La vivienda: una solución capitalista a una crisis social

Pero hay otros costes, sobre todo para los jóvenes; costes como casarse y tener que vivir con los padres o vivir en una casa colectiva mucho más allá de la edad en que eso es una aventura.
Un gran coste de la crisis de la vivienda es la movilidad laboral.
Uno de los grandes puntos fuertes de la mano de obra estadounidense ha sido su disposición a trasladarse al trabajo, a diferencia de lo que ocurre en algunas partes de Europa, donde los trabajadores han exigido que el trabajo venga a ellos.
Fue esta movilidad la que alimentó el crecimiento de California y hoy está alimentando el crecimiento de Texas, aunque la escasez de vivienda -sobre todo en Austin, la dinámica capital- está empezando a ser un problema.
La movilidad es una característica que hizo de Estados Unidos un país americano: su inquietud, su sentido de la búsqueda de la frontera y del traslado a ella.
Según Dowell Myers, profesor de política, planificación y demografía de la Universidad del Sur de California, a quien entrevisté hace poco en el programa de televisión “White House Chronicle”, en 1985 el 21% de la población se trasladaba cada año, ahora ha bajado al 8%.
Según Myers y otros expertos, la escasez de vivienda se ha ido gestando desde la Gran Recesión de 2008 a 2009. Ha sido multifacética e incluye escasez de dinero disponible para préstamos a constructores, escasez de mano de obra, interrupciones en la cadena de suministro, pero sobre todo leyes locales de exclusión.
En mi opinión, y en la de los arquitectos y promotores con los que he hablado, esas leyes son el mayor problema: los suburbios, en su mayoría engreídos y frondosos, no quieren nuevas casas adosadas o apartamentos. Eso introduce cuestiones subyacentes de clase y raza. En los suburbios, dos de las palabras más temidas son “vivienda asequible”.
Según Myers, la respuesta es construir viviendas de “lujo” en lugar de viviendas designadas para personas con bajos ingresos. Es una opinión que he defendido durante años. Construyamos viviendas de lujo para la clase media y, a medida que la gente ascienda, habrá más viviendas disponibles para la clase baja. Es el capitalismo en estado puro: oferta y demanda en acción. Actualmente tenemos demasiada demanda y poca oferta.
Lo extraordinario de la crisis de la vivienda, que está paralizando a la nación y cambiando su dinámica social y laboral, es por qué no es un tema destacado en este año de elecciones presidenciales.
Es un tema que podría reforzar a los candidatos porque hay cosas a nivel federal que se pueden hacer. Se trata de un problema que afecta a todos. ¿Dónde están las soluciones políticas que vienen de arriba? ¿Dónde están los periodistas políticos que preguntan a los candidatos: “qué van a hacer ustedes con la vivienda, una crisis de aquí y ahora"?
La vivienda pública viene preestigmatizada. La respuesta es el mercado. No es un mercado libre porque está inhibido por la mentalidad de fortaleza-suburbio, pero hay espacio suficiente para que el mercado se acelere, para construir más casas con sólo un pequeño incentivo federal.
Algunas de las casas más atractivas de Nueva Inglaterra se encuentran en molinos y fábricas reconvertidos. Estas grandes estructuras se han convertido en lo que los agentes inmobiliarios llaman “residencias”.
El uso de la palabra residencias, en lugar de apartamentos, denota algo deseable. Que así sea: si funciona, hazlo.
Gran parte de la rehabilitación de las propiedades industriales de Nueva Inglaterra, y de todo el país, ha ido de la mano de incentivos fiscales. En un caso, fueron suficientes para que los promotores construyeran 250 apartamentos en una fábrica de Rhode Island. A lo largo y ancho del país hay propiedades industriales abandonadas que no requieren grandes problemas de zonificación para ser reconvertidas.
Myers, de la USC, que afirma que se necesitan todo tipo de viviendas, señala que construir para quienes pueden permitirse comprarlas funciona de otra manera: impide el aburguesamiento y la agitación social, ya que los pobres son expulsados de sus antiguos barrios, algo que, por cierto, ha sido muy evidente en Washington D.C.
El uso del espacio urbano está cambiando, los centros comerciales fracasan y los edificios de oficinas pierden lustre, y eso se traduce en oportunidades de vivienda. La reutilización no es la única respuesta, y se necesitan muchas viviendas nuevas, pero hay pruebas fehacientes de que funciona, desde las fábricas de Nueva Inglaterra hasta los lofts de Manhattan: se han creado viviendas atractivas a partir de los escombros del pasado.
Construir cualquier cosa en cualquier lugar no es una tarea sencilla, pero una vez que se consiguen los incentivos financieros adecuados, las cosas empiezan a moverse. Se tardarán décadas en solucionar el problema de la vivienda, pero hay que acelerarlo ya.
En Twitter: @llewellynking2
Llewellyn King es productor ejecutivo y presentador de “White House Chronicle” en PBS.