Argelia: reconciliación con Francia y ruptura con la Alianza de Estados del Sahel

Mediante la visita a Argel el pasado fin de semana del ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Noël Barrot, que además de entrevistarse largamente con su homólogo Ahmed Attaf, era recibido por el presidente Abdelmadjid Tebboune.
Las carpetas con los numerosos diferendos franco-argelinos no han sido clausuradas como señal de arreglo o acuerdo. Siguen, pues, en pie dosieres tan candentes como el de los visados especiales que París acordaba a los viajeros de su antigua colonia y, sobre todo, los relativos a los ciudadanos argelinos reos de graves delitos, que Francia quiere repatriar a Argelia y que el Gobierno norteafricano viene rechazando sistemáticamente desde que el presidente Emmanuel Macron reconociera la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental.
Las relaciones diplomáticas y comerciales quedaron rotas, y Argelia desempolvó ante su opinión pública todos los agravios y contenciosos de la época colonial y la guerra de independencia que guarda en su memoria, reabriendo también la puerta a demandar cuantiosas indemnizaciones económicas por las pruebas nucleares realizadas por Francia en el desierto argelino.
El ministro Barrot allanó el camino para un próximo encuentro, más solemne, entre Macron y Tebboune, pero sobre todo sirvió para que las cúpulas de sus respectivos servicios secretos reanuden sus sesiones de trabajo, tanto más cuanto que la “apestada” Francia en sus antiguas colonias sahelianas de Mali, Burkina Faso y Níger, acaba de reencontrar casi en su misma situación a la propia Argelia. Los tres países, regidos por juntas militares desde sus sucesivos golpes de Estado, decidieron conjuntamente el pasado domingo la retirada de sus embajadores en Argelia, tras acusar a ésta de haber derribado un dron maliense, supuestamente en territorio bajo la autoridad y control de Bamako. El incidente, calificado de “acción hostil premeditada”, se habría producido el pasado 1 de abril.
El comunicado de las tres juntas militares es particularmente virulento, al señalar al régimen argelino como “patrocinador del terrorismo internacional”. Por su parte, Argelia, que reconoce haber abatido al citado dron, de la clase Akinci y fabricado por Turquía, arguye que tal ingenio fue derribado por su Ejército al haber penetrado dos kilómetros en su territorio.
Todo tipo de hipótesis y especulaciones se han desatado a raíz de estos hechos, habida cuenta de la extremadamente delicada situación geopolítica del Sahel. De todas ellas, la mayor incógnita es comprobar las intenciones reales que pueden estar detrás de este incidente. Como es bien sabido, en las tres antiguas colonias el lugar que ocupaban las tropas francesas para reforzar la seguridad de Mali, Burkina Faso y Níger, ahora está bajo control de las milicias del Grupo Wagner, rebautizadas como África Corps (¡vaya reminiscencias con el hitleriano Afrika Korps que mandaba el mariscal Rommel!) y con pleno reconocimiento del Kremlin.
También es notorio que Rusia es el principal suministrador, por no decir casi único, de armas a las Fuerzas Armadas de Argelia, del mismo modo que no son tampoco ningún secreto las ambiciones del presidente Vladímir Putin de hacerse con una salida al Atlántico. El desalojo de Francia y de la UE, España incluida, de las instancias de seguridad en ese vértice del Sahel, nos ha dejado con la inteligencia prácticamente ciega.
Persiste asimismo el enfrentamiento entre Argelia y Marruecos, con el Sáhara como especial punto de fricción. Lejos de amainar, el choque entre ambos países norteafricanos parece acentuarse a cuenta precisamente del agravamiento de la situación en el Sahel. Una información, difundida por la televisión maliense ORTM1, según la cual Marruecos habría estado entrenando a 165 soldados de Mali, a los que seguirían nuevos contingentes, ha provocado la cólera de Argel, que habría echado un poco más de leña al fuego al asegurar que “tal entrenamiento incluiría precisamente el manejo de drones”.
En todo caso, vista la situación, parece más que probable que Rabat esté aprovechando los resquicios que dejan las ausencias de Francia y Argelia para aumentar su influencia, y desde luego convertirse en el principal dique contra el desbordamiento del terrorismo yihadista y el consiguiente aumento de la inseguridad y su proyección hacia el sur de Europa.