Pasos diplomáticos saudíes en torno a Israel

AFP PHOTO / SAUDI ROYAL PALACE / BANDAR AL-JALOUD - Benjamin Netanyahu y Mohamed Bin Salman en una foto compuesta

Nayef al-Sudairi, actual embajador de Arabia Saudí en Jordania, ha sido nombrado también enviado ante la Autoridad Palestina (AP) y cónsul general en Jerusalén. Es algo más que una mera designación para ocupar sedes diplomáticas vacantes. Se trata de la primera vez que Riad sitúa a un embajador no residente ante la Autoridad Palestina, lo que viene a subrayar la habitual línea de la política exterior saudí de que la resolución de la cuestión o el problema palestino no estará desligada de la “normalización” de las relaciones con Israel. 

El Estado israelí y Estados Unidos aspiran a que Arabia termine adhiriéndose a los Acuerdos de Abraham, que ya han suscrito Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán. 

El desempeño de Al-Sudairi también como cónsul general en Jerusalén es también un gesto de gran envergadura diplomática. Es en primer lugar un reconocimiento a los derechos palestinos sobre la parte Este de la ciudad tres veces santa, la que quedó en su poder tras la partición que alumbró el Estado de Israel, y que éste ocupó tras la Guerra de los Seis Días (1967). Al no existir embajada, esta designación de Al-Sudairi no estaría sujeta a la aprobación y visto bueno de Israel, que considera a Jerusalén como su capital eterna e indivisible.

La presentación de las cartas credenciales de Al-Sudairi se produjo en la misión de la AP en Amman, que las entregó a Majdi al-Khaleidi, asesor diplomático del presidente Mahmoud Abbas, según la agencia Europe Jewish Press.  Además de calificar el acto de “importante paso en las sólidas relaciones entre dos países hermanos [Palestina y Arabia Saudí], Khaleidi expresó el agradecimiento de Ramala, sede de la AP, a Riad, “por la firme postura de Arabia Saudí en apoyo del pueblo palestino y el permanente respaldo a su causa en los foros internacionales”. 

Se da la circunstancia de que el nuevo enviado diplomático saudí ante la AP es primo del príncipe heredero, Mohamed bin Salman, quién decide, vigila y supervisa todos los pasos encaminados a la normalización de relaciones con Israel. Conocido generalmente por sus iniciales, MBS, el verdadero hombre fuerte de la monarquía saudí habría exigido fuertes garantías a Estados Unidos, especialmente en cuestiones militares y de seguridad, para concluir el pretendido acuerdo con Israel. 

A principios de agosto, el diario norteamericano The Wall Street Journal señalaba tener información confidencial respecto de que las diplomacias de Washington y Riad estarían ya ultimando los detalles del “acuerdo de paz más trascendental en Oriente Medio en toda una generación”. 

Espoleado por la filtración, sin duda interesada, de tales negociaciones, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, declaraba a la cadena de televisión Bloomberg que “estamos a punto de presenciar un giro histórico, si hay voluntad política habrá una forma de lograr la normalización y la paz formal entre Arabia Saudí e Israel”. El jefe del Gobierno israelí calificaba de “enormes” las consecuencias económicas que ello tendría para los inversores. 

Preguntado a bocajarro en comparecencias posteriores sobre qué concesiones estaría dispuesto a otorgar a los palestinos, Netanyahu se negó a dar ejemplos específicos. No obstante, sí describió un marco general: “No estaría dispuesto a dar nada que pusiera en peligro la seguridad de Israel, pero ello no impide que haya margen para discutir otras posibilidades. Los palestinos deberían tener todos los poderes para gobernarse a sí mismos, pero ninguno para amenazar a Israel, lo que significa que en cualquier acuerdo final de paz con los palestinos, Israel ha de tener un poder de supervisión de seguridad superior en toda la zona. En otro caso, nosotros colapsaríamos y ellos, también”. 

Llamamiento a los militares a que defiendan la democracia

Todos estos movimientos se producen al tiempo que no amaina la tensión en el interior de Israel, derivada de la crisis por la determinación del Gobierno de recortar los poderes y la independencia del Tribunal Supremo. 

Se cumplen ya ocho meses, treinta y dos semanas de ininterrumpidas manifestaciones populares de protesta. Si el pasado viernes, el jefe de las Fuerzas Aéreas advirtió del debilitamiento de la seguridad del país ante la negativa de los pilotos de combate voluntarios a presentarse a sus puestos, este fin de semana ha sido el exgeneral Amiram Levin el que ha llamado a las Fuerzas Armadas de Israel (IDF) a que se enfrenten a los ministros más radicales: el de Finanzas, Bezalel Smotrich, y el de Seguridad, Itamar Ben Gvir, que “nos están arrastrando a [cometer] crímenes de guerra”. Levin, que se dirigía a la multitud reunida en torno a la avenida Kaplan de Tel Aviv, concluía su alegato conminando a que “si llegara el momento terrible de decidir entre el Tribunal Supremo y un gobierno de criminales, escoged la democracia. Estaremos respaldándoos sin miedo y sin reservas”. 

La avenida Kaplan se convirtió asimismo en escenario de la primera manifestación conjunta de judíos y árabes en contra de la reforma del sistema judicial emprendida por el Gobierno de Netanyahu. Era la llamada Marcha de los Muertos, cuyo lema general era “No habrá democracia sin Bagatz”. Bagatz es el acrónimo en hebreo de Tribunal Supremo de Israel. 

Sondos Alhoot, la promotora y activista más conocida entre los organizadores del acto, acusó a Smotrich y Ben Gvir, pero también a Netanyahu, de “hacer todo lo posible por mantenernos a judíos y árabes alejados unos de otros, pero no lo conseguirán”.