Las familias de 50 inmigrantes tunecinos muertos en un naufragio alzan la voz contra la injusticia

Paco Soto

Pie de foto: El padre de uno de los migrantes muerto en el naufragio del 8 de octubre enseña una foto de su hijo.

El drama de la inmigración irregular procedente de África es una realidad prácticamente diaria. Sobre todo en el caso de los inmigrantes que intentan cruzar el Mediterráneo para llegar a España o Italia. Muchas veces, en los países ricos europeos, los ciudadanos agobiados por problemas económicos y sociales y, en el caso español, asustados por la dimensión que ha tomado el conflicto catalán, olvidan que a tiro de piedra de Algeciras, Tarifa o Palermo se encuentra el continente más pobre del planeta: África. Entonces, las muertes en el Estrecho de Gibraltar y en otros lugares del Mare Nostrum recuerdan a nuestras aburguesadas y adormecidas sociedades europeas que el drama africano sigue presente. El pasado 8 de octubre, murieron unos 50 inmigrantes tunecinos en situación irregular cuando el barco de arrastre donde viajaban chocó contra una patrullera de la Armada que lo perseguía. El suceso no pasó desapercibido en los principales medios europeos, pero tampoco fue noticia de portada durante muchos días seguidos.

Han pasado 15 días, y en Túnez las familias de los fallecidos han alzado la voz contra la injusticia. Se sienten abandonadas por las autoridades de Túnez. Aseguran que en su país nadie les hace caso. Son familias humildes, pero no quieren agachar la cabeza. Así lo han contado a los pocos medios que se han interesado por su situación. Entre los denunciantes se encuentran también muchos inmigrantes que el día 8 de octubre estaban en el barco de arrastre que naufragó. Es el caso de Nasr Nasr, de 30 años. Este día salieron del archipiélago de Kerkennah, situado a unos 20 kilómetros de la ciudad tunecina de Sfax, unos 90 inmigrantes, todos ellos jóvenes, y se dirigían a Italia cuando les interceptó la patrullera de la Armada. “Cerca de mí, pude ver los cuerpos de ocho ahogados que flotaban en el agua”, contó Nasr Nasr al diario francés ‘Le Monde’. Este joven vive en una aldea pobre, Ltaïfa, cercana al municipio de Bir Ali, a 60 kilómetros al oeste de Sfax. El joven lamenta profundamente la muerte de sus compañeros. El propio primer ministro tunecino, Youssef Chahed, calificó de “catástrofe nacional” esta tragedia en el mar.

Pie de foto: Un grupo de migrantes tunecinos es rescatado por miembros de la Armada de su país/Reuters-Zoubeir Souissi TPX images of the day.

Soledad e indefensión

A pesar de las muertes en el mar, muchos jóvenes tunecinos seguirán apostando por emigrar, aunque no ignoren el peligro. Los familiares, amigos y compañeros de los muertos y desaparecidos el 8 de octubre organizaron protestas callejeras en la capital tunecina, y expresaron su cólera y la situación de soledad e indefensión en la que se encuentran. En la manifestación del 12 de octubre, vinieron familias de desaparecidos en el mar en la última catástrofe pero también de 2017 y años anteriores. “Los cuerpos encontrados no son identificados y las familias no pueden enterrar a sus muertos”, se lamentó la madre de una víctima. Tras el drama del 8 de octubre, muchos jóvenes tunecinos afirmaron que los migrantes fueron “asesinados” por las fuerzas de seguridad. Un militante del Foro Social Tunecino planteó la necesidad de una política de “integración” de los jóvenes en el proceso democrático del país, porque su problema es “social y económico, pero también es un problema político”. “Estos jóvenes abandonan el país porque ya no tienen esperanza”, afirmó el miembro del Foro. En los últimos meses, más de 4.000 tunecinos han logrado llegar a Sicilia. 

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