¡Campana y se acabó! La hora de la jubilación ha llegado para el Ariane 5, el potente vector espacial que durante 27 años ha sido llamado “el caballo de batalla de la Europa espacial”.
El despegue con éxito de la misión número 117 de un lanzador pesado diseñado, desarrollado y construido por industrias de 12 países, entre ellas la española, pone fin a más de un cuarto de siglo repleto de éxitos. Cierra la era de protagonismo de una potente, enorme y compleja maquina repleta de alta tecnología, a la que el director de transporte espacial de la Agencia Espacial Europea (ESA), el suizo Daniel Neuenschwander, prefiere denominar “la punta de lanza de la Europa espacial”.
Perteneciente a la generación de los lanzadores norteamericanos Atlas II y Delta II nacidos en la década de los años 80 con los que competía, el Ariane 5 ya forma parte de la historia de la astronáutica. Sus ascensos al espacio han contribuido a posicionar en órbita centenares de satélites de comunicaciones de muy distintos países, así como decenas de sondas y plataformas espaciales desde las que explorar el sistema solar y diagnosticar la salud de la Tierra.

El último rugido de sus motores el 6 de julio ‒a las 00:00 hora peninsular española‒ ha estado sujeto a exhaustivas medidas de seguridad y comprobaciones. Aunque nada, absolutamente nada, se deja sin verificar antes del despegue de cualquier lanzador, en el caso del viaje final al espacio del Ariane 5 se han redoblado las medidas, verificaciones, comprobaciones y ensayos por tratarse de la misión que pone punto y final a un importante vehículo del sistema de transporte espacial mundial.
La ESA, Arianespace, la compañía francesa de servicios de lanzamiento que comercializa los Ariane 5 y, por supuesto, la agencia espacial francesa (CNES), la responsable de administrar y gestionar la base espacial de Kurú, en la Guayana francesa, han resuelto cada una de las incidencias que han surgido en los últimos días. La directora de Kurú, la ingeniera Marie-Anne Claire, había dado la instrucción de que cualquier problema por pequeño que fuese se resolviera “con toda la paciencia del mundo” para impedir cualquier percance de mayor índole.

Un vuelo inaugural desastroso
El historial del Ariane 5 ha tenido muy pocas manchas, pero su carrera profesional comenzó muy mal. El vuelo inaugural del 4 de junio de 1986 estalló a los 40 segundos de remontarse del suelo. Transportaba cuatro sondas espaciales Clúster de la ESA para estudiar la magnetosfera terrestre. Quedaron hechos añicos. La investigación determinó que la pérdida total del hardware del sistema de guiado resultó letal.
Su retorno al servicio se demoró por espacio de 17 meses. Cuando lo hizo el 30 de octubre de 1997 volvió a tener fallos importantes, por lo que el tercer intento no se produjo hasta un año después. Entre abril de 2003 y diciembre de 2017 realizó 83 misiones consecutivas con éxito, aunque en enero de 2018 tuvo un fallo parcial, al colocar en una órbita indebida a los tres satélites que portaba. En total, el Ariane 5 ha gozado de un alto índice de fiabilidad del 95,7%.
En los 27 años que ha estado en servicio ha despegado desde su única rampa de lanzamiento en la base espacial de Kurú un total de 117 veces. Han servido para poner en órbita 239 satélites, en su mayor parte para transportar dos pesados ingenios, al contar con una capacidad de carga útil máxima de 10,5 toneladas.

¿Qué viene ahora? ¿Cuál es su relevo? Pues, cómo no, el Ariane 6. Sin embargo, su vuelo inaugural acumula más de tres años de retrasos y hoy por hoy está programado para finales de 2023. Lo reiteran una y otra vez el director general de la ESA, el austríaco Josef Aschbacher y los presidentes de Arianespace y del CNES, los franceses Stéphane Israël y Philippe Baptiste, respectivamente.
Sin embargo, varios de los más importantes sistemas que conforman el Ariane 6 todavía se encuentran en fase de calificación. Los conocedores del programa apuntan soto vocce que resulta “improbable” que pueda volar el presente año y anticipan el anuncio de un nuevo retraso para 2024.
Así pues, la despedida del Ariane 5 deja paso a un periodo incierto que socaba y deja en entredicho la ansiada autonomía europea de acceso al espacio que reclaman de forma continuada todos los presidentes de la republica francesa. No solo por la conclusión de los despegues del Ariane 5 sino por la suspensión de los vuelos de los más pequeños cohetes Vega y Vega-C, lo que provoca la inexistencia de operaciones de despegue en la base espacial de Kurú.

Alemania y Francia en la misión de clausura
La misión final del Ariane 5, cuya nomenclatura oficial es VA261 (Vol Ariane 261) se la han reservado las dos principales potencias espaciales de la Unión Europea, Francia y Alemania. En su postrero viaje, el fiable vector europeo ha puesto en camino hacia la órbita geoestacionaria, a 36.000 kilómetros de altura, a dos satélites de comunicaciones militares.
Uno es propiedad de la Dirección General de Armamento de Francia (DGA), acompañado por una segunda plataforma “experimental e inteligente” de la Agencia Aeroespacial Alemana (DLR). Esta última ha sido bautizada Heinrich Hertz en honor del físico alemán del mismo nombre. Hertz descubrió hacia finales del siglo XIX el efecto fotoeléctrico y la propagación de las ondas electromagnéticas, por lo que está considerado como el padre de las telecomunicaciones.

Construido por la empresa alemana OHB en su sede central de Bremen, un peso al despegue de 3,4 toneladas y financiado por los ministerios federales de Asuntos Económicos y Acción Climática y también de Defensa, la razón de ser del Hertz es evaluar desde un punto de vista técnico el hardware y la nueva tecnología software de reprogramación a bordo de las señales digitales.
Dotado con capacidad para identificar y eludir interferencias, va a efectuar pruebas en diferentes escenarios para validar la emisión y recepción de comunicaciones militares seguras vía satélite. Con ello, el Gobierno de Berlín del canciller Scholz busca allanar el camino para demandar a su industria espacial modelos de satélites de comunicaciones de banda ancha y alta velocidad de datos que respondan a las crecientes demandas de los usuarios de la Bundeswehr.

El compañero de viaje de Heinrich Hertz ha sido otro ingenio dedicado a cometidos semejantes: el satélite militar francés de comunicaciones encriptadas Syracuse 4B, que ha sido fabricado en Toulouse por Airbus Defence and Space, con aportación tecnológica de la sociedad franco-italiana Thales Alenia Space.
De 3,5 toneladas, Syracuse 4B se ha construido para ampliar la cobertura de comunicaciones encriptadas y seguras en las bandas X y Ka de las Fuerzas Armadas francesas. Lo va a hacer junto a su hermano Syracuse 4A, que está en órbita desde octubre de 2021. Ambos se van a solapar el servicio y luego relevar a los Syracuse 3A y 3B de 3,7 toneladas, en el espacio desde octubre de 2005 y agosto de 2006, respectivamente.