¿La religión derrama sangre? (III)

Islam - PHOTO/JITEN DADLANI

(Extracto del libro “Asesinato en nombre de DiosA de Hazrat Mirza Tahir Ahmad, IV Jalifa Supremo de la Comunidad Internacional Ahmadía del Islam)

[Esta entrega es continuación de la anterior: LA RELIGIÓN DERRAMA SANGRE (II)]
 

De nuevo, en el Capítulo 39 del Corán se le pide al Profeta (lpbD) que diga a los no creyentes: “A Al’lah es a Quien adoro, siendo sincero”. Ahora en lo que os concierne, “Adorad, pues, a lo que queráis fuera de Él” (39.16).

Hazrat Mirza Tahir Ahmad

Puesto que la libertad de conciencia, libertad de creer y predicar es la piedra angular de la religión, y la represión de la herejía religiosa es el objetivo de las fuerzas antirreligiosas, el Corán pone un gran énfasis en la libertad de conversión. La última línea del Capítulo 109 del Corán resume el principio básico de una religión verdadera. “Para vosotros vuestra religión y para mí mi religión”. En un pasaje anterior (10-100) Dios se refiere al mismo principio haciendo una pregunta retórica. Dirigiéndose al Santo Profeta (lpbD), Él dice: “Mas si tu Señor hubiese impuesto Su voluntad, en verdad todos los que están en la tierra habrían creído juntos ¿Obligarás por tanto a los hombres a hacerse creyentes?” En el proyecto de la creación el hombre tiene que tener libre y completo albedrío para creer o para pensar de otro modo. No hay compulsión; un hombre tiene que usar su razón y su entendimiento. Después de todo la fe es un don de Dios para aquellos que El piensa que lo merecen.

En la Europa medieval, los llamados seguidores de Cristo (lpD), papas, prelados, cardenales, canónigos y dignatarios de la iglesia, escribieron un capítulo de terror en los libros de historia. San Agustín lo denominó “justa persecución que la Iglesia de Cristo inflige a los impíos” (1). Los historiadores cristianos actuales admiten que esta “justa persecución” infligida en nombre de Cristo (lpD), fue una desgracia para la Iglesia.

El museo de cera de Madame Tussaud en Londres tiene una extraña, conmovedora y terrorífica exposición de esta persecución. El museo se fundó originalmente en París en 1770 y fue trasladado a Inglaterra en 1802. Sus paredes están forradas con figuras de cera de gente famosa e infame. Su Cámara de los Horrores es una especie de mazmorra subterránea. Las figuras se han modelado con un realismo tan pavoroso que casi se puede verlas respirar. Muchos visitantes se han detenido para pedir instrucciones a un vigilante de aspecto amigable y, ¡se han encontrado con que estaban hablando con su imitación! Se exhiben las mascarillas de las cabezas guillotinadas de Luis XVI y María Antonieta, que fueron modeladas personalmente por Madame Tussaud. Hay una auténtica horca, potro de tortura, galeras, cama de Procrusto, cruces, horca, cuerda de ahorcar y muchos otros. Algunos de los objetos exhibidos son tan horribles que están protegidos por biombos para mantenerlos alejados de los niños y los adultos escrupulosos.

Es un extraño mundo donde un hombre puede elevarse a las alturas conferidas a los profetas y hablar con su Creador y después hundirse en las profundidades de un sacerdote e interrogar a Juana de Arco sobre sus visiones de ángeles. Puede incluso sumergirse más y convertirse en un inquisidor. Los instrumentos de tortura mostrados en el museo de Madame Tussaud cuentan la trágica historia de las Inquisiciones española y francesa. Se torturó a gente inocente por su llamada apostasía; se les obligó a confesar que habían renegado de la verdadera religión. Cuando rehusaban, se les flagelaba y azotaba, se les ponía en el potro de tortura, se les linchaba, se les empalaba, se les ponía en la picota, se les marcaba con hierros candentes y se les abrasaba. Las víctimas confesaban o fallecían de una muerte miserable. Estos dignatarios de la Iglesia que, con todo refinamiento, torturaban a cristianos inocentes, nos recuerdan a Cristo (lpD) con su corona de espinas sangrando en la Cruz y gritando en voz alta: “Eli, Eli, lama sabachthani” (Mateo 27:46). Estos eran los que simbólicamente consumían el cuerpo y la sangre de Cristo (lpD) en la comunión, aunque no podían recordar que los Fariseos habían pedido a Poncio Pilato que crucificase a Cristo (lpD) porque era un "apóstata" y había abandonado la religión de sus antepasados. Pero la crucifixión de Cristo (lpD) palidece hasta la insignificancia cuando se compara con la Inquisición de cristianos medievales. El Islam, con su afirmación de “no compulsión en materia de fe”, siente el alivio y el orgullo de haber finalmente cerrado la puerta a semejantes atrocidades cometidas en nombre de la religión. Pero este sentimiento de alivio y orgullo es breve. Cualquier musulmán esconderá su cabeza avergonzado al ver a los "ulemas" de hoy emular a los sacerdotes cristianos de la Europa medieval cuando inventaban nuevas formas de supresión de la libertad de pensamiento y de conciencia. Y, sin embargo, éstos son los mismos "ulemas" que reclaman proteger el honor del Santo Profeta (lpbD) a quien el Corán describe como una "clemencia para el universo".

Estos “ulemas” creen ser la personificación de la misericordia, pero sus corazones no tienen compasión. Al contrario, están llenos de odio. El uso de la fuerza en nombre de la religión ha llegado a ser actualmente parte de su fe. En nombre del agua sagrada de Dios, enviada para enfriar nuestras iras, inflaman los fuegos del odio y la cólera en los corazones de los inocentes. Los seguidores del Príncipe de la Paz (lpbD) cuya sangre purificó la bárbara Arabia, están siendo persuadidos para asesinar a gente indefensa. En nombre del protector de los pobres desguarnecidos, sus seguidores son alentados a robar los hogares de los que son impotentes para defenderse. En nombre del Profeta (lpbD) que protegió el honor incluso de las mujeres de los rufianes, se anulan y transforman en relaciones adúlteras los felices y amorosos matrimonios de mujeres musulmanas. En nombre del constructor de la primera mezquita de Medina, que la ofreció a los cristianos de Nallran para los servicios del domingo, y en nombre del Profeta (lpbD), que enseñó a sus seguidores a respetar los centros de otras fes, los actuales "ulemas" incitan a las masas a destruir las mezquitas de un pequeño grupo de personas cuyas vidas están, dedicadas a extender el "shahada" (la declaración de la fe). Hoy se perpetran en nombre del Profeta (lpbD) los actos injustos que condenó y prohibió para siempre. ¿Qué pensaría el Santo Profeta (lpbD) si pudiera ver a los “ulemas” de su “umma” acusar falazmente a los dignatarios de otros grupos musulmanes de todo tipo de delitos y vitorear los abusos cometidos con mujeres y amas de casa? ¿Cómo reaccionará un agnóstico ante esta demostración de “fervor religioso”? ¿Qué musulmán podría pensar por un momento que nuestro Profeta (lpbD) habría aconsejado a los “ulemas” de su "umma" lanzar arengas provocativas y destructoras; o que les habría ordenado pronunciar sermones tan furibundos de forma que pueblos enteros de gente pobre y desvalida fueran incendiados? No satisfecho con todo ésto, ¿podría el Príncipe de la Paz (lpbD) haber dicho a los líderes religiosos que tratasen como apóstatas a aquellos musulmanes cuyo entendimiento del Islam no coincidiese con el suyo? ¿Habría autorizado la matanza de ellos y de sus esposas y la destrucción de sus mezquitas como el único camino divino para borrar la apostasía?

Estas son las preguntas sobre las que deberíamos reflexionar todos seriamente. Los musulmanes deberían considerar la actitud de estos "ulemas" puesto que la represión, tortura, ejecución, incendio y demolición de las mezquitas no son la tradición del Profeta (lpbD). Cada piedra de las calles de la Meca sobre las que fueron arrastrados los llamados apóstatas dan testimonio de esto. Igualmente, cada grano de ardiente arena de Arabia donde se torturó a gente indefensa por aceptar el Islam. Los guijarros de Taif, donde se derramó la sangre del Santo Profeta (lpbD), dan testimonio del hecho de que nuestro gran Maestro, misericordiosamente, no enseñó que la creencia religiosa era obligatoria y no ordenó el incendio de las casas de adoración en nombre de la adoración, o deshonrar a las mujeres en nombre del honor. Los musulmanes agachan la cabeza avergonzados y sus almas gritan sobre los líderes religiosos actuales que predican la violencia en nombre del Profeta (lpbD).

(lpbD) – que la paz y las bendiciones de Dios sean con él.

(lpD) – que la paz sea con él.