Un cónclave, ¿realmente tan abierto?

<p>Plaza de San Pedro en el Vaticano, el 4 de mayo de 2025 - REUTERS/ALKIS KONSTANTINIDIS&nbsp;</p>
Plaza de San Pedro en el Vaticano, el 4 de mayo de 2025 - REUTERS/ALKIS KONSTANTINIDIS 
Este miércoles 7 de mayo comienza el cónclave para elegir al sucesor del papa Francisco, tras doce años de pontificado del jesuita Jorge Mario Bergoglio

Desde el momento en que falleció (21 de abril) hasta casi la hora de iniciarse en el que será tercer cónclave del siglo XXI (tras los de abril de 2005, donde fue elegido Benedicto XVI, y el de marzo de 2013, donde el pontificado recayó, por primera vez, en un latinoamericano apellidado Bergoglio que quiso ser conocido como “Francisco”), han tenido lugar las llamadas “congregaciones generales”, congregaciones en las que están presentes tanto los cardenales con derecho a voto (todos los menores de 80 años de edad) como los que se han quedado sin posibilidad de votar por haber sobrepasado esa edad: 135 los primeros (aunque, en la práctica, serán 134, ya que el español Cañizares, cardenal-arzobispo de Valencia, no podrá acudir por motivos de salud), mientras que los segundos alcanzan la cifra de 117.

Como era de esperar, el acontecimiento no sólo está generando la tremenda expectación inherente a todo cónclave, sino que, como suele ser previsible, no han parado de sucederse los posibles favoritos a hacerse con la “cátedra” de San Pedro. Entre los italianos, tres nombres son los que más han sonado: Pietro Parolin, por ser el aún secretario de Estado y, por ello, “número dos” de la Santa Sede; Matteo Maria Zuppi, cardenal-arzobispo de Bolonia y hombre de marcado perfil social (que es precisamente lo que sobresalió en el pontificado de Francisco); y el franciscano Pierbattista Pizzaballa, en este momento patriarca de Jerusalén. Fuera de Italia, pero dentro de Europa también han sonado con fuerza los nombres de Péter Erdö, cardenal-arzobispo de Esztergom-Budapest (Hungría); y el salesiano Cristóbal López Romero, cardenal-arzobispo de Rabat y administrador apostólico de Tánger (Marruecos).

Mientras, entre los no europeos el nombre que suena con más fuerza es el del filipino Luis Antonio Gokim Tagle, antiguo cardenal-arzobispo de Manila y ahora al frente de la Sagrada Congregación para la Evangelización (el prefecto era el ya fallecido papa Francisco, desde junio de 2022), y quien puede ser considerado el candidato más fuerte por el continente asiático. En el caso de África, el favorito para salir es el franciscano Fridolin Ambongo Besungu, cardenal-arzobispo de Kinshasa (República Democrática del Congo). 

Finalmente, entre los latinoamericanos no ha sonado realmente con fuerza ningún candidato, pero no puede dejar de tener en cuenta a Odilo Pedro Scherer, cardenal-arzobispo de Sao Paulo (Brasil) y que ya estuvo entre los favoritos en el cónclave de 2013: en contra suya juega precisamente el hecho de que volvería a generarse la misma situación que con Benedicto XVI y Francisco, esto es, elegir pontífice a un cardenal de edad avanzada (en septiembre de este año cumpliría los 76 años). Recordemos que, en el caso de Benedicto XVI, acababa de cumplir los 78 años en el momento de su elevación al solio pontificio, mientras Francisco iba camino de los 77 cuando en marzo de 2013 se anunció que era el sucesor del ya Papa emérito Ratzinger.

Este cónclave tiene varias particularidades que no deben pasarse por alto. La primera de ellas, que no sólo hay un secretario de Estado, sino que también existe un grupo de cardenales que forman parte de un organismo creado por Francisco, el “Consejo de Cardenales”. Un consejo del que, por cierto, forma parte un español, el aragonés Omella, en la actualidad cardenal-arzobispo de Barcelona y quien fue entre 2020 y 2024 presidente de la Conferencia Episcopal española. Lo que supone que tenemos un buen número de lo que se denomina “king-makers”, es decir, cardenales que, en la mayoría de los casos, no esperan ser elegidos pero que pueden tener capacidad de movilizar un buen número de votos.

La segunda particularidad es que realmente no hay ningún favorito claro, así que no se puede decir aquello de que “el que entre Papa en un cónclave, acaba saliendo cardenal”. Da la impresión de ser Tagle que el que más posibilidades tiene: no pertenece al Consejo de Cardenales, pero fue elevado al cardenalato ya en tiempos de Benedicto XVI, tiene un marcadísimo perfil social y pertenece a uno de los países más católicos del mundo. Y, además, con mucha habilidad ha marcado un perfil bajo: muy pocas declaraciones, muy poco afán de protagonismo y seguramente muchas horas dedicadas a conversar con los cardenales (muy numerosos, por cierto) que llegan a Roma con un muy escaso conocimiento del Colegio Cardenalicio y que además no se encuentran condicionados por ningún elemento externo a la hora de votar.

La tercera particularidad (y, seguramente, la más destacada) es que en este cónclave la inmensa mayoría de los cardenales han sido nombrados por el recién fallecido pontífice, quien celebró consistorios todos los años de su pontificado a excepción del año 2021. Consistorios en los que se nombró numerosos cardenales africanos, asiáticos y hasta de Oceanía, universalizando más que nunca la Iglesia (recordemos que “católico” significa, en griego clásico, “universal”). 

Los cónclaves deparan todo tipo de sorpresas. Ha habido claros favoritos que han salido tal y como se esperaba: los casos más claros, Pío XII en 1939, Pablo VI en 1963 y Benedicto XVI en 2005. Pero también ha habido monumentales sorpresas: la de Bergoglio en 2013 lo fue, pero la de Karol Wojtyla, elegido el 16 de octubre de 1978 y conocido con el nombre de “Juan Pablo II” batió todas las plusmarcas, sobre todo por su juventud (ni siquiera había llegado a los 60 años de edad, lo que explica que su pontificado fuera el tercero más largo de la historia de la Iglesia, con una duración de nada más y nada menos que de 26 años y medio) y quien no sólo no era italiano, sino que venía de un país bajo dictadura comunista en plena Guerra Fría.

Lo cierto es que, igual que mientras dura el cónclave el secreto es absoluto, posteriormente se sabe qué ha sucedido en la Capilla Sixtina durante los días de deliberación y votación de los “príncipes de la Iglesia” con derecho a voto. Y las informaciones que se conocen dejan claro que normalmente todo queda reducido a dos, máximo tres, candidatos. En el caso de Benedicto XVI, fue en cabeza desde el primer momento, y la alternativa (precisamente quien le sucedería, Jorge Mario Bergoglio) fue en todo momento muy por detrás. La realidad es que, aunque suele requerirse al menos entre cuatro y cinco votaciones, desde la primera ya se ve quiénes son los auténticos “papables”.

¿Quién será finalmente el elegido? Para los que somos católicos, sólo la Divina Providencia lo sabe. Pero da la impresión de que en esta ocasión tiene más importancia el componente geográfico que el ideológico: no será una votación entre conservadores y aperturistas, sino entre europeos o partidarios de que el papado vuelva al Viejo Continente o, por el contrario, definitivamente siga fuera de él. Desde luego, da la impresión de que, si Francisco pudiera escoger a su sucesor, querría un no europeo. En relación con ello, si latinoamericanos, africanos y asiáticos se organizan en torno a un candidato, podemos estar ante un cónclave breve, con seguramente un asiático o un latinoamericano como nuevo “Vicario de Cristo”. Y, de poder escoger, lo mejor será que esté por encima de los 60 años y por debajo de los 70: un pontificado más duradero que los dos anteriores pero que no llegue a las más de dos décadas y media del de Juan Pablo II. 

Veremos qué sucede en un cónclave, el primero de esta década, que seguramente está mucho menos abierto de lo que se cree. Lo sabremos con el tiempo. Que los señores cardenales acierten en su elección y, sobre todo, que haya unidad: bastante división y polarización hay ya en el mundo como para que en la Iglesia Católica también esta tenga lugar. Ya sabemos la fecha de inicio: 7 de mayo. ¿Finalización? Solo Dios lo sabe.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor de Derecho Eclesiástico del Estado en la Universidad Camilo José Cela (UCJC).