La llamativa tranquilidad de la política italiana
Ningún ministro, con o sin cartera, ha presentado hasta el momento su dimisión; y solo un subsecretario, el polémico presentador y divulgador del arte Vittorio Sgarbi, ha salido del actual Ejecutivo. Ninguna persona se atreve a discutir el nombre de Meloni para seguir presidiendo el Consejo de Ministros, y tampoco se ve movimiento alguno entre grupo parlamentarios en una vida política donde el “transfuguismo” se ha hecho celebre, pero que ahora mismo no se da.
Todo esto tiene una razón de ser inmediata: el apabullante triunfo electoral del centroderecha sobre un dividido centroizquierda en las últimas elecciones “políticas”, que llevó a que, solo en el Senado, a Meloni le sobraran casi dos decenas de votos para seguir manteniendo la “maggioranza”. No resulta de extrañar, por ello, que alguien con evidente afán de notoriedad como es el ex “premier” Matteo Renzi, lleve un año haciendo campaña para las elecciones al Parlamento Europeo que se celebrarán el 9 de junio, ya que sabe que en política nacional no tiene mejor que cosa que hacer que asistir a las reuniones del Senado y, de vez en cuando, hacer campaña en las elecciones al gobierno de una región concreto (la última, Basilicata).
Se ha dicho, hasta la saciedad, que Italia era un país ingobernable, y que los gobiernos tenían una duración media de poco más de un año. Pero no esto no responde a la realidad. ¿Saben algunos que, desde el año 1996, todas las legislaturas han durado los cinco años que marca la Constitución de 1948, con la excepción de la de 2006-08 y la de 2018-22, ésta última por cierto a solo seis meses de cumplir los citados cinco años? ¿Saben igualmente, esos mismos, que ya son tres los primeros ministros que han logrado que su Gobierno dure, al menos, 1.000 días, que es casi como decir tres años consecutivos? Porque el ya fallecido Silvio Berlusconi lo logró entre 2001 y 2005, y entre 2008 y 2011; que Bettino Craxi había hecho ya antes lo mismo entre 1983 y 1986; y que, Matteo Renzi, a pesar de convertirse en primer ministro con tan solo 39 años de edad recién cumplidos, logró también más de 1.000 días consecutivos de Gobierno entre febrero de 2014 y diciembre de 2016.
Es más, si tomamos como referencia la historia de la Italia republicana (junio de 1946-), observamos que Alcide de Gasperi fue capaz de encadenar ocho Gobiernos consecutivos entre 1945 y 1953; o que la legislatura 1963-68 (también cuatro años y medio de duración sólo conoció un mismo primer ministro (Aldo Moro, al frente de tres Gobiernos consecutivos). No sólo eso, sino que la Democracia Cristiana (DC) ganó todas las elecciones de ámbito nacional entre 1946 y 1992, con la excepción de las europeas de 1984. Así que inestabilidad hay, pero mucho menos de la que se cree. Y ahora el centroderecha se apresta a estar una legislatura entera en el poder: lo peor que le puede pasar a Meloni en este momento es que el presidente Mattarella le pida que haga un cambio de Gobierno a mitad de legislatura, con lo que la XIX Legislatura se dividiría entre Gobierno Meloni-I y Gobierrno Meloni-II.
Tan “aburridos” están los políticos transalpinos, que ahora, de cara a las elecciones al Parlamento Europeo, han decidido “candidarse”, aunque los votantes sepan que ni Meloni, ni Salvini ni Schlein, por citar algunos nombres, tienen la más mínima intención de marcharse a Europa. En realidad, sólo dos personas están “candidándose” con la vista puesta en un futuro en las instituciones comunitarias. Una de ellas es Matteo Renzi, que forma parte de la candidatura “Con Emma Bonino por los Estados Unidos de Europa”, y que espera que de la mano de su amigo el presidente francés Macron pueda lograr algo de relevancia que de un impulso a una carrera virtualmente estancada: la presidencia del Consejo Europeo, la puesta en marcha del Ejército europeo (que Macron quiere y del que Renzi es uno de sus más firmes partidarios), o, como recompensa menor, una comisaría importante (recordemos que otro expresidente del Consejo de Ministros, Paolo Gentiloni, ha sido el comisario de Asuntos Económicos desde 2019 hasta el momento presente).
La otra persona que se “candida” es Antonio Tajani, líder de Forza Italia. Aunque en este momento es viceprimer ministro y titular de Asuntos Exteriores, posee muy buenos contactos en la Unión (recordemos que, además de haber sido europarlamentario y comisario durante más de veinte años, llegó incluso a presidir la Cámara comunitaria). Al igual que Renzi, piensa que él también puede ser presidente del Consejo Europeo, e incluso presidente de la Comisión, aunque, en realidad, el más anhelado por todos no es otro que el prestigioso economista y financiero Mario Draghi.
Fuera de ellos, lo que están haciendo el resto de los líderes en relación a las elecciones al Parlamento Europeo no es más que puro “postureo”. Y alguno/a arriesgando más de la cuenta. Es el caso de Ely Schlein, secretaria general del Partido Democrático (PD) desde febrero de 2023. Esta joven jurista boloñesa va de derrota en derrota (Lazio, Lombardía, Unmbria, Basilicata, etc.) y su paupérrimo bagaje se reduce a una victoria en las elecciones al gobierno de Cerdeña que ganó por la mínima y gracias a la falta de colaboración entre los tres partidos del centroderecha.
El principal riesgo de Schlein es que, no sólo no es capaz de levantar en las encuestas el lamentable 19% de voto que obtuvo el PD en las elecciones de septiembre de 2022, sino que puede que incluso ni siquiera supere lo obtenido hace cinco años por Nicola Zingaretti (22,9% de los votos). Zingaretti tenía, además, la ventaja de que había sido elegido secretario general del partido solo tres meses antes, con lo que apenas tenía margen de maniobra, y que estaba apoyado por el aparato del partido (además de dominar una de las corrientes importantes del PD). Ahora, Schlein, que no lleva tres meses al frente del partido, sino que, cuando se celebren las elecciones europeas, habrá transcurrido casi año y medio desde que sorprendentemente ganara las primarias del PD, se arriesga a, con un pobre resultado, ser defenestrada por los “pesos pesados” del partido. Un partido que, desde su fundación allá por octubre de 2007, ha sido aplastado en las elecciones generales de 2008, 2018 y 2022, y que ganó por la mínima de las de 2013. Y que además lleva ya cuatro secretarios generales electos y tres más interinos: ¿no deberían ir pensando ya en una refundación? Más les valdría.
Y eso que la presidenta Meloni no está haciendo nada de particular: el país pasó de un crecimiento de +3,8 en 2022 a +0,9% en 2023, y en este primer trimestre del año no ha logrado sumar más que un pobre +0,3%. Eso sí, la deuda nacional sobre PIB ha vivido una sustancial mejora en los últimos tiempos: se ha pasado del 147,1% al 137,3% al finalizar 2023. Pero ni siquiera estas cifras pueden ocultar esta realidad, ya que se debe a la pérdida de población: si el italiano medio debía en 2021 45.410 euros, ahora esta cifra asciende a 48.535. La prima de riesgo está bastante baja (134 puntos porcentuales), y las cuentas públicas, en orden, pero lo cierto es que la ciudadanía transalpina se ha resignado a que no haya alternativa política a pesar de que importantes cambios estructurales siguen estando pendientes. Hartos de Renzi y de Salvini, en los últimos tiempos no ha aparecido ningún político de entidad, así que Meloni tiene razones para estar muy tranquila.
En lo que sí parece haber tenido logros significativos la política romana ha sido en el tan controvertido tema migratorio: tras firmas acuerdos con el Gobierno albanés y con el egipcio, sigue habiendo flujos de inmigrantes irregulares, pero en una cantidad mucho menor. Es lo que tiene haber pasado del euroescepticismo al europeísmo: que ahora las autoridades comunitarias sí le ayudan, a cambio de que se olvide de los Trump y compañía. Y eso tiene sus efectos muy positivos.
Hay que remontarse a la XVII Legislatura (2023-18) para ver cumplidos los cinco años establecidos por la Constitución. Pero, al menos hoy en día, todo parece indicar que veremos esta legislatura cumplir de nuevo cinco años de vida. Y es que los once años (2011-22) que pasó el centroderecha de “travesía por el desierto” han sido un “lapso” de tiempo excesivamente duradero en el tiempo para una parte del arco parlamentario tradicionalmente acostumbrada a tener la presidencia del Consejo de Ministros. De ahí que vivamos una etapa de llamativa tranquilidad que, eso sí, puede ser alterada por la natural tendencia que tiene la clase política transalpina a buscar conflictos. Eso sí, hoy en día, ni se barrunta ni nada indica que vaya a tener lugar.
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor en la Universidad Camilo José Cela (UCJC) y autor del libro “Italia, 2018-2023. De la esperanza a la desafección” (Líber Factory, 2023).