Zarpazo del Mosad y de Netanyahu

Las ambulancias llegan al Centro Médico de la Universidad Americana de Beirut (AUBMC) - REUTERS/MOHAMED AZAKIR 
Ni los más avezados analistas y especialistas en seguridad y contraespionaje se esperaban los ataques realizados contra los milicianos de Hezbolá en el Líbano, primero haciendo explosionar simultáneamente los buscapersonas, después provocando el estallido de los walkie-talkies y otros dispositivos de tecnología anticuada para los tiempos tecnológicos que corren

Que las milicias chiíes del Líbano, e incluso de Siria, Irak y el propio Irán los estuvieran utilizando, se debía a la consigna del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, y de otros ayatolás, convencidos de que Israel tenía muy bien intervenidas las comunicaciones a través de los teléfonos móviles.  

La simplicidad de los viejos “buscas” y walkie-talkies los hacía inmunes a la sofisticación tecnológica. Ahora todos se habrán convencido de que el Mosad, a quién se atribuye la minuciosa preparación y ataque simultáneo a los poseedores de tales dispositivos, no desdeña medio alguno para controlar y eliminar a sus enemigos.  

Aunque la cifra de muertos no es muy elevada -una veintena admiten los dirigentes de Hezbolá-, el número de heridos se cuenta por millares, muchos de ellos en estado crítico y con graves amputaciones. El Mosad, pues, ha desencadenado no sólo la saturación y el caos en el colapsado sistema sanitario libanés, sino también el pánico en las filas de Hezbolá y de los demás grupos terroristas que amenazan a Israel. Tanto es así que son cientos o miles los que se están deshaciendo de sus dispositivos electrónicos a toda prisa ante el miedo a que aún no haya cesado esta oleada de tan insólitos ataques.  

El Mosad e Israel, a quién todos apuntan como autor de la operación, responde con mutismo absoluto, pero no caben dudas de que el muy prestigiado servicio de inteligencia israelí ha aumentado notablemente con esta operación su fama de implacable perseguidor de cualquier objetivo que le señalen, sin que haya un rincón en el mundo en donde pueda esconderse o ponerse al abrigo.  

Cualquier terrorista, pues, que se atreva a atentar contra ciudadanos israelíes o la existencia misma del país, sabe a lo que se arriesga.  

Fuentes oficiosas del Gobierno de Estados Unidos declaran que la Casa Blanca fue informada previamente de la operación, si bien no precisan si el Gobierno de Israel ofreció detalles de lo que iba a desencadenar en realidad. Y, entre las consecuencias más obvias de este ataque masivo a los milicianos libaneses, la más inquietante es la impresión que traslada Benjamín Netanyahu de querer extender la guerra a toda la región.  

Desde hacía dos semanas, el entorno de Netanyahu había filtrado la supuesta intención del primer ministro israelí de sustituir a su ministro de Defensa, Yoav Galant, por discrepancias respecto de la línea a seguir en Gaza.  

Según ese relato, Galant gozaría de la simpatía americana en su postura de alcanzar un acuerdo de alto el fuego, que de paso facilitara la vuelta a casa de los más de cien rehenes, vivos o muertos, que aún permanecen en las manos de Hamás.  

No obstante, y en relación con la guerra que Israel libra contra Hezbolá, el propio ministro anunciaba que el conflicto entraba en una nueva fase, alimentando la sospecha de que la operación de inteligencia del Mosad podría preludiar nuevos y masivos ataques, ya convencionales, una vez desbrozado el camino de muchos milicianos puestos fuera de combate. Que, además, tanto Galant como Netanyahu anunciaran que los 60.000 ciudadanos israelíes que vivían en las inmediaciones de la frontera con el sur del Líbano podrían volver y reinstalarse en sus casas, equivale tanto como a asegurarles que, en adelante ya no han de temer el hostigamiento de Hezbolá mediante la lluvia incesante de sus drones y misiles.  

La milicia libanesa, y por extensión sus protectores iraníes, anuncian que este brutal y humillante zarpazo “no quedara sin castigo”. A estas alturas todavía no se ha producido la acción de venganza anunciada por Hamás e Irán por la muerte de su líder político, Ismail Haniyeh. Que unos y otros quieran que los ataques y contrataques no desborden el marco local, empeño en el que también está el presidente Joe Biden, no significa que en ese grupo esté alineado Netanyahu. Por supuesto, este no lo manifiesta abiertamente, pero sus preferencias por el inquilino que ocupe la Casa Blanca están depositadas en Donald Trump. El candidato republicano no cesa de atacar a la demócrata Kamala Harris, a quién haría responsable, en caso de que le ganara las elecciones del próximo 5 de noviembre, “de la desaparición del Estado de Israel en apenas dos años”.  

De momento, la oleada de ataques de los días 17 y 18 de este septiembre, ha infundido una importante dosis de moral a los agentes del Mosad, pero también ha propulsado a un Netanyahu, al que no cesan de culpar los familiares de los rehenes en poder de Hamás de su sufrimiento. La bofetada que Hamás propinó a Israel, y a sus servicios de seguridad, el 7 de octubre de 2023, no queda borrada con esta sofisticadísima operación de inteligencia en el Líbano, pero es indudable que Israel rehace con ella, siquiera en parte, su acreditada capacidad de disuasión.