La asociación franco-marroquí: entre percepciones asimétricas y ambiciones divergentes

El rey Mohamed VI y el presidente Emmanuel Macron firman en Rabat la Declaración sobre la “Asociación reforzada excepcional” entre Marruecos y Francia - PHOTO/MAP 
La visión francesa de la asociación parece ser un prisma distorsionador a través del cual la diplomacia francesa intenta reconstruir su declinante influencia en África

La reciente declaración de Emmanuel Macron en la Conferencia de Embajadores de enero de 2025 sobre la asociación franco-marroquí revela una lectura particularmente problemática de las relaciones bilaterales. 

Al afirmar que esta asociación “debe ser uno de nuestros relevos para un enfoque africano reinventado”, el jefe de Estado francés revela una concepción de las relaciones internacionales que parece desfasada con respecto a las realidades geopolíticas contemporáneas.

El uso del verbo modal “debe” en la expresión del presidente es sintomático de un enfoque prescriptivo que delata la persistencia de una visión poscolonial de las relaciones internacionales. Esta postura parece tanto más anacrónica cuanto que se produce en un contexto en el que Marruecos lleva casi una década desarrollando una estrategia africana autónoma y ambiciosa, formalizada en particular en el discurso real de febrero de 2014 en Abiyán.

El presidente francés, Emmanuel Macron, habla durante las reuniones empresariales entre Marruecos y Francia - REUTERS/ABDELHAK BALHAKIA 

El malentendido cristaliza especialmente en la formulación presidencial: “En otras palabras, tendremos proyectos franco-marroquíes en el continente africano. Porque es otra manera de acercarse a este continente y de cambiar la mirada sobre Francia cuando lo abordamos juntos”. 

Esta afirmación revela un doble malentendido. Por un lado, presupone que Marruecos aceptaría servir de vehículo para rehabilitar la imagen de Francia en África. Por otro lado, parece ignorar el hecho de que el reino cherifiano ha forjado su propia doctrina de cooperación Sur-Sur, independiente de los intereses occidentales.

Así pues, la visión francesa de la asociación parece ser un prisma distorsionador a través del cual la diplomacia francesa intenta reconstruir su declinante influencia en África.

Este enfoque ignora fundamentalmente las profundas transformaciones que han reconfigurado el panorama geopolítico africano en los últimos años. Lejos de ser un mero relevo potencial de la influencia francesa, Marruecos se ha consolidado como un actor importante en el continente, desarrollando asociaciones estratégicas multidimensionales con numerosos países africanos.

La estrategia de Marruecos se basa en fundamentos claramente establecidos: un enfoque económico pragmático, asociaciones equilibradas y una fuerte visión Sur-Sur. Esta política se basa en una comprensión detallada de la dinámica continental y se apoya en sus propios resortes de influencia, ya sean económicos, culturales o religiosos. El Reino ha construido así su legitimidad africana sobre bases autónomas, lejos de cualquier lógica de sustitución o relevo de una tercera potencia.

Bandera de Marruecos - PHOTO/PIXABAY

La inadecuación de la interpretación francesa se manifiesta también en su aparente ignorancia de las nuevas dinámicas regionales. El África contemporánea se caracteriza por la multiplicación de las asociaciones Sur-Sur, la aparición de nuevas potencias regionales y una creciente diversificación de las alianzas estratégicas. En este contexto, la idea de “reinventar” el enfoque francés mediante una asociación instrumental con Marruecos refleja una persistente dificultad para comprender estas transformaciones estructurales.

La reconstrucción de una asociación equilibrada exigiría un cambio profundo en la concepción francesa de las relaciones internacionales. Esto implicaría:

  • El abandono de una postura prescriptiva en favor de un diálogo entre iguales
  • El reconocimiento explícito de la autonomía estratégica de Marruecos
  • El desarrollo de un enfoque verdaderamente multilateral
  • La construcción de proyectos basados en una convergencia real de intereses.

El discurso del presidente ilustra así los límites de una diplomacia francesa que lucha por reinventarse realmente. El uso del “debe” y la concepción instrumental de la asociación revelan una persistente dificultad para romper los esquemas relacionales históricos. Este enfoque corre el riesgo no sólo de ser contraproducente en la relación bilateral con Marruecos, sino también de comprometer la capacidad más amplia de Francia para forjar asociaciones equilibradas en el continente africano.

Para reconstruir una relación fructífera, Francia debería adoptar un enfoque más humilde y realista, reconociendo que Marruecos, al igual que otros países africanos, persigue sus propios objetivos estratégicos. Se trataría de desarrollar asociaciones basadas no en una presunción de convergencia de intereses, sino en una identificación precisa de los ámbitos de cooperación mutuamente beneficiosos.

La asociación franco-marroquí sólo podrá desarrollarse armoniosamente si Francia acepta replantearse en profundidad su enfoque de las relaciones internacionales, en particular en el contexto africano. Ello exige abandonar los reflejos poscoloniales en favor de un enfoque que reconozca plenamente la autonomía estratégica de sus socios.