Ombliguismo preocupante

Es el que padecemos en España. El mundo se enfrenta a muchos problemas que la epidemia del Covid sólo contribuye a aumentar: porque hay menos dinero para combatir el cambio climático; porque la pobreza y las desigualdades se ven agravadas por la crisis económica que el virus ha desencadenado; porque el cibercrimen se ha acelerado con los cambios laborales y de consumo que se han instalado a lo largo del último año... hasta Irán y Corea del Norte se sienten envalentonados en sus ambiciones nucleares y no nucleares cuando la atención del mundo se distrae con la pandemia. Todos esos acontecimientos tendrán un impacto mayor o menor en nuestras vidas, como lo tiene también el reciente bloqueo del Canal de Suez, aunque aquí no nos enteremos porque andamos distraídos con la formación de otro gobierno inoperante en Cataluña, los trásfugas de Murcia, el renunció de Pablo Iglesias al gobierno de Sánchez, el duelo que se anuncia en Madrid entre Díaz Ayuso y el mismo Iglesias, el desfondamiento de un Ciudadanos desnortado, o el desconcierto ciudadano ante diecisiete normativas diferentes para frenar la pandemia mientras los españoles no podemos viajar por nuestro país como hacen los extranjeros.
Es comprensible hasta cierto punto pues ya los romanos conocían las ventajas de distraer con el circo al respetable, pero es un error porque lo que pasa fuera de nuestras fronteras nos afecta más de lo que creemos y con los gobiernos de Rodríguez-Zapatero, Rajoy ahora Sánchez cada vez pintamos menos en el mundo y también en Europa dónde dejamos que Polonia o Países Bajos tengan más influencia que nosotros. Es lo que cabe esperar de un país en cuyo Parlamento solo se escuchan insultos y descalificaciones del adversario en lugar de discutir los asuntos más importantes que hoy tenemos sobre la mesa: cómo vacunar con la máxima urgencia a la población para crear una inmunidad de grupo que permita salvar el verano para ese turismo de masas del que depende nuestra economía, y cómo emplear de manera inteligente los fondos que nos van a llegar de Europa para sentar las bases de una economía más competitiva, menos frágil, más sostenible, más verde y más digital. Pero de eso aquí no se habla, lo de aquí es hablar de “derecha criminal” y de “comunismo o libertad”. Y así nos va, porque en el mundo siguen ocurriendo cosas aunque no les prestemos la debida atención.
Estos últimos días han tenido lugar dos acontecimientos que afectan a las relaciones de Estados Unidos con Rusia y con China y que indican por dónde pueden ir las cosas en el mundo en el futuro inmediato. Y si alguien aquí piensa que eso a España no le afecta tiene que hacérselo mirar porque posiblemente nada vaya a tener mayor impacto a corto plazo en el ámbito de las relaciones internacionales.
En relación con Rusia, Biden no ha rechazado la calificación de “asesino” para Putin cuando se la puso en bandeja un periodista y no es frecuente que un jefe de Estado diga algo así de otro. Lo ha hecho porque lo cree y porque no le faltan razones si uno piensa en Skripal, Navalny y tantos otros y porque está irritado con el descubrimiento de nuevas intromisiones cibernéticas rusas en las últimas elecciones presidenciales. (También parece que el reciente ataque informático sobre el SEPE español podría bien proceder de piratas informáticos rusos aunque el CNI no tenga pruebas de que haya implicación oficial alguna). Biden ha pasado buena parte de su vida política en un ambiente de guerra fría y de confrontación con la URSS y ve en Rusia una amenaza de seguridad para EEUU y para Europa, donde ya ha ha dado algunos zarpazos en Georgia, Ucrania y Crimea en flagrante violación de las fronteras reconocidas en el Acta Final de Helsinki. Con sus palabras Biden le ha dicho a Putin que se acabó la tolerancia mostrada por Trump durante los últimos cuatro años y que resulta difícil de explicar.
En relación con China la reciente reunión de Alaska entre chinos y americanos, calificada de “franca” por el secretario de Estado Tony Blinken y de “constructiva... aunque todavía hay diferencias” por la parte china (en diplomacia esos comentarios significan que durante el encuentro se dijeron de todo), muestra que nos esperan tiempos difíciles porque los americanos ven en China una amenaza a su supremacía (y esto es de lo poco en lo que están de acuerdo demócratas y republicanos), mientras que los chinos piensan que los americanos quieren cerrarles el camino en su ascenso a gran potencia mundial. Seguramente ambos tienen razón y eso significa que no va a haber cambios a corto plazo, que las espadas siguen en alto y que se auguran unos próximos años de intensa competencia que afectará a todo el planeta y para la que debemos prepararnos porque lo que está en juego son dos modelos s antagónicos de organización de la gobernanza global.
De momento se ha producido un preocupante acercamiento entre China y Rusia, unidos en su percepción de sufrir agravios norteamericanos, al que deberíamos prestar una atención muy especial. Pero aquí no nos enteramos porque preferimos los duelos goyescos a bastonazos que se preparan en Madrid y ya se producen en Cataluña.
Jorge Dezcallar/Embajador de España.