Los argumentos a favor de una energía nuclear más “caliente” para resolver la escasez de electricidad
A medida que aumenta inexorablemente la demanda de electricidad (actualmente acordada en un 2% anual a escala nacional y más en determinadas zonas), se refuerzan los argumentos a favor de un aumento de la construcción de centrales nucleares. Con su intermitencia, la solar y la eólica no pueden acomodar solas el crecimiento.
Las encuestas muestran que el apoyo público a la energía nuclear en Estados Unidos ronda el 60%. Los ecologistas que antes se oponían a la energía nuclear ahora la respaldan.
Todos los días, en periódicos y lugares de opinión, los expertos afirman que el mundo no puede alcanzar sus objetivos climáticos sin la energía nuclear. Para Estados Unidos, eso parece claro. Lo dicen los pronosticadores dentro y fuera del Gobierno.
Hay apoyo político en ambos partidos, y la energía nuclear ha emprendido una marcha tecnológica: mayor seguridad, mejor combustible, menos acero y hormigón.
Un pelotón de pequeños reactores modulares (SMR) -que generan 400 megavatios o menos de electricidad en comparación con las centrales actualmente en funcionamiento, que superan principalmente los 1.000 MW- está entre bastidores.
El argumento a favor de estos SMR es que, al ser más pequeños, serán más baratos de construir, ya que gran parte de la fabricación se realiza en una fábrica, y más fáciles de ubicar.
El primero de la estirpe es el de NuScale, que lleva más de una década en fase de desarrollo, pero acaba de perder a su primer cliente estadounidense, Utah Associated Municipal Power System, por el aumento previsto del coste de la electricidad de la central.
Gran parte del interés se centra en el reactor Natrium, proyectado para una antigua central de carbón en Wyoming y respaldado en parte por Bill Gates y con participación de GE Hitachi.
Varias empresas eléctricas están estudiando otros diseños. De ellos, sólo NuScale utiliza un sistema de agua ligera modificado, la tecnología en la que se han basado los más de 400 reactores de generación de energía del mundo.
Los argumentos a favor de las nuevas tecnologías se exponen con elocuencia en un libro nuevo y extraordinariamente completo, pero muy accesible, “New Nuclear Is Hot”, del físico Robert Hargraves, defensor de la energía nuclear desde hace mucho tiempo.
El argumento de Hargraves es que las tecnologías alternativas que se están desarrollando actualmente son más calientes: funcionan a temperaturas mucho más altas que los reactores antiguos y son mejores para usos industriales; una mayor parte del calor se convierte en electricidad, se desperdicia menos en eliminar el llamado calor de baja calidad, y las centrales son más pequeñas, más fáciles de construir e intrínsecamente más seguras.
Es una lista de virtudes convincente.
Hargraves afirma: “Los nuevos reactores nucleares aprovechan el calor más caliente de fluidos como las sales fundidas, el sodio líquido o el gas helio. El calor al rojo vivo transforma un 50% más de la energía de fisión del reactor en energía eléctrica, no en el agua de refrigeración que condensa el vapor de los turbogeneradores. Las nuevas centrales nucleares utilizan aproximadamente la mitad de agua de refrigeración que las actuales”.
Además, dice Hargraves, “el calor caliente también aporta nuevos usos. El calor caliente puede extraer hidrógeno del agua de mar de forma barata, calentar edificios, alimentar separadores electroquímicos para capturar (dióxido de carbono) y dar energía a nuevas refinerías para producir combustibles netos cero a partir del (dióxido de carbono) y el hidrógeno”.
Hargraves es un promotor de los reactores de torio y uno de los fundadores de ThorCon, una empresa que espera construir un reactor de torio en Indonesia.
Sin embargo, el reto subyacente a la energía nuclear y al suministro de electricidad suficiente a la nación, a medida que se convierte en una economía eléctrica, no es la tecnología, sino el dinero. Los primeros reactores de este tipo son caros.
Incluso los reactores de agua ligera de eficacia probada son difíciles de construir. Las dos nuevas unidades de la central de Vogtle (Georgia) se construyeron con 17.000 millones de dólares de sobrecoste y siete años de retraso. La historia del último reactor construido en Finlandia ha sido similar: sobrecostes y retrasos.
Los nuevos reactores son caros, y ese gasto es difícil de calcular. Eso significa que, si la nación quiere electricidad, tiene que pensar en formas de financiar el nuevo futuro de la energía nuclear fuera de las vías tradicionales de financiación. Una central nuclear puede durar 100 años o más, pero el gran obstáculo son los miles de millones de dólares que se necesitan por adelantado.
Se convierte en una cuestión de supervivencia nacional: ¿dispondrá la nación de electricidad suficiente para el futuro o aceptará la escasez de electricidad como factor limitante de la economía?
La industria nuclear no necesita más apoyos. Lo que necesita es un plan, no sobre lo que debe construirse, sino sobre cómo pagarlo, y lo necesita ya.
En Twitter: @llewellynking2
Llewellyn King es productor ejecutivo y presentador de “White House Chronicle” en PBS.