Navantia estudia un portaviones para la Armada con el visto bueno de la Moncloa

La Armada se ha inclinado por no jugar sólo la carta del F-35B, el único avión de combate de despegue y aterrizaje vertical existente en servicio, y apostar por el F-35C y el Rafale Marine, lo que exige contar con un portaviones - PHOTO/US Navy
La Marina española apuesta por un barco con una larga pista de despegue y aterrizaje como alternativa al caza F-35B de despegue y aterrizaje vertical
  1. Se contempla el francés Rafale Marine y el norteamericano F-35C
  2. Catapulta para el despegue y sistema de frenado, dos retos tecnológicos

La Armada ha encomendado en fechas recientes a Navantia un estudio conceptual enfocado a conocer las capacidades técnicas del astillero estatal para poder asumir la construcción del que sería el primer portaviones “con todas las de la ley” de la Marina de Guerra española. 

Hacer público el estudio de viabilidad del portaviones cuenta con el placet del director de la Oficina de Asuntos Económicos de Moncloa, Manuel de la Rocha, segundo por la derecha - PHOTO/Pool Moncloa-José Manuel Álvarez

Altos mandos militares consultados que desean mantenerse en el anonimato confirman que, aunque la Armada goza de total independencia para encargar estudios a cualquier empresa, “la iniciativa goza del beneplácito de la secretaria de Estado de defensa”, Amparo Valcalce, responsable de la política de armamento e innovación industrial. Y “del visto bueno del jefe de Estado Mayor de la Defensa”, almirante Teodoro López Calderón, responsable de definir y proponer las prioridades en la obtención de los sistemas de armas para las Fuerzas Armadas.

Dada la repercusión de hacer pública la petición a Navantia, el encargo también cuenta con la autorización de la ministra Margarita Robles, “quien no da un paso de trascendencia sin recibir el placer de Manuel de la Rocha”, el secretario de Estado que dirige la Oficina de Asuntos Económicos de Presidencia de Gobierno en la Moncloa, y que es el todopoderoso artífice y rector del Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa. 

Fuentes solventes próximas al Cuartel General de la Armada dieron a conocer la noticia de plantearse un portaviones, que sorprendió a propios y extraños. La Marina de guerra cuyo jefe es el almirante Antonio Piñeiro ha resuelto no jugar la sola carta del F-35B ‒el único avión de combate de despegue y aterrizaje vertical existente en el mercado‒ para renovar su menguante Escuadrilla de la caza y ataque, cuyas aeronaves Harrier AV-8B+ acumulan más de 35 años de servicio. 

Los reiterados retrasos del Gobierno de coalición del presidente Sánchez en decidirse por la compra del monoplaza de quinta generación F-35B de la corporación industrial norteamericana Lockheed Martin “han repercutido en que la Armada haya ampliado su abanico de opciones para poder mantener las capacidades de ataque y proyección de su Arma Aérea”, confirman altos mandos militares. 

La menguante Escuadrilla de caza y ataque de aviones de despegue y aterrizaje vertical Harrier AV-8B+ acumulan más de 35 años de servicio y la Armada labora por su sustitución a corto plazo, ya sea F-35B u otras alternativas - PHOTO/Armada

Se contempla el francés Rafale Marine y el norteamericano F-35C

Abrir el campo de posibilidades y, en su caso, seleccionar un avión naval de despegue y aterrizaje convencional, exigiría a España “dotarse de un gran buque de guerra dotado con una larga pista con capacidad para soltar y recoger aviones”, afirma un buen conocedor del asunto. 

Es lo que se llama un portaviones, equipado con las instalaciones necesarias para el transporte, mantenimiento, operación, despegue y aterrizaje de aeronaves de ala fija, que se complementan a bordo con helicópteros y drones y cuya construcción en astilleros de Navantia habría que afrontar a largo plazo con un presupuesto multimillonario.  

El Estado Mayor de la Armada dispone de una División de Planes con una sección de Planes Estratégicos. En imagen, el almirante Antonio Piñeiro, al mando de la Armada, en conversación con el rey Felipe VI - PHOTO/MDE-Rubén Somonte

Entre las distintas opciones que la Armada baraja para armarse con un avión de combate y ataque adaptado a las condiciones del escenario naval se encuentra el también caza norteamericano F-35C, versión del F-35 en servicio en la aviación naval de Estados Unidos y también en los Marines. Otra posibilidad es el Rafale Marine, la variante navalizada del caza francés Rafale, que está de dotación en el portaviones de propulsión nuclear galo Charles de Gaulle, de 260 metros de eslora, 42.500 toneladas de desplazamiento y capacidad para llevar a bordo 30 Rafale, dos aviones de alerta temprana E-2 Hawkeye y cinco helicópteros.  

El Rafale Marine entrará en servicio en la India del primer ministro, Narendra Modi, cuyo Gobierno confirmó en abril pasado la contratación de 26 unidades por un valor estimado de 7.500 millones de euros. Los primeros Rafale Marine para Nueva Delhi se recepcionarán a partir de 2028 y estarán de dotación en su portaviones Vikrant. 

La trascendencia económica y estratégica del estudio de viabilidad encargado por la Marina de Guerra nacional a Navantia tiene su razón de ser en que los aviones de combate que integran la 9ª Escuadrilla del Arma Aérea de la Armada son los que ofrecen protección en el aire a la Flota y prestan apoyo aéreo a la Infantería de Marina. Y la Armada no está por la labor de perder tal capacidad. 

La nueva opción que contempla la Armada es el francés Rafale Marine. En imagen, un aparato en el momento de apontar sobre la cubierta del portaviones de propulsión nuclear Charles de Gaulle - PHOTO/Marine Nationale-Dassault Aviation

Catapulta para el despegue y sistema de frenado, dos retos tecnológicos

El buque insignia y el coloso de los mares de la Armada es su iniciativa Visión 2050, la gran renovación de las capacidades que plantea el Estado Mayor de la Armada bajo el mando del Almirante Piñeiro, cuya División de Planes tiene una sección de Planes Estratégicos. 

Para Navantia, la construcción de un portaviones sería “palabras mayores y todo un desafío tecnológico y logístico para su cadena de proveedores”, ya que carece de antecedentes sólidos en buques de tales prestaciones. Entre los grandes retos con los que debería batallar Navantia para sacar adelante un portaviones está la tecnología de la catapulta, la responsable de poner en el aire los aviones. También la del mecanismo de frenado, una vez el avión se ha posado sobre la cubierta de vuelo. 

El estudio de viabilidad goza del visto bueno de la secretaria de Estado de defensa, Amparo Valcalce. En imagen con el presidente de Navantia, Ricardo Domínguez - PHOTO/MDE-Rubén Somonte

“Son tecnologías ‒resalta un ingeniero de armas navales‒ en las que ni Navantia ni la industria de defensa española ha trabajado, porque no lo ha necesitado hasta el momento”. Al no contar con conocimientos en los citados dominios, lo razonable sería buscar un socio tecnológico para hacer realidad las catapultas de vapor que eyectan los aviones. Otra opción, que son “lo último de lo último” para poner aviones en el aire son las novedosas y complejas catapultas electromagnéticas. 

El único que las incorpora tras decenas de años de desarrollo es el portaviones norteamericano de propulsión nuclear Gerald Ford, en servicio desde julio de 2017, de 100.000 toneladas de desplazamiento, 333 metros de eslora y con capacidad para embarcar más de 75 aeronaves de ala fija y variable. China tiene en fase de pruebas un sistema semejante para sus portaviones de la clase Fujian, de 85.000 toneladas y 316 metros de eslora, el primero de ellos botado en junio de 2022, con capacidad para más de 50 aeronaves.  

Dos grandes portaviones de Estados Unidos acompañan al francés Charles de Gaulle y al más pequeño británico Queen Elisabeth en un reciente despliegue naval de la OTAN - PHOTO/US Navy

En Europa, las únicas corporaciones industriales que construyen portaviones son el francés Naval Group y el británico Aircraft Carrier Alliance, una empresa fruto de la asociación entre BAE Systems, Babcock International, Thales, el astillero Rosyth Dockyard y el ministerio de defensa de Londres. Dicen que el papel lo aguante todo, pero el coste de un proyecto semejante, según los técnicos consultados, se sitúa entre los 5.000 y 10.000 millones de euros.