La izquierda radical se deja seducir por el islamismo político

Paco Soto

Pie de foto: El terrorista venezolano Ilich Ramírez Sánchez es un firme defensor de la alianza entre marxismo e islamismo.

Hace unos días, el Ayuntamiento de Córdoba, gobernado por la izquierda, protagonizó un polémico minuto de silencio por las víctimas de los atentados terroristas de París. La polémica se produjo cuando, tras finalizar el acto de homenaje a las víctimas, según informaron medios locales, la edil de la candidatura Ganemos (Podemos e independientes), Victoria López, pidió a los presentes que se guardase también un minuto de silencio por los muertos en los bombardeos de Francia a objetivos yihadistas en la ciudad siria de Raqa, bastión del grupo terrorista Daesh. La petición de la edil de ultraizquierda fue secundada por sus correligionarios y los dos partidos que gobiernan la ciudad, el PSOE e IU. Los concejales del PP, Ciudadanos y UCOR no se sumaron a este minuto de silencio. Para la edil de Ganemos, “toda violencia global” es condenable, porque “Francia no puede bombardear Siria”. En cambio, el portavoz popular en el Ayuntamiento, José Ángel Nieto, consideró inaceptable e “increíble” que la alcaldesa socialista, María Isabel Ambrosio, se uniera a la petición de la representante de un movimiento político antisistema. La posición de los partidos de izquierda es, cuando menos, sorprendente. Establecer equidistancia entre las víctimas del terrorismo en París y los yihadistas que han muerto en Raqa es, en el mejor de los casos, una memez política; en el peor, una auténtica obscenidad que debería pasar factura electoral. Que se sepa, Francia no bombardea objetivos civiles en Raqa y los muertos, salvo que se demuestre lo contrario con datos y no con declaraciones de buenas intenciones sobre la paz y los derechos humanos, son los criminales de Daesh.

¿Lamentar la muerte de los asesinos?

Entonces, ¿qué tenemos que hacer? ¿Lamentar la muerte de los asesinos? ¿Llorar por el fallecimiento de los yihadistas? ¿Equiparar a víctimas y verdugos? Aquí no se trata de que nos volvamos todos locos y transformemos una guerra contra el terrorismo yihadista en un combate global contra el islam, como defienden algunos extremistas del mundo de la política, las ciencias sociales y el periodismo. La guerra siempre es lamentable, porque genera destrucción y dolor, y la violencia no es deseable. Pero, a veces, la guerra es inevitable, es un mal menor necesario, y el ‘buenismo’ de salón y equidistante, es decir la tolerancia irresponsable y cobarde, es inaceptable y tiene que ser derrotado en el terreno de las ideas. En España y en el conjunto del mundo occidental siempre habrá voces muy políticamente correctas que aseguren que están “en contra de la violencia venga de donde venga”. Esta frase hecha es una estupidez y equiparar “la legítima violencia del Estado”, en palabras de Max Weber, desplegada en París tras la mascare del 13 de noviembre con la violencia desatada por los yihadistas es una canallada. ¿Si se confirmara que ha muerto Abu Bakr al-Baghdadi, el líder iraquí de Daesh, tendríamos que llorar o bien alegrarnos? Que cada uno apele a su conciencia y sus valores éticos y morales. Pero, en fin, parece evidente que cualquier ser humano medianamente constituido no reaccionaría de la misma manera ante la muerte del autoproclamado califa de Daesh que ante el fallecimiento de una víctima inocente de ese monstruo.

Burlarse de las víctimas

Los adalides del ‘buenismo’, desgraciadamente, han leído mal a Mahatma Gandhi, se burlan de las víctimas o simplemente tienen una ideología tremendamente reaccionaria que encubren con una bonita fraseología supuestamente progresista. Cuando el infame concejal antisemita de Podemos en el Ayuntamiento de Madrid, Guillermo Zapata, utiliza las redes sociales para lamentar que dos de los terroristas de París tuvieran 15 y 18 años y se pregunta si “¿de verdad creemos que lo vamos a resolver con más bombardeos?”, no está expresando simplemente una opinión política discutible. Zapata está defendiendo una posición ideológica equidistante, porque considera, como el conjunto de la dirección de Podemos, que Francia y el mundo democrático occidental tienen la misma responsabilidad que el terrorismo yihadista en el sufrimiento de las víctimas y en la grave situación que padecen países como Siria e Irak, y también en la existencia de conflictos como el palestino-israelí. En los conflictos, bien es cierto, todas las partes tienen que asumir su parte de responsabilidad y sus errores, e incluso crímenes cometidos, pero lo que no se debería hacer jamar es equiparar a víctimas y verdugos. ¿Por qué entonces lo hace el concejal Zapata? ¿Por qué es mala persona? ¿Por qué, en términos políticos, es un idiota y un irresponsable que no calcula la gravedad de lo que dice? No sólo por estos dos motivos, sino también porque ideológicamente comparte algunos principios del islamismo político.

Ojo, no estoy diciendo que apoye el terrorismo yihadista, sino que entiende determinadas posturas defendidas por los movimientos islamistas en los países musulmanes y occidentales. Zapata considera que hay elementos progresistas y antiimperialistas en el islam político. Muchos grupos islamistas no defienden la violencia ni practican el terrorismo, pero son profundamente reaccionarios, machistas, homófobos y antisemitas, odian la democracia de corte occidental, usan la religión como coartada ideológica para sus fechorías, y utilizan demagógicamente los graves problemas económicos, sociales y políticos que sufren grandes masas de desheredados para manipular a los más incautos. A día de hoy, todavía no ha surgido dentro del islam político una corriente progresista o mínimamente liberal. El islamismo político, conformado por diversas tendencias (Hermanos Musulmanes, wahabismo…) suníes y chiíes maneja a su antojo graves problemas como el doloroso conflicto palestino-israelí, la guerra en Siria e Irak, la miseria o la existencia de dictaduras sanguinarias en muchos países árabes para ganar adeptos, acumular fuerzas y llegar al poder.

Izquierda acomplejada y dogmática

Resulta llamativo que una parte de la izquierda radical española y occidental acomplejada por la historia del colonialismo y encorsetada bajo unos dogmas ideológicos y políticos superados por la historia, sobre todo desde la caída del Muro de Berlín, se haya dejado seducir por los cantos de sirena pseudo revolucionarios y progresistas del islamismo político. Grupos islamistas radicales como Hamás o Hezbollah son para un sector del izquierdismo antisistema movimientos revolucionarios y anticolonialistas y no organizaciones ultraconservadoras que utilizan el terrorismo para alcanzar objetivos políticos. El odio a Israel, que muchos radicales ocultan tras el manto del “combate antisionista”, es el denominador común entre el islamismo y una parte de la ultraizquierda. No es un fenómeno exclusivamente español, sino que existe también en otros países como Francia y Reino Unido. Durante años, países como Argelia, Libia, Siria e Irak fueron modelos políticos defendidos por una parte del izquierdismo y de la izquierda socialista y comunista. Los defensores de estos modelos autoritarios y económicamente ineficientes cerraron los ojos ante las continuas violaciones de los derechos humanos de los generales argelinos, Muamar Gadafi, Sadam Husein y el clan de los Asad, justificaron el terrorismo palestino, y sólo se acordaron de los sátrapas aliados de Occidente: Hasan II en Marruecos o las petromonarquías del Golfo Pérsico. La revolución islámica en Irán en 1979 encandiló a muchos izquierdistas y pensadores antisistema europeos y occidentales como el francés Michel Foucault. Una parte de la extrema izquierda se negó rotundamente a apoyar a los clérigos reaccionarios iraníes, pero algunos activistas trotskistas y maoístas consideraron que Irán se había convertido en un baluarte de la lucha antiimperialista en el Tercer Mundo.

“Los americanos se lo merecían”

Este sector desorientado del izquierdismo occidental no condenó abiertamente los atentados que Al Qaeda llevó a cabo en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 y acusó a los servicios secretarios estadounidenses e israelíes de haber manipulado a los terroristas. O sostuvo la idea de que “los americanos se lo merecían”. Ha ocurrido lo mismo con muchos otros atentados terroristas en los últimos 15 años. Los izquierdistas afirman que buena parte de la responsabilidad de lo que ocurre en el mundo islámico la tiene “el imperialismo occidental”, del que un país como España es un segmento importante. 

                                     Pie de foto: Un grupo de islamistas radicales se manifiesta en París a favor de la yihad                                  

En el Reino Unido algunos pensadores izquierdistas se preguntan si existe un espacio para un islam político “socialista”, y recuerdan que algo parecido ocurrió en las últimas décadas del siglo XX en el mundo cristiano-católico con la Teología de la Liberación en América Latina y Europa, entre los defensores más acérrimos de un islamismo político progresista y de izquierda se encuentra el trotskista Socialist Workers Party (SWP) fundado por Tony Cliff. Su actividad en el país es relativamente importante y se parece a la que ejercieron en Francia en otra época grupos trotskistas como la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y Lutte Ouvrière (LO). El asunto viene de lejos y en el Reino Unido, en 1994, fue el dirigente del SWP Chris Harman quien exploró la vía de confluencia entre izquierdistas e islamistas en un artículo muy revelador: “El Profeta del Proletariado”. La tesis de Harman es clara y sencilla: sostiene que el islamismo es “una reacción política, social y antiimperialista”. Esta tesis fue asumida por una fracción de la LCR francesa. Según Harman, grupos como los Hermanos Musulmanes en Egipto o el Frente Islámico de Salvación (FIS) en Argelia antes de su ilegalización por el régimen cívico-militar han defendido posiciones “antiimperialistas que han sido muy molestas para los intereses capitalistas nacionales e internacionales”.

Amigo de Sadam Husein

En el año 2003, el diputado laborista británico George Galloway fue expulsado del Labour Party por apoyar a los islamistas y al siniestro dictador iraquí Sadam Husein. Un año después, Galloway se integró en la coalición izquierdista Respect. Durante la década pasada, el Foro Social Europeo de Londres fue escenario de muchos protagonistas izquierdistas que defendieron el islamismo político y se aliaron con teólogos musulmanes supuestamente reformistas como el nebuloso Tariq Ramadam. La Tendencia Socialista Internacional (TSI), de inspiración trotskista, fue uno de los grupos más activos. En España, durante años algunos grupos independentistas y nacionalistas catalanes andaluces y de otras comunidades, organizaciones de trabajadores como el Sindicato de Obreros del Campo (SOC) de Andalucía, ecologistas y un sector de IU a través de un personaje turbio de origen sevillano que en la actualidad simpatiza con Podemos, defendieron el régimen criminal de Muamar Gadafi a veces a cambio de ayuda económica y las tesis de islamistas supuestamente antiimperialistas.

La ambigüedad de Podemos

En la actualidad, Podemos mantiene una posición ambigua respecto al islamismo político y a grupos árabes violentos, y su máximo dirigente, Pablo Iglesias, dirige un programa en Hispan TV, una cadena de televisión pública iraní en español que desde Madrid actúa como órgano de propaganda e intoxicación ideológica y política al servicio del régimen teocrático de Teherán. En Francia, los dirigentes del Nouveau Parti anticapitaliste (NPA) heredero de la antigua LCR, con Olivier Besancenot en primera fila, y de otros grupos se han manifestado con militantes islamistas en las calles de París y otras ciudades en solidaridad con la “causa palestina”, y algunos activistas izquierdistas defienden apasionadamente el derecho de las mujeres musulmanas a utilizar el velo islámico. Este mismo año se ha reproducido un hecho parecido en las Marchas por la Dignidad que se han celebrado en Francia. También en España, algunos radicales de izquierda ven con simpatía el fenómeno islamista; son los mismos, sin embargo, que expresan un odio patológico hacia la Iglesia católica y siguen sin darse cuenta que la sociedad española, mayoritariamente, es una realidad secular que superó hace años el trauma del nacionalcatolicismo impuesto por el franquismo.

Fascinación sin límite

La fascinación de muchos izquierdistas por el islamismo político no tiene límites en Europa y Occidente y ha creado grandes divergencias en el seno del campo radical antisistema. Algunos grupos de ultraderecha también simpatizan con el islam politizado y coinciden con él en el antisemitismo y el rechazo a la existencia del Estado de Israel.  

Pie de foto: El líder izquierdista del NPA francés, Olivier Besancenot. 

Durante muchos años, el izquierdista Parti du Travail de Belgique (PTB) de Ludo Martens defendió las dictaduras “laicas” de Irak, Libia y Argelia, junto con el comunismo ortodoxo y los “progresistas” del islam político. Esta fascinación ocurre también en el mundo musulmán, y en un país como Marruecos la extrema izquierda marxista leninista lleva años colaborando estrechamente con el movimiento islamista de inspiración sufí Justicia y Espiritualidad, fundado por el difunto jeque Abdeslam Yasín. En el caso belga, la misteriosa Liga Árabe Europea (LAE) fue un buen aliado del PTB y otros grupos radicales. Cabe destacar que el propio terrorista venezolano encarcelado en Francia Ilich Ramírez Sánchez, alias Carlos, publicó en 2003 un libro, ‘El islam revolucionario’, donde aclara que “el Islam y el marxismo leninismo son dos escuelas en las que he encontrado lo mejor de mis análisis”. 

El antiguo dirigente del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) apuesta por el apoyo político de los marxistas a los islamistas y defiende la figura del fundador de Al Qaeda, Osama Bin Laden, porque tiene “carisma” y es un “internacionalista panislamista”. Esta alianza entre franjas del izquierdismo y sectores del islamismo político se mantiene con mayor o menor solidez en muchos países.

La lucidez de una activista

La militante comunista belga Nadine Rosa-Rosso dejó claro, en el Foro Internacional de Beirut para la Resistencia, el Antiimperialismo, la Solidaridad de los Pueblos y las Alternativas de enero de 2009, su apoyo “al pueblo de Gaza frente a la agresión israelí”, pero se negó a “apoyar sus expresiones políticas como Hamás en Palestina o Hezbollah en Líbano”. Rosa-Rosso destacó que su apoyo a los palestinos de Gaza es “humanitario”, pero no “político”. La lucidez de esta militante comunista belga no fue compartida por muchos izquierdistas, que vieron y siguen viendo en el islam político un instrumento de liberación de los pueblos árabes y musulmanes. Es más, estos izquierdistas despistados o fanatizados destacan que el islam político no es un ente homogéneo, lo que es cierto, ya que agrupa en su seno desde grupos terroristas como Daesh y Al Qaeda hasta islamistas aburguesados y relativamente moderados como el PJD en Marruecos y el AKP en Turquía. Ahora bien, la osadía de los izquierdistas no tiene límites cuando establecen un paralelismo entre lo que ocurre en el mundo islámico y Occidente, donde entre los cristianos existen desde integristas y sectarios hasta católicos de izquierda, pasando por la democracia cristiana. El paralelismo es inadecuado, porque la evolución histórica y religiosa del mundo islámico no ha seguido el mismo camino que Occidente y que se sepa no existen a estas alturas del siglo XXI movimientos violentos y de raíz cristiana que siembren el terror en el mundo. Otra cosa distinta es la tesis defendida por algunos investigadores, según la cual, con el paso del tiempo y de muchas reformas, un sector del islam político podría evolucionar hacia posiciones moderadas y parecidas a las que defiende la democracia cristiana occidental. 

Peligroso acercamiento

En Francia, en 2004, y en Bélgica, siete años después, se hicieron públicos sendos informes de los respectivos Ministerios del Interior en los que se denuncian las nuevas “formas sutiles de antisemitismo” y las coincidencias ideológicas entre la extrema izquierda y el islamismo político. “No se puede descartar que algunos extremistas musulmanes se muestren en el futuro abiertamente favorables a la violencia”, señala el informe belga. La extrema izquierda representa un riesgo de “acercamiento entre el antisionismo y el antisemitismo”, asegura el citado informe. La izquierda radical y antiimperialista española y occidental sigue en sus trece, y ha reaccionado ante los atentados de París como se esperaba: los ha condenado pero ha cuestionado la legítima reacción de dureza contra el yihadismo del presidente francés, François Hollande, y del primer ministro, Manuel Valls. En este sentido, tras un primer momento de unidad nacional frente al terror, la extrema derecha y la ultraizquierda francesa han coincidido, aunque por motivos distintos, en los ataques contra Hollande y Valls. En España, Podemos se ha desmarcado del pacto antiyihadista firmado el pasado mes de febrero entre el PP y el PSOE, sin que Pablo Iglesias diera una explicación coherente y convincente sobre los motivos. Por su parte, IU, que sigue defendiendo dictaduras como la castrista y un modelo comunista que causó 100 millones de muertos, ha sacado del baúl los viejos argumentos de siempre sobre el respeto a los derechos humanos y la defensa del Estado de derecho.

Larga historia de coincidencias

Lo cierto es que la relación entre la izquierda antisistema y el islam político tiene una larga historia de coincidencia y colaboraciones que algunos especialistas sitúan en la revolución bolchevique de 1917. Resulta llamativo que el primer país del mundo que reconoció el poder comunista soviético fue el reino de Afganistán, que se encontraba en plena guerra con el imperio británico. Entonces, Lenin recomendó que la URSS prestara siempre “especial atención” a las necesidades del pueblo afgano. Este consejo del líder comunista tuvo consecuencias prácticas en 1979: la invasión de Afganistán por el Ejército Rojo. Los comunistas jamás valoraron positivamente el islam político y la religión musulmana y combatieron a los islamistas en muchos lugares,  pero un islamólogo de formación marxista como el francés Maxime Rodinson siempre tuvo una imagen positiva del profeta Mohamed, al que llegó a comparar en términos elogiosos con Stalin. Así las cosas, en la actualidad, en amplios círculos izquierdistas pero también de la izquierda moderada existen voces que se niegan a criticar el islam y se pasan el tiempo cazando islamófobos.

Reconocer los problemas

No se trata de negar que la islamofobia es un problema real en Europa y en Occidente. Existen movimientos políticos que han hecho de la islamofobia su razón de ser, y cuentan con el apoyo de investigadores, intelectuales, escritores y periodistas. Tampoco tenemos que minimizar las enormes dificultades de integración que atraviesan millones de musulmanes que viven en países europeos y occidentales. Ahora bien, ¿esto debe significar que renunciemos a la crítica y el libre debate de opiniones? Por supuesto que no. La socorrida frase “el terrorismo yihadista no tiene nada que ver con el islam” es una falacia que hace más daño que bien a los propios musulmanes. Entonces, ¿si no es con el islam, con qué tiene que ver el terrorismo yihadista, con el marxismo leninismo o el nacionalsocialismo de Hitler? No seamos ciegos y políticamente correctos y reconozcamos que el yihadismo violento es la consecuencia de una lectura rigorista y sectaria del Corán y de las principales enseñanzas del islam. Afirmar lo contrario es como sostener que las cruzadas, las guerras de religión y la Santa Inquisición en Europa no tuvieron nada que ver con el cristianismo. ¡Claro que tuvieron que ver! Reconocer la realidad es un primer paso para resolver los problemas. Se lo merecen los musulmanes, sobre todo los reformistas, liberales y progresistas que llevan años, a veces en situaciones muy difíciles, luchando por la modernidad democrática. Nos lo merecemos todos. Reconocer los problemas y buscar soluciones inteligentes a los mismos sería también una forma de frenar los delirios reaccionarios de los islamófobos, debilitar las tonterías del ‘buenismo’ y la alianza estratégica que han sellado franjas del islamismo político y la extrema izquierda y enfrentarse con mejores resultados a la barbarie terrorista. 

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