Irán volverá a contar con representación diplomática emiratí de alto nivel seis años después. Tras semanas de rumores, el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional de los Emiratos Árabes Unidos confirmó el domingo que el diplomático Saif Mohammed Al Zaabi, que había ejercido hasta 2016 como embajador en Teherán, reanudará su labor desde la capital iraní “en los próximos días”, siguiendo los pasos de Kuwait.
En el comunicado, Abu Dabi enmarca el anuncio en “los esfuerzos para fortalecer las relaciones” con Teherán La decisión, tomada en consonancia con la diplomacia persa, busca “contribuir a seguir avanzando en las relaciones bilaterales en cooperación con los funcionarios de la República Islámica de Irán para lograr los intereses comunes de los dos países y de la región en general”. Este acercamiento mueve las placas tectónicas de la región.
El movimiento empezó a cocinarse hace meses, pero la antesala del anuncio fue la conversación telefónica que mantuvieron a finales de julio el ministro de Exteriores del país del Golfo, el jeque Abdullah bin Zayed Al Nahayan, y su homólogo iraní, Hossein Amirabdollahian. El jefe de la diplomacia emiratí reconoció entonces su intención de “restablecer la calidez de las relaciones entre los dos países y abrir nuevos horizontes, especialmente frente a los nuevos desafíos de seguridad y estabilidad en la región”.

“Los países del Golfo Pérsico buscan estabilidad económica y regional, y es que una escalada de tensiones en la región repercute negativamente en sus planificaciones y acercamiento hacia Occidente en clave energética”, señala en conversación con Atalayar el analista hispano-iraní Daniel Bashandeh.
“El anuncio llega en mitad de las negociaciones del acuerdo nuclear con Irán”, un acuerdo que podría cerrarse en cuestión de días, recuerda el analista: “Los países del Golfo Pérsico y alrededores están intentando marcar posiciones y buscan rebajar las tensiones derivadas de la cuestión nuclear iraní”.
En enero de 2016, Abu Dabi redujo al mínimo exponente sus relaciones bilaterales con Irán con la retirada de su embajador en Teherán. Arabia Saudí había decidido romper por completo sus vínculos con el régimen de los ayatolás tras el asalto a su Embajada en suelo iraní por una turba enfervorizada. El Reino wahabí había ordenado días antes la ejecución de un clérigo chií, lo que levantó una ola de indignación en Irán. El enfrentamiento estaba servido.

En este escenario de ruptura, las autoridades emiratíes decidieron seguir la senda de Arabia Saudí, estrecho aliado regional con el que comparten numerosos frentes abiertos. Emiratos escogió cerrar filas con su socio saudí a pesar de mantener fuertes vínculos comerciales y diplomáticos desde hace décadas.
Pero tres años después, en 2019, Abu Dabi emprendió el camino de vuelta para rebajar las tensiones en un contexto de enconada rivalidad entre Riad y Teherán, espoleada por la retirada de los Estados Unidos de Donald Trump del acuerdo nuclear. Washington marcaba una línea dura.
Con el cambio de piezas en la Casa Blanca, se abrió de nuevo un espacio de distensión. Se reanudaron las conversaciones para reeditar el acuerdo nuclear, conocido como el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), y Riad dio paso al diálogo con Teherán. Era el momento de recuperar la normalidad diplomática.
Emiratos no ha sido el único en aproximarse a Irán. Kuwait, otro vecino del Golfo Pérsico, designó a principios de agosto a un nuevo embajador en Teherán, el primero desde el año 2016, en el que también se sumó los movimientos de sus vecinos regionales.

“La reapertura de relaciones diplomáticas entra dentro de una estrategia: la de liderar los canales diplomáticos entre Irán y Occidente, por un lado, y entre Irán y Arabia Saudí, por otro”, explica a este medio Bashandeh. “La clave de los últimos movimientos de Kuwait, Qatar, Omán y ahora Emiratos, es la de tratar de jugar un importante papel mediador en la zona y ganar influencia en el plano internacional”.
Para el analista, el mejor ejemplo de esta estrategia “reside en Qatar y Omán, dos países claves para cerrar el acuerdo nuclear de 2015 y que ahora han vuelto a entrar en escena para acercar posiciones”.
“Es una diplomacia discreta, pero muy efectiva. De esta forma, están mandando una señal a EE.UU. tras el viaje de Biden a Israel y su firme oposición al programa nuclear iraní: quieren una región que se aleje de la confrontación y trabaje por una desescalada de las tensiones”, remata Bashandeh.