La denodada lucha de Zelenski contra la corrupción
Si la corrupción, al fin y al cabo, una estafa al conjunto de los ciudadanos contribuyentes es deleznable en países que viven y comulgan con los hábitos de una democracia homologada, es aún mucho peor si se produce en un país en guerra que lucha a brazo partido por su propia supervivencia.
La Ucrania previa a ser invadida y bombardeada por la Rusia de Vladímir Putin ya estaba considerada como uno de los territorios más corruptos del mundo. La caída del comunismo, que dio paso a un gigantesco proceso de privatización de empresas y bienes públicos, multiplicó hasta límites insospechados las fortunas de los más avispados, además del correspondiente tráfico de comisiones, mordidas, coimas y astillas para toda la escala de funcionarios con algún poder de decisión por pequeño que fuera.
Volodimir Zelenski es en sí mismo un presidente que llega a la máxima magistratura de Ucrania por el hartazgo de un pueblo al que los políticos le han terminado por acostumbrar a verlos como parásitos chupasangres, incapaces de preocuparse siquiera sea de soslayo por resolver los problemas del país. Tan acostumbrados estaban en Rusia y en la propia Ucrania a verificar a diario ese aforismo de que todo hombre tiene un precio, que a Putin le llegan a convencer de que la operación especial en Ucrania será un paseo militar de apenas tres días, culminando en la ocupación de Kiev, apresando a Zelenski y ofreciéndole un avión y un buen puñado de billetes para el exilio.
La sorpresa, sumamente desagradable para Putin y su entorno, y casi increíble para la Unión Europea y Estados Unidos, es que Zelenski no aceptó ni el puente de plata ni las dádivas que le ofreció el Kremlin, se puso a la cabeza literalmente de las tropas y del pueblo de Ucrania y se convirtió en la persona más decisiva para hacer bascular la historia de Europa. Su vestimenta militar de faena se convirtió en el reflejo de su propia austeridad personal, tanto más ostensible cuantos mayores eran sus peticiones y exigencias de ayuda a la comunidad internacional.
Pronto le informarían a Zelenski de las irregularidades y corruptelas que se estarían fraguando a sus espaldas, tanto más graves cuanto que Ucrania, además de resistirse a quedar reducido plenamente a escombros, contabiliza a diario sus cientos o miles de muertos y heridos (como en toda guerra no se facilitan cifras oficiales ciertas y fiables). La historia enseña que en tales situaciones se producen no pocos actos heroicos, pero también muchos de cobardía y escaqueo. La lucha por la supervivencia transforma las mentes, y muy a menudo la línea que separa merecer un monumento o el patíbulo es extremadamente delgada.
Ahora, el presidente ha relevado a su ministro de Defensa, Oleksi Reznikov. Lo ha hecho alegando “un cambio de enfoque y su deseo de que haya más y mejor interacción entre las Fuerzas Armadas y la población civil”. Reznikov no está acusado de nada, pero él mismo ha tenido que admitir que era el responsable máximo de las contratas y adquisiciones de equipamiento irregulares, escándalo que afloró a principios de este año, poco antes de cumplirse el primer año de la guerra.
También había aflorado otro escándalo que amenazaba con provocar una revuelta, sobre todo entre las clases más desfavorecidas. Responsables de los centros de reclutamiento habrían validado, desde el principio mismo de la contienda, expedientes médicos de candidatos a los que se les había dispensado de integrarse en el Ejército a cambio de los correspondientes sobornos.
Son actuaciones que se han producido en prácticamente todos los países y en todas las latitudes desde el momento en que se establece una obligación y alguien tiene el poder de dispensarte de cumplirla o de atenuar su grado de peligro y dureza. Además de revisar minuciosamente cada uno de esos expedientes y determinar posibles responsabilidades, el presidente Zelenski ha ordenado que aquellos reclutas con enfermedades o dolencias de escasa o nula gravedad, que fueron declarados exentos, sean incorporados a filas de inmediato.
En paralelo, el presidente de Ucrania también se ha interesado por los súbitos incrementos de patrimonio en el extranjero de los altos cargos del país. Como le dé por incrementar la mano dura van a aparecer de golpe casoplones vacíos o a la venta en lo mejor de las costas españolas e italianas, por ejemplo. El gesto es evidentemente más que necesario. Desde Estados Unidos a algunos países de la UE se observa el típico fenómeno de la fatiga del donante, es decir el cansancio en facilitar fondos prolongadamente al mismo peticionario. Es el motivo asimismo de que aumenten las voces que, sin demasiado conocimiento de cómo se libran las guerras, exigen más rapidez en la consecución de resultados en la actual contraofensiva ucraniana.
No lo tiene fácil, pues, Zelenski. Además de atender al frente bélico ha de ocuparse de acelerar el cumplimiento de las condiciones que la UE le exige -como a todos los aspirantes, por otra parte- para llegar a formar parte del club, en especial la erradicación de la corrupción y la implantación sin ambages del Estado de derecho. Hay cola para formar parte de la UE. Ahí están los países balcánicos, cuya entrada puede añadir muchos problemas al funcionamiento de la UE si ésta no logra reformarse antes. Y Ucrania, mucho más grande pero aún en guerra, no puede permitirse deslices de corrupción que desmoralizarían a un pueblo que está dando un ejemplo y una lección a todos los europeos que aún creen en el valor supremo de la libertad.