La primera ministra Meloni, del euroescepticismo al europeísmo en solo año y medio de Gobierno

Durante una década completa, desde que cofundó (junto con Guido Crossetto) el partido “Hermanos de Italia” allá por 2012 hasta el momento en convertirse en presidenta del Consejo de Ministros (convirtiéndose en la primera mujer que asumía la Jefatura del Gobierno transalpino en 76 años de vida republicana), destacó por su actitud “euroescéptica” ante el proceso de construcción europea, y ello a pesar de que su país ostentaba la categoría de “país fundador, ya que la República de Italia estuvo en tanto la firma del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea para el Carbón y el Acero (CECA, 1951) como igualmente en la firma del Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea (CEE, 1957).
Meloni, como buena romana, era una clara partidaria del Estado centralista, pero, de cara a la construcción europea, manifestaba importantes reservas, por no decir que no faltaban ácidas críticas de la Unión Europea: por poner un ejemplo, a la llamada “Troika” (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea) le llamaba “caballo de Troya” en la política de interna de cada país. Y a decididos europeístas como anteriores presidentes del Consejo de Ministros del tipo Matteo Renzi, Paolo Gentiloni y Mario Draghi, les dedicó auténticas “lindezas” dialécticas por considerarles “vendidos” a las autoridades comunitarias.
Además, ella podía estar tranquila porque pertenecía a una poderosa familia europea: “Reformistas y conservadores” se encontró liderada, durante años, por el Reino Unido, la segunda economía europea y un país que se negó en todo momento a entrar en la moneda única.
Claro que todo cambiaría con el célebre “Brexit” de 2016. Ante los ojos de un atónito David Cameron, primer ministro británico desde 2010, los ciudadanos del Reino Unido votaron mayoritariamente salir de la Unión Europea. Lo que se acabaría consumado en diciembre de 2020 con el llamado “Acuerdo de Retirada”, que ha dejado al Reino Unido fuera de la Unión Europea: cada vez son más los británicos que se lamentan de aquella votación (¿a quién se le ocurre salir del “club de ricos” que es la Unión Europea cuando además te han consentido que la ciudad de Londres sea un auténtico “islote fiscal” y te han dado la posibilidad de mantener la moneda nacional, que no es otra que la libra esterlina?), pero les va a costar “Dios y ayuda” poder volver a Unión si es que finalmente el siguiente gobierno (previsiblemente laborista) lo solicita.
Cuando los británicos se marcharon, Meloni no se quedó muy preocupada: pensar que ella, casi tres años después, se convertiría en “premier”, constituía una auténtica quimera. Su compañero de coalición, Matteo Salvini, seguía con una muy importante intención de voto, y, en el lado contrario, el Partido Democrático (PD) no salía de la permanente atonía a pesar de que contaba con un nuevo líder, Nicola Zingaretti, a quien, por cierto, ya solo se le recuerda por haber batido una plusmarca única: ser el primer líder del PD elegido en primarias que no llegó a ser candidato a unas elecciones generales (dimitió en marzo de 2021 y las elecciones generales se celebraron en septiembre de 2022).
Pero lo que no sabía Meloni es que, sin hacer ella ninguna cosa en particular, todo se le iba a poner de cara: Matteo Renzi terminó de hartar a los votantes cuando hizo caer, en enero de 2021, el Gobierno formado por la coalición PD-Cinco Estrellas, y, a su vez, “il altro Matteo” (Salvini) hartó aún más a la ciudadanía al hacer caer el Gobierno Draghi (julio de 2022) cuando ya en agosto de 2019 había sido clave en la salida de su partido de la coalición con Cinco Estrellas que llevaba gobernando el país desde junio de 2018.
Con Renzi y Salvini caídos en desgracia, un PD prácticamente descabezado, y un Cinque Stelle convirtiéndose en el gran fiasco de la XVIII Legislatura (2018-22), Meloni, creyente o no (parece que sí), se encontró con que “Dios había venido a verla”: pasó a liderar las encuestas de intención de voto y, cuando llegó el momento de celebrar las elecciones generales se llevó un 26% de apoyo cuando llevaba años moviéndose entre el 3 y el 5%. Lo nunca pensado: la misma Meloni que en junio de 2016 hubiera sido feliz convirtiéndose en alcaldesa de Roma (al final este puesto la ocupó la “pentastellina” Virginia Raggi), veía que solo seis años y tres meses después pasaba a ser la nueva presidenta del Consejo de Ministros, y con toda una legislatura por delante (la XIX debería ir de septiembre de 2022 a septiembre de 2027, toda vez que el centroderecha que ella lidera tiene una amplísima “maggioranza” en el Parlamento).
Meloni, que hasta ese momento sólo sabía de la vida parlamentaria, en la que llevaba desde el año 2006, se encontró liderando un Ejecutivo donde apenas ninguno le podía hacer sombra. Además, el 8,3% de crecimiento del PIB que había logrado Mario Draghi en 2021 le aseguraba un año más de crecimiento (que en 2022 sería del 3,3%), a lo que había que añadir parte de los 209.000 millones de euros del “Recovery Fund” aprobado por las autoridades comunitarias en julio de 2020 y destinado a la tercera economía de la eurozona (el país que recibió, con diferencia, más cuantía del conjunto de un fondo que alcanzaría los 750.000 millones).
Lo que sí que no logró Meloni fue que un economista de primer nivel quisiera asumir la importantísima cartera de Economía y Finanzas: los “noes” de Daniele Franco, Fabio Panetta y otros se sucedieron sin tregua. Así que tuvo que darle esta cartera a la “mano derecha” de Salvini, Giorgetti, un hombre que había pasado por la prestigiosa Universidad Bocconi, pero que seguramente, desde 1989, cuando concluyó la carrera de Ciencias Económicas, no había leído ni media página de economía. Menos mal que le iban a ayudar las portentosas mentes de Mario Draghi y Daniel Franco, quienes le hicieron los Presupuestos Generales del Estado para el año 2023, que pasaron sin mayores problemas el trámite parlamentario.
Lo que sí que no pudo evitar Meloni fue una auténtica debacle en la política migratoria. Al no pertenecer ni a la familia “popular” (la más importante), ni a la socialista (la segunda con más fuerza) ni la liberal (donde está su muy poco querido presidente francés Macron), Meloni se vio completamente sola para afrontar las numerosas oleadas de inmigrantes irregulares, logrando superar la “plusmarca” de Matteo Renzi en 2015: de los 153.000 que llegaron en tiempos del político toscano se pasó a los 159.000 de 2023. Un desastre en toda regla.
Afortunadamente para ella, dos ministros suyos (el vicepresidente y titular de Asuntos Exteriores, Tajani, y el ministro para la gestión de los fondos europeos, Fitto) le hicieron ver que, o transitaba hacia el europeísmo, o la debacle iría a más. En otras palabras: más acercarse al Partido Popular Europeo (PPE), y más olvidarse de ilustres enemigos de la Unión Europea (como Donald Trump, imparable hacia un nuevo mandato presidencial en Estados Unidos) o de partidos como VOX en España y Ley y Justicia en Polonia, ambos en la oposición.
Meloni, que es persona inteligente (y, como diría el prestigioso periodista Bruno Vespa, una persona “con enorme capacidad de resistencia”), comenzó a acercarse a la línea ortodoxa europea. Primer paso: tanto borrador o anteproyecto, como proyecto en sí, de Presupuestos Generales del Estado para 2024, cumpliendo los objetivos de déficit y de deuda marcados por la Unión Europea. La agencia de calificación “Fitch”, que amenazaba con calificar la deuda nacional transalpina como “bono-basura”, vio claro este gesto y no sólo le mantuvo en la calificación de gobiernos anteriores, sino que incluso habló de evolución con “perspectiva positiva”. Y es que Meloni sólo hizo un pequeño “desmarque” respecto a la línea oficial europea: no ratificar el “Mecanismo Salva-Estados” o MES, a diferencia de los otros 26 países miembros de la Unión. Un desmarque que era “de cara a la galería”, porque esa ratificación la puede realizar la tercera economía de la eurozona cuando lo considere conveniente. Y, además, no podía evitar ese desmarque, ya que necesitaba los votos de su compañero de coalición Salvini, el más furibundo enemigo de la Unión Europea, para que los presupuestos salieran adelante, y Salvini nunca diría “sí” al MES.
La realidad es que la antaño “euroescéptica” Meloni se ha convertido en la principal aliada de los jefes de Estado y de Gobiernos europeos, y no puede estar más en la línea oficial de la actual Comisión Europea, que ya ha entrado en funciones ante la celebración de elecciones al Parlamento Europeo para la primera quincena de junio.
Eso ha hecho posible que Meloni, ahora sí, pueda poner todo de su parte para mitigar el problema migratorio: ya hay acuerdo con el Gobierno albanés para controlar la ruta de los Balcanes; igualmente, hay acuerdo con el Gobierno egipcio para taponar todo lo que viene del mundo árabe; y ahora ha dado un tercer paso enviando un contingente de 270 militares para controlar el territorio de Níger, en pleno “Sahel” africano. Una medida que supone un paso en impedir la actividad de las mafias que trafican con seres humanos, pero que no pasa de ser un mero parche: 270 militares han de controlar un territorio, el de Níger y la vecina Libia que, entre ambos países, ¡suman hasta 10 veces la superficie de la península itálica! Así que no da la impresión de que este pequeño contingente de militares vaya a hacer mucho: es más, podría decirse que van a poner realmente en riesgo sus vidas.
Lo cierto es que, Meloni, de cara a las negociaciones posteriores a la renovación de la Eurocámara, y en las que se han de elegir presidente/a de la Comisión Europea (con sus vicepresidentes y sus 27 comisarios), presidente/a del Consejo Europeo, y encargado/a de dirigir la diplomacia comunitaria, además de, lógicamente, el nuevo presidente/a del Parlamento Europeo (que hace años que se reparten en dos mandatos diferentes), va a ir completamente de la mano de los “populares” europeos. Y allí se quedará si ve que el tema migratorio afloja sustancialmente.
Claro que, de no ser así, hay que recordar que Meloni, que el pasado mes de enero cumplió ya 48 años, nunca ha sido una europeísta convencida: lo ha hecho por hacer “de necesidad, virtud”. La realidad es: ¿quién pensaba que aquella persona muy crítica con la construcción europea iba a ponerse del lado de sus adversarios políticos? Es lo que tiene gobernar: que te obliga a un auténtico “baño de realismo”. En eso está Meloni: ¡quien te ha visto y quién te ve! Y es que en política no solo se ve todo, sino que todo es posible.
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor en la Universidad Camilo José Cela (UCJC) y autor del libro “Italia, 2018-2023. De la esperanza a la desafección” (Madrid, Líber Factory, 2023).