La escalada de tensiones de Argelia con Mali y el Sahel: un camino hacia el aislamiento regional
La política exterior de Argelia la ha colocado cada vez más en oposición con sus vecinos, lo que ha provocado mayores tensiones y rupturas diplomáticas en todo el norte y el oeste de África.
La reciente destrucción de un avión no tripulado maliense cerca de la ciudad fronteriza de Tin Zaouatine ilustra esta trayectoria, que culminó con el cierre recíproco del espacio aéreo y la retirada de los embajadores entre Argelia y Malí. Incidentes como estos ponen de manifiesto un patrón más amplio de relaciones tensas, en particular las disputas con Marruecos sobre el Sáhara Occidental, los desacuerdos con Níger sobre la expulsión de migrantes y el deterioro de las relaciones con Francia y España en cuestiones regionales.
Estos acontecimientos plantean cuestiones cruciales sobre el enfoque diplomático de Argelia y su impacto en la estabilidad de las regiones del Magreb y el Sahel. El 7 de abril, Argelia cerró su espacio aéreo a los aviones malienses, alegando «violaciones recurrentes» de su territorio. En represalia, las autoridades malienses anunciaron que a partir de ahora cerrarían su espacio aéreo a los aviones argelinos.
Esta escalada se produce tras la acusación de Mali de que Argelia derribó una aeronave no tripulada malienses en su espacio aéreo y apoya el terrorismo. El 6 de abril, Burkina Faso, Níger y Mali publicaron una declaración conjunta en la que condenaban a Argelia por su presunta apoyo al terrorismo y por su política de vecindad hostil.
Las relaciones entre Mali y Argelia se han deteriorado mucho en los últimos meses. En diciembre de 2023, Mali retiró a su embajador de Argel, acusando a Argelia de interferir en sus asuntos internos al dialogar con líderes rebeldes.
Además, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas a finales de septiembre de 2024, responsables malíes acusaron directamente a Argelia de apoyar a grupos terroristas que operan en su territorio.
En respuesta a estas acusaciones, Argelia se mostró profundamente consternada, calificando las acusaciones de Malí de maniobra para desviar la atención de sus propios problemas de seguridad. También acusó a la junta maliense de utilizar a Argelia como chivo expiatorio.
Argelia ha adoptado durante mucho tiempo una política poco amistosa hacia sus vecinos, lo que ha contribuido a un aumento de las tensiones regionales y a una creciente aislamiento diplomático. Con Níger, ha experimentado múltiples fricciones relacionadas con la expulsión forzosa de miles de migrantes irregulares, una práctica criticada por las organizaciones humanitarias, aunque no ha sido condenada oficialmente por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Las relaciones con Marruecos han sido especialmente tensas durante décadas. Argelia cerró su frontera terrestre en 1994, suspendió unilateralmente sus suministros de gas a través de la gasoducto Magreb-Europa en octubre de 2021 y cerró su espacio aéreo a los aviones marroquíes en septiembre de 2021 tras la ruptura de las relaciones diplomáticas. Desde entonces, los medios de comunicación estatales argelinos han intensificado su retórica antimarroquí, difundiendo a menudo información errónea y hostil.
Con Libia, Argelia mantiene una relación prudente y a veces tensa, especialmente durante el conflicto civil libio, ya que ambos países compiten por el control de la seguridad de las fronteras y la influencia energética. Sin ser frontalmente opuesta, la preferencia argelina por ciertas facciones ha complicado a veces sus relaciones con Trípoli.
Las relaciones con España se deterioraron considerablemente después de que Madrid apoyara en marzo de 2022 el plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental, lo que llevó a Argelia a suspender un tratado de amistad, retirar a su embajador e imponer restricciones comerciales, como la congelación de las transacciones bancarias y las licencias de importación.
Con Francia, las relaciones están marcadas por ciclos de cooperación y tensión. En 2021, las declaraciones del presidente Emmanuel Macron cuestionando la narrativa histórica argelina provocaron una grave crisis diplomática, que provocó la retirada del embajador de Argelia y la suspensión temporal de los sobrevuelos militares franceses relacionados con las operaciones en el Sahel.
Más recientemente, las tensiones se reavivaron después de que Macron expresara su apoyo explícito a la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, especialmente en un discurso ante el Parlamento marroquí, y esto a pesar de que Argelia afirma no ser parte interesada en el conflicto.
A través de este esquema de antagonismo, Argelia ha logrado enemistarse con casi todos sus vecinos, con la notable excepción de Túnez, con el que mantiene relaciones relativamente estables y cooperativas, probablemente debido a intereses estratégicos y económicos compartidos.
Esta vez, la ruptura afecta a tres de los cinco países del Sahel —Burkina Faso, Mali y Níger—, que han publicado una declaración conjunta denunciando la política de vecindad hostil de Argelia y su supuesta apoyo a grupos terroristas. Estos tres Estados perciben cada vez más a Argelia como un actor dominante, que utiliza su poder militar, su riqueza petrolera y su red de inteligencia para intimidar a sus vecinos y afirmar su hegemonía.
En respuesta, los tres países han llamado a sus embajadores en Argel, lo que indica una importante crisis diplomática. Es muy probable que, al menos, Mali rompa pronto sus relaciones diplomáticas con Argelia si persisten las tensiones.
Argelia es conocida por mantener canales de comunicación con diversos actores armados, sean terroristas o no, no solo para alimentar sus estrategias de seguridad, sino también para ejercer presión política sobre los Estados vecinos del Sahel. Estos contactos, a menudo presentados como pragmáticos, suscitan una creciente preocupación por su instrumentalización para inclinar a estos países a favor de la agenda argelina.
En respuesta, Argelia culpa regularmente a Marruecos de sus tensas relaciones con sus vecinos, un patrón ilustrado en un reciente artículo de Ignacio Cembrero, publicado en el medio español El Confidencial bajo el título: «El triángulo del Sahel contra Argelia: ¿qué estrategia tienen los golpistas?», donde aparece como un ardiente defensor del régimen argelino.
Como suele ocurrir, Argelia se presenta como víctima, presentando a Marruecos como una fuerza casi sobrenatural cuyo único objetivo sería desestabilizar a Argelia, tanto interna como externamente. Alternativamente, califica a sus detractores de países mal gobernados, subdesarrollados e incapaces de alcanzar el nivel de progreso que pretende encarnar.
Sin embargo, la narrativa de desarrollo de Argelia no resiste ni a los hechos ni a las evaluaciones internacionales. Basta con consultar el último informe estadounidense de 2025 sobre barreras comerciales (National Trade Estimate Report on Foreign Trade Barriers), que indica que Argelia mantiene una economía altamente proteccionista y cerrada.
El país sigue sin ser miembro de la OMC, aplica aranceles de hasta el 60 %, recargos de hasta el 200 % a más de 1000 productos e impone una multitud de barreras no arancelarias, como cuotas, prohibiciones de importación y monopolios estatales.
Los procedimientos aduaneros son lentos, opacos y arbitrarios; las regulaciones sanitarias, a menudo injustificadas, carecen de transparencia. La inversión extranjera se ve desalentada por cambios políticos repentinos, como el regreso de la regla 51/49.
El nivel de protección de la propiedad intelectual es bajo, y el sector digital sufre una regulación estricta que frena el comercio electrónico. La economía está dominada por empresas públicas ineficaces, que se benefician de un trato preferencial que distorsiona la competencia y frena la innovación, en flagrante contradicción con los compromisos comerciales de Argelia.
Por otra parte, los informes recientes de organizaciones internacionales presentan un panorama sombrío de la situación interna de Argelia. ONGs como Amnistía Internacional y Human Rights Watch denuncian una severa represión de la disidencia, con la disolución de organizaciones de la sociedad civil, la suspensión de partidos de la oposición y el procesamiento de periodistas y activistas. Freedom House clasifica a Argelia como «no libre», destacando las restricciones sistémicas a los derechos políticos y las libertades civiles.
En el plano económico, el Banco Mundial insta a Argelia a diversificar su economía más allá de los hidrocarburos y a sanear su entorno empresarial. La libertad de prensa también está en peligro, como lo demuestran el encarcelamiento del periodista Ihsane El Kadi y el cierre de medios de comunicación independientes. En conjunto, estos hechos retratan un país cada vez más aislado, autoritario y refractario a las reformas.
Las recientes rupturas diplomáticas de Argelia con sus vecinos confirman un patrón de tensas relaciones regionales, que corre el riesgo de acentuar su aislamiento y desestabilizar aún más el norte y el oeste de África.
El cierre recíproco del espacio aéreo con Mali, tras el incidente de la aeronave no tripulada en Tin Zaouatine, ilustra esta inquietante dinámica. Los conflictos similares con Marruecos, los desacuerdos persistentes con Túnez y Libia, y una relación cada vez más conflictiva con Francia subrayan la orientación cada vez más antagónica de la política exterior argelina.
Estas crecientes tensiones no solo obstaculizan la cooperación regional, sino que también comprometen la seguridad colectiva y el desarrollo económico. Para invertir esta tendencia, Argelia debe reevaluar su estrategia diplomática, dar prioridad al diálogo y promover las relaciones de buena vecindad. Al actuar de esta manera, podría contribuir a un entorno regional más estable y próspero, en beneficio de todos.