Mario Draghi y sus posibilidades de ser presidente de la Comisión Europea (o del Consejo Europeo)
Recordemos que, salvo Christine Lagarde, que tiene mandato al frente del BCE hasta 2027, todos los demás puestos deben ser renovados: presidencia del Parlamento Europeo; presidencia de la Comisión Europea (incluyendo a los vicepresidentes y los 27 comisarios europeos, uno por cada país miembro de la Unión); dirección de la Política Exterior; y, finalmente, presidencia del Consejo Europeo. Y para dos de ellos en concreto, la presidencia de la Comisión y la presidencia del Consejo, uno de los nombres que suenan con más fuerza para ocuparlo es el de Mario Draghi, quien en septiembre de este año cumplirá los setenta y siete años, pero que se mantiene completamente activo.
Comencemos por lo primero: ¿quién, con poder real, está detrás de esta doble candidatura de Draghi? Ese no es otro que Emmanuelle Macron, presidente de la República francesa y en este momento el líder más fuerte en el conjunto de la Unión ante la debilidad de los socialdemócratas en Alemania, las limitaciones económicas del Gobierno Meloni y el bloqueo real que en este momento sufre el Gobierno presidido por el socialista Pedro Sánchez.
Macron ya logró en 2019 hacer de “king-maker” en el reparto de puestos de aquel año y, además de colocar a su compatriota Lagarde al frente del BCE (la abogada francesa era en ese momento directora gerente del Fondo Monetario Internacional, FMI), pactó con los alemanes el nombre de la hasta entonces ministra germana de Defensa Von der Leyen para que presidiera la Comisión. Pero, cinco años después, y a pesar de que cuenta con el apoyo de la principal familia europea (la “popular o conservadora”, sustanciada en el Partido Popular Europeo), Macron ya no quiere ver más a Von der Leyen presidiendo la Comisión, y, para ello, ningún elemento más efectivo que poner un nombre de prestigio encima de la mesa: ese nombre es, claro está, el de Mario Draghi.
Hasta el momento, Draghi ha guardado silencio, pero personas cercanas a él aseguran que no quiere ni ser presidente de la Comisión ni presidente del Consejo (por cierto, ambos puestos poseen el mismo rango). Pero no es menos cierto que Draghi manifiesta cada vez más su preocupación por la deriva que está tomando la construcción europea (“esto no puede seguir así”, ha dicho en reiteradas ocasiones) y, por otra parte, la construcción europea está en la fase en la que mejor se desenvuelve Draghi, que es la Unión Bancaria y Monetaria.
Lo que sí se percibe desde hace tiempo es que, para los puestos de mando de la Unión, cada vez se recurre más a personas de peso. Pongamos un ejemplo: la presidencia del Consejo Europeo y la dirección de la Política Exterior. Los primeros elegidos para estos puestos fueron, hace ya casi década y media, el “gris” belga Herman van Rompuy y la baronesa Catherine Ashton (en este segundo caso no sería, por cierto, posible ver a una británica al frente de la diplomacia europea, ya que el Reino Unido no forma parte de la Unión Europea desde diciembre de 2020). Ahora, en cambio, el presidente del Consejo Europeo es Charles Michel, belga como Van Rompuy, pero ostensiblemente más joven y persona claramente de más peso dentro de las instituciones comunitarias. Y es que, ante la posibilidad de que se realice una macroampliación de la Unión Europea, que pasaría en cuestión de poco tiempo de los 27 miembros actuales a nada más y nada menos que 50, va a hacer falta contar con los mejores políticos europeos del momento, y no con personas que van a las instituciones comunitarias como lugar de “retiro dorado”.
De ahí que se barajen nombres relevantes para los puestos de mando, como el holandés Mark Rutte, primer ministro entre 2010 y 2023, o de Matteo Renzi, que, aunque con la carrera aparentemente finalizada en su país, no deja de ser el presidente del Consejo de Ministros más joven de la historia de la Italia republicana (ni siquiera tenía 40 años cuando se convirtió en “premier” allá por febrero de 2014). Y hay más nombres, como el portugués António Costa, con el que Portugal ha salido de una situación de “rescate” financiero a estar entre las economías europeas más pujantes; algunos de los líderes escandinavos; e incluso algún “tapado” de los países de la Europa del Este. No hay que olvidar que es una búlgara, Kristalina Georgieva, quien sustituyó a Lagarde al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI) hace casi cinco años.
El principal problema para la candidatura de Draghi es, precisamente, su edad: 77 años son muchos para dirigir durante cinco años un equipo de 27 comisarios, e igualmente lo son para estar viajando constantemente ejerciendo de presidente del Consejo Europeo. Todo ello sin olvidar que Draghi lleva más de medio siglo trabajando: huérfano de padre y madre desde los 16 años, a esa edad tuvo que ponerse a trabajar en su Roma natal para sacar adelante a sus dos hermanos menores. Tras realizar la tesis doctoral en la Instituto Tecnológico de Massachusetts (una de las tres universidades más prestigiosas del mundo), bajo la dirección del Premio Nobel de Economía Franco Modigliani, Draghi fue docente en varias universidades transalpinas; trabajó durante una década en la Dirección General del Tesoro; estuvo en la banca privada al más alto nivel; ejerció como gobernador del Banco de Italia; dirigió en la etapa más dura y con el mayor éxito posible el Banco Central Europeo (BCE); y, finalmente, como “premier” logró que su país creciera en el año 2021 una cifra (+8,3% del PIB) no vista desde la década de los ochenta.
Todo indica que Draghi no aceptará ningún puesto de mando más, aunque hay lugar para la sorpresa: pocos esperaban que, en febrero de 2021, con 73 años de edad, aceptara ser presidente del Consejo de Ministros, y finalmente lo hizo. Además, es seguramente el líder europeo más destacado con diferencia de toda su generación: no hay quien le pueda hacer sombra. Y no hace falta decir que la capacidad persuasoria del presidente Macron, junto con un cerrado apoyo del actual Gobierno de centroderecha transalpino, pueden empujarle a aceptar algo a lo que, desde un punto de vista de su avanzada edad, podría negarse con la mayor de las tranquilidades.
En realidad, sólo hay un puesto que con toda seguridad Draghi quiere obtener como colofón a su vida pública: la presidencia de la República, en la que, en cambio, sí posee una edad perfecta para asumirla. Pero la realidad es que el actual jefe del Estado, Sergio Mattarella, se encuentra en plenitud de facultades y con más popularidad que nunca, y su mandato no expira hasta febrero de 2029. Además de que no hay que olvidar que los parlamentarios que deben elegir al presidente de la República, como ya se vio en la última elección (febrero de 2022), tienen una clara tendencia a elegir a un político y no a un completo independiente como es Mario Draghi, sobre el que nadie puede influir.
Pero no adelantemos acontecimientos: primero ha de renovarse el Parlamento Europeo, y luego vienen meses de duras negociaciones para elegir los diferentes puestos de mando. Lo único claro es que Draghi sigue en activo y que no oculta su preocupación por la marcha de la construcción europea: ¿hasta dónde puede llegar la capacidad de sacrificio de este portentoso economista y financiero? El tiempo lo dirá
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor en la Universidad Camilo José Cela (UCJC) y autor del libro “Italia, 2018-2023. De la esperanza a la desafección” (Madrid, Líber Factory, 2023).