. Claude Mangin, quien se autodenomina activista de derechos humanos, anunció hace meses un recorrido de aproximadamente 3.000 kilómetros que pretende atravesar territorios de tres países (Francia, España y Marruecos) entre marzo y junio de 2025, con el supuesto objetivo de abogar por la liberación de prisioneros políticos saharauis. Sin embargo, esta marcha parece diseñada específicamente para generar tensiones diplomáticas y mediáticas en un conflicto geopolítico extremadamente sensible como el que nos ocupa.
Los organizadores, encabezados por la Asociación de Amigos de la República Árabe Saharaui Democrática (AARASD), han elegido deliberadamente un formato de alta visibilidad que garantice la máxima repercusión mediática. No es casualidad que el recorrido incluya etapas estratégicas donde se vienen organizando eventos paralelos como mesas redondas, conferencias y encuentros con cargos electos, creando plataformas para difundir una narrativa unilateral sobre un conflicto mucho más complejo y con numerosas aristas del que los organizadores pretenden presentar.
La utilización premeditada del factor emocional y los vínculos personales
Particularmente preocupante es la instrumentalización del caso personal de Naâma Asfari, condenado a 30 años de prisión en 2013 por los sucesos de Gdeim Izik, y esposo de Claude Mangin. Al centrar la narrativa en un caso individual con fuertes connotaciones emocionales, los organizadores buscan simplificar un conflicto geopolítico multidimensional, reduciéndolo a una historia personal que apela a las emociones y resulta más efectiva y efectista de cara a la opinión pública por encima de cualquier análisis objetivo de la situación política en la región. Un chantaje emocional, por otra parte, bastante habitual en los círculos afines al Polisario en el extranjero.
Esta personalización del conflicto distorsiona deliberadamente la complejidad de la situación legal y política del Sáhara en general, y del caso de Asfari en particular. Tal y como se nos quiere hacer creer, Asfari es simplemente una víctima, y no un individuo condenado por su participación en los incidentes de Gdeim Izik, eventos que pudieron tener graves consecuencias para la estabilidad regional, con pérdida de vidas humanas.
En este punto cabe recordar que Asfari fue condenado, junto a otros 24 saharauis, por “integración en banda criminal, violencia contra la fuerza pública con resultado de muerte y mutilación de cadáveres”. Según las sentencias marroquíes, se les responsabilizó de la muerte de 11 miembros de las fuerzas de seguridad marroquíes durante los enfrentamientos que siguieron al desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik. Las víctimas fueron policías y gendarmes marroquíes, algunos de los cuales murieron atropellados por vehículos y otros linchados, mutilados y asesinados con armas blancas artesanales, alguno siendo incluso degollado. El primer juicio se celebró en 2013 ante un tribunal militar, que lo condenó a 30 años de prisión. En 2017, un tribunal civil de apelación confirmó la sentencia anterior.
Primeros incidentes de la marcha: Béziers y Poitiers
Aunque los organizadores insisten en presentar la marcha como una iniciativa “pacífica”, durante el recorrido por tierras francesas ya se produjeron algunos incidentes en las ciudades de Béziers y Poitiers, desvelando el carácter confrontacional de la marcha y la búsqueda premeditada de atención mediática derivada de dichos incidentes. En Poitiers, una veintena de manifestantes marroquíes se congregaron frente a la Casa de la Gibauderie, donde Claude Mangin presentaba una exposición sobre el Sáhara Occidental, para denunciar la politización del conflicto. El enfrentamiento entre grupos pro-Polisario y los manifestantes derivó en tensiones físicas, casi llegando a las manos, con intentos de entrada al recinto y debates acalorados que requirieron mediación policial. En Béziers, sucedió algo similar, con incidentes denunciados por periodistas saharauis de Equipe Media, pertenecientes al aparato mediático del Polisario. Estos hechos, lejos de ser anecdóticos, siguen un patrón: cada incidente se maximiza mediáticamente para reforzar la narrativa victimista de “represión”.
España: un eslabón crucial en la cadena de propaganda
Si bien pueda parecer que la elección de España como parte del recorrido es meramente obligatoria por razones puramente geográficas, como país de paso al punto de destino, lo cierto es que a los organizadores esta circunstancia les ha venido como anillo al dedo. Nuestro país posee una numerosa presencia de grupos de presión pro-Polisario con vínculos históricos bien establecidos, así como una clara retórica anti marroquí desde diferentes sectores, lo que representa un escenario ideal para amplificar el mensaje unilateral que se pretende difundir. En definitiva, se trata de que la marcha aproveche los numerosos apoyos políticos, mediáticos y militantes que el Frente Polisario mantiene en territorio español.
Los organizadores son plenamente conscientes de que en España encontrarán tribunas mediáticas receptivas y círculos políticos dispuestos a acoger acríticamente su mensaje. Esta elección estratégica revela que, lejos de buscar un diálogo constructivo, la marcha está diseñada para reforzar posiciones ya establecidas y polarizar aún más el debate público sobre el conflicto. No en vano, ya a finales de abril cruzaron la frontera española recorriendo ampliamente Cataluña, llegando a Castellón y desviándose a Zaragoza para luego tomar camino hacia Valencia y Murcia, donde arribarán próximamente.
Dado lo apretado del calendario y la acumulación de eventos en un espacio de cientos de kilómetros en apenas unos pocos días, esta marcha entendida como un recorrido a pie tal y como se nos ha dado a entender de forma un tanto épica, no debe ser tal. Si se quiere podría denominársele caravana, ya que imaginamos que se estará realizando mediante vehículos a motor. Solo así se explica la presencia en tantos lugares en tan corto lapso de tiempo de una mujer de cierta edad y su séquito.
Esta marcha con trasfondo pro-Polisario ha priorizado actos en instituciones de comunidades autónomas con gobiernos afines al independentismo o la extrema izquierda, a la sazón sus habituales y sumisos apoyos en España, buscando así crear un corpus de declaraciones políticas explotables a nivel mediático.
Un claro ejemplo lo encontramos en su visita al “Parlament de Catalunya”, utilizado como escenario central para amplificar su mensaje político. Según la agenda oficial del Parlament, el pasado 29 de abril se celebró una conferencia de prensa conjunta con los grupos parlamentarios de Junts per Catalunya, ERC, Comuns y CUP-Democràcia i Treball, junto a los representantes de la marcha. Este acto, emitido en directo desde la Sala de Conferencias de Prensa, sirvió para vincular la causa saharaui con el independentismo catalán, equiparando la “lucha por la autodeterminación del Sáhara Occidental con el Procés”. De hecho, diputados de ERC y CUP-DT, aprovecharon para comparar la situación de los presos saharauis con la de los líderes independentistas catalanes condenados por el 1-O.
Estos actos o comparecencias públicas revelan asimismo una estrategia de presión multinivel: En instituciones gobernadas o con amplia presencia de partidos afines, como en Cataluña, se buscan declaraciones políticas que el Frente Polisario use mediáticamente como “prueba de apoyo democrático”. Por otro lado, en comunidades con gobiernos más reticentes o no alineados (como Madrid o Andalucía) se priorizan actos callejeros para generar agitación. Se busca igualmente proyectar una falsa ilusión de consenso político, ya que las declaraciones emanan de entidades sin competencia en política exterior y están apoyadas solo por un número reducido de partidos.
Una provocación calculada en la frontera marroquí
Quizás el aspecto más irresponsable de esta iniciativa es su culminación planificada en Kenitra, Marruecos. Los organizadores son perfectamente conscientes de que este tramo final es prácticamente irrealizable en los términos planteados, dados los antecedentes de prohibición de entrada de Mangin al país.
Esta imposibilidad práctica revela la verdadera naturaleza del evento: no se busca realmente alcanzar Kenitra, sino generar un incidente fronterizo mediáticamente explotable. El previsible rechazo de las autoridades marroquíes será utilizado para reforzar la narrativa victimista, independientemente de las consideraciones legales o diplomáticas que puedan existir. Esta estrategia se enmarca en un patrón recurrente en los últimos meses: la instrumentalización de denegaciones de visado –mal denominadas “expulsiones”– en vuelos hacia El Aaiún o Dajla.
Claude Mangin y sus aliados conocen perfectamente el protocolo marroquí para activistas, ya que en los últimos meses numerosas personas vinculadas a ONG pro-Polisario, periodistas o políticos afines han sido rechazados en vuelos procedentes de España, al ocultar la verdadera naturaleza de su visita o no concertarla previamente por los debidos cauces diplomáticos. Este mismo guion se aplicaría a la marcha hacia Kenitra, pero aun sabiéndolo continúan con ella. Con ello buscan replicar el rechazo que ya ocurre en aeropuertos, convirtiendo una denegación administrativa en un “acto represivo” mediático.
La táctica replica la estrategia usada con Naâma Asfari: presentar consecuencias legales (su condena por los sucesos de Gdeim Izik) como persecución política. Del mismo modo, las denegaciones de visado se exhiben como “pruebas de autoritarismo”, omitiendo que Marruecos aplica normas migratorias similares a las de cualquier Estado soberano.
Este enfoque no busca diálogo, sino alimentar la confrontación: la previsible imposibilidad de entrar a Marruecos desde España para los participantes de este evento, tal y como ocurre con los vuelos al Sáhara, serviría para reforzar la imagen de víctima que la marcha busca, desviando la atención del trasfondo político de una iniciativa que usa los derechos humanos como pantalla.
Más allá de la fachada humanitaria
La “Marcha por la Libertad” de Claude Mangin representa un ejemplo paradigmático de cómo causas aparentemente nobles pueden ser instrumentalizadas para servir agendas políticas específicas, en este caso con el Polisario en la sombra. Algo que, salvando las distancias, también ocurre con el programa “Vacaciones en Paz”’, con el agravante en este caso de la utilización de niños para tales fines.
Lejos de contribuir constructivamente a la resolución del conflicto del Sáhara, esta iniciativa busca profundizar en las divisiones y obstaculizar vías diplomáticas más productivas. Los ciudadanos, políticos y medios de comunicación que encuentren a esta marcha durante su recorrido deberían aproximarse a ella con un espíritu crítico, alejados de cualquier pulsión militante, y reconociendo las complejidades de un conflicto que no puede ni debe ser reducido a narrativas simplistas y caducas como las que sus organizadores y patrocinadores en la sombra esgrimen una y otra vez. La verdadera defensa de los derechos humanos requiere un compromiso genuino con la verdad en toda su complejidad, algo que esta marcha, con su agenda predeterminada y su enfoque alborotador de corte propagandístico, no parece ofrecer.
Es necesario cuestionar iniciativas que, bajo el manto de la defensa de derechos humanos, tratan de perpetuar conflictos y sirven a intereses que poco tienen que ver con el bienestar de las poblaciones afectadas. La causa de la paz, la justicia y el futuro del Sáhara merece una aproximación más honesta, equilibrada y constructiva que las que ofrece esta controvertida marcha.