¿Comienza a sufrir el Gobierno de Meloni el desgaste en el poder?
Marco Bucci se presentaba a estos comicios con el logro de, siendo alcalde de Génova, haber hecho construir un nuevo puente en la zona en la que cayó hace seis años el llamado “Ponte Morandi”, mientras Orlando es uno de los históricos dirigentes del Partido Democrático (PD), con el que ha sido en tres ocasiones ministro de Justicia y, ya con el Gobierno Mario Draghi, titular de la cartera de Trabajo.
Con un bajo nivel de participación (poco han ayudado las muy adversas circunstancias meteorológicas), Bucci se ha impuesto por poco más de 8.000 votos a Orlando: los 291.000 sufragios que su candidatura ha recibido suponen el 48,77 % de los votos emitidos, mientras los más de 282.000 de Orlando se quedan en el 47,36 %. A partir de aquí, son muchas las lecturas que se pueden hacer.
La más importante es, claramente, la aplastante victoria de Ely Schlein sobre la romana y presidenta del Consejo de ministros Giorgia Meloni: mientras la joven lideresa de centroizquierda se ha llevado el 28,47 % de los votos, la política romana se ha quedado en un pobre 15,08 %, salvándole el 9,46 % que ha recibido la lista de “Bucci presidente Vince Liguria”, el 8,47 % de la Lega de Mateo Salvini y el 7,98 % de la Forza Italia de Antonio Tajani. En otras palabras, respecto a las elecciones europeas del pasado mes de junio, Schlein ha sido capaz de ganar casi 5 puntos más de apoyo, mientras Meloni retrocede nada más y nada menos que 14.
Con una Schlein liderando la centroizquierda y una Meloni haciendo lo mismo con la centroderecha, ¿por qué no ha ganado el exministro Andrea Orlando? Básicamente, por dos razones fundamentales: la división de la centroizquierda, que no dejó formar parte de la lista a la Italia Viva de Matteo Renzi (sí, en cambio, a la Azione de Calenda, que ha cosechado un paupérrimo 1,75 % de los votos) debido a una inamovible exigencia del Movimiento Cinco Estrellas. Un Cinco Estrellas que, por cierto, ha hecho su enésimo ridículo: el 4,56 % de los votos que ha recibido supone un tercio de lo recibió en las últimas elecciones generales (celebradas en septiembre de 2022).
Y es que, como ya se ha dicho en anteriores ocasiones, no se sabe en este momento qué es Cinco Estrellas: con sus principales líderes retirados de la política (Di Maio, Fico, Toninelli), su intento de reconvertirse en partido de izquierdas no hay sencillamente por dónde cogerlo. Porque, o se vota a una izquierda templada (que es hacia dónde está llevando el partido Schlein) como es el PD, o se vota a una izquierda radical (Alianza Verde e Izquierda), pero Cinco Estrellas no es ni lo uno ni lo otro. Y así les va.
En unos meses llegará el turno de Renzi, que integrará a su partido en la coalición de centroizquierda que se presentará a las elecciones del Gobierno de Emilia-Romagna, una región “rossa” donde gobierna la centroizquierda desde 2014 y donde el mejor Salvini no logró, con el 43 % de los votos en enero de 2020, llevarse el Gobierno para la centroderecha. Aquí será difícil ver a Cinco Estrellas en la coalición de centroizquierda, ya que en las dos últimas legislaturas se ha enfrentado en este territorio al PD y ello le ha situado en la oposición. Así que en Emilia-Romagna lo que se verá es si Renzi está tan liquidado políticamente como Cinco Estrellas, pero lo que ya queda claro es que el partido “anti-política” no está para poner vetos a ninguna formación: seguramente, una vez finalice esta legislatura (que podría llegar hasta septiembre de 2027), firme su acta de defunción, toda vez que ya no tiene sentido de existir. Y es que queda más que acreditado que Cinco Estrellas, sin su célebre “renta de ciudadanía”, no tiene ni identidad, ni implantación territorial, ni menos aún políticos de valía.
Por otra parte, aunque el momento para medir si hay cambio de ciclo político no tendrá lugar hasta dentro de un año (cuando se renueven los Gobiernos del Valle de Aosta, Toscana, Campania, Puglia y Veneto), puede que estemos asistiendo al inicio de la caída de la popularidad de la romana Meloni. Después de haber sobrepasado la importante cifra del 30 % de intención de voto en julio de este año (30,4 % le dio Ipsos, la principal empresa “sondaggista”), la formación de Meloni (Hermanos de Italia) ha bajado al 26,8 %, quedándose parte de su voto la Forza Italia de Tajani al tiempo que se mantiene estable la Lega de Salvini.
En cambio, Schlein ha subido del 19 al 21 % en el mismo lapso, y la centroizquierda, en este momento, suma cerca de un 47 % de voto, frente al 45 % de la centroderecha. ¿Cuál es el problema de la centroizquierda para no desbancar a Meloni de la centroderecha? En primer lugar, que desde el punto de vista parlamentario la centroderecha supera en mucho a la centroizquierda (120 senadores por 80 de la centroizquierda). Y, en segundo lugar, la tremenda división dentro del centroizquierda: Alianza Verde e Izquierda, así como el Movimiento Cinco Estrellas, tienen vetado a Renzi y a los suyos, a pesar de que Schlein lleva meses clamando por la unidad de la centroizquierda. Ya advirtió Renzi el pasado mes de agosto que una posible coalición de centroizquierda resultaba algo “dificilísimo”, pero que había que intentarlo: hoy en día, esto no parece viable.
Pero la realidad más importante de todas es la ley electoral vigente: la “Rosattellum bis” (octubre de 2017) favorece a las coaliciones frente a los partidos que se presentan en solitario. Más allá de los enfrentamientos públicos entre Salvini y Tajani, los partidos de la centroderecha se unen en una sola coalición (lo que han hecho en muchas ocasiones, las dos últimas en 2018 y 2022), mientras que los de centroizquierda tienden a la división. Lo cierto es que, la centroizquierda supera los vetos mutuos, o la centroderecha gobernará de nuevo en la siguiente legislatura.
Una última reflexión: ¿a qué se debe el evidente bajón de la hasta hace poco popularísima Meloni? Lisa y llanamente a que la situación económica y las cuentas públicas presentan cada vez mayor deterioro. Dos datos más que contundentes: en los dos años de vida que lleva el Gobierno Meloni, cada italiano ha visto aumentar su deuda individual en 2.000 euros (ha pasado de 46.000 a 48.000 euros), y el crecimiento es cada vez más bajo: del 8,3 % de 2021 se ha pasado al 3,6 % de 2022, y al 0,9 % de 2023. Y las estimaciones del Ministerio de Economía y Finanzas (encabezado por el legista Giorgetti, un hombre completamente ajeno al mundo económico pero el único que aceptó llevar esta cartera) estiman en un máximo de 0,5 % el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) para este año 2024.
Y es que Meloni tiene un gravísimo problema ante sí: la vuelta al Pacto de Estabilidad, con su célebre 60 % de deuda sobre PIB y déficit del 3 % choca con unas cuentas públicas cada vez más lastradas por un país muy envejecido, con un monstruoso gasto en pensiones (en torno a los 330.000 millones) y con las generaciones de nuevos talentos transalpinos marchándose a otros países por los bajos sueldos que se pagan en la tercera economía de la eurozona.
A la presidenta del Consejo de ministros le encantaría enfrentarse con las autoridades comunitarias, pero los 209.000 millones que recibieron en 2020, a distribuir durante el septenio 2021-27, le tienen sin margen de desafío hacia una Comisión Europea donde su mejor hombre, Raffaelle Fitto, no pasa de vicepresidente (condición que comparte junto a cinco personas más). El Banco Central Europeo está en manos de los franceses (Christine Lagarde es su presidente), y el Fondo Monetario Internacional (FMI) está dirigido por la búlgara Georgieva. Así que, la romana Meloni no tiene quién le apoye dentro de la Unión Europea, al menos entre los países más relevantes.
El pasado 15 de octubre se presentó el anteproyecto o borrador de Presupuestos Generales del Estado, que ahora han de pasar el “visto bueno” del Comisario de Asuntos Económicos para luego ser definitivamente aprobados por el Parlamento italiano en la segunda quincena de diciembre. Muchos no conocen las cuentas públicas, pero, estas, como las francesas y las belgas (las otras economías europeas importantes expedientadas hace meses por infracción del déficit), tienen dos características fundamentales: sustancial aumento de los impuestos y fuerte reducción del gasto público.
¿Saben en cuánto está la prima de riesgo transalpina en estas semanas? Apenas pasa de los 120 puntos básicos. Lo que quiere decir que la antaño “euroescéptica” Meloni, como tantos otros antes, ha cedido por completo ante la “troika” (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea) y asume por completo la “hoja de ruta” que le han marcado los principales organismos económicos y los que tienen parte del dinero que necesita el Gobierno Meloni para llevar a cabo sus políticas (eso sí, ahora sí va a financiar políticas de natalidad tras dos años pensándoselo).
Es de suponer que, tras las elecciones norteamericanas (a celebrar el 5 de noviembre) y el previsible fin de la guerra en Ucrania, las economías del mundo occidental mejoren por una esperable bajada de precios. Pero no por ello Meloni deja de parecerse, y de qué manera, al Matteo Renzi del año 2016. Renzi acabó en casa tras perder el “referéndum constitucional”, durando 1.020 días como presidente del Consejo de ministros. ¿Será capaz Meloni de superarle? Seguramente sí. ¿Por mucho más? Probablemente no. ¿Agotará la legislatura? Eso intentará, pero, al ritmo que va parece una auténtica quimera. Y es que lo sucedido en Liguria, donde se ha ido al 15 % de los votos, parece un aviso en toda regla. Lo que habrá de suceder, lo veremos en meses venideros, aunque parece claro que tenemos una centroderecha cada vez más a la defensiva.
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es Profesor en la Universidad Camilo José Cela (UCJC) y autor del libro Italia, 2018-2023. De la esperanza a la desafección (Madrid, Liber Factory, 2023)