Fracasa el intento de la UE para aplacar la crisis de las matrículas entre Serbia y Kosovo

El presidente de Serbia, Aleksandar Vučić, y el primer ministro de Kosovo, Albin Kurti, se han visto las caras por partida doble esta semana en Bruselas. Por primera vez en más de un año, y a cuenta de las tensiones fronterizas, los líderes balcánicos acudieron a la capital comunitaria a instancias de la Unión Europea con el objetivo de poner fin a la denominada crisis de las matrículas. Sin embargo, la primera toma de contacto no ha dado sus frutos. Todavía no hay acuerdo para la resolución de un contencioso legal que, salvo nuevo aplazamiento, entrará en vigor en menos de dos semanas.
El enésimo estallido de la crisis en los Balcanes se gestó a principios de agosto, cuando las autoridades de Kosovo decidieron expedir documentos de identidad válidos por un período de 30 días para todos los ciudadanos serbios que cruzasen la frontera. Como contrapartida, estos debían entregar su documentación serbia. La medida incluía a los cerca de 60.000 serbokosovares que carecen de documentos de identidad locales. Estos no reconocen la independencia del Estado kosovar, una antigua provincia serbia de mayoría albanesa.
Las autoridades de Pristina también tenían previsto exigir la sustitución de las matrículas emitidas en Serbia por las kosovares. Pero estas medidas, adoptadas en reciprocidad a las establecidas por Belgrado, generaron una respuesta airada por parte de la población serbia del norte de Kosovo, que considera este tipo de detalles como un reconocimiento de su independencia. El enclave de Mitrovica, una de las ciudades étnicamente divididas en la que reside una importante masa de población serbia, acogió las principales muestras de descontento.

En forma de represalia, decenas de camiones cisterna y maquinaria pesada bloquearon los pasos fronterizos de Brnjak y Jarinje, y Merdare, al norte de Kosovo. La escalada de las tensiones hizo saltar las alarmas en la KFOR (en inglés, Kosovo Force), la misión de la OTAN en la zona, que se mostró lista para actuar en caso de amenaza para la seguridad. Las fuerzas de mantenimiento de la paz se encargaron de revisar que se cumplía la vuelta a la normalidad fronteriza. No hubo sobresaltos más allá de los choques habituales entre los manifestantes y la Policía.
Las presiones diplomáticas de Washington y Bruselas convencieron al premier kosovar de posponer la entrada en vigor de las medidas. Kurti amplió el plazo a 30 días, hasta el 1 de septiembre. Ponía así una cuenta atrás de un mes para resolver el contencioso, y se emplazó a reunirse en Bruselas con el mandatario serbio.
“A pesar de que la situación sobre el terreno ha mejorado, es responsabilidad de todas las partes, especialmente de los funcionarios de Belgrado y Pristina, evitar que se produzca una nueva escalada”, declaró el miércoles el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que reiteró el compromiso de la Alianza Atlántica de actuar en caso de que fuera necesario. El diplomático noruego aprovechó la ocasión para reunirse por separado con Vučić y Kurti en Bruselas, en la antesala de su encuentro en las dependencias de la Unión Europea.

Un contingente de más de 3.700 efectivos de la OTAN se encuentra desplegado en Kosovo. Se encarga de mantener la seguridad, aunque no es la primera Fuerza de Seguridad en intervenir en caso de conflicto, sino el último recurso. La participación de la organización transatlántica en la región quedó marcada en 1999 con su intervención en Serbia, destinada a frenar la ofensiva contra los albanokosovares que combatían por su autonomía. Hoy, su presencia se reduce a intervenir en caso de un grave deterioro de la seguridad.
Tras el encuentro en las dependencias de la OTAN, Kurti hizo saber que espera de la KFOR que evite a toda costa que puedan “volver a producirse esos bloqueos, que impiden la libertad de movimiento, pero también la seguridad de nuestras fuerzas policiales y de los ciudadanos”. Vučić, por su parte, suspira por que el contingente de la Alianza Atlántica ayude a “preservar la paz y la estabilidad”.

Las esperanzas depositadas en la KFOR por el presidente serbio y el primer ministro kosovar son similares, pero su diagnóstico de la situación es radicalmente opuesto. Vučić, apodado el Putin serbio por sus vínculos con el Kremlin y la dependencia económica serbia de Rusia, y Kurti, un carismático exactivista panalbanés de corte antisistema, sostienen tesis antagónicas sobre las problemáticas de la región. Uno acusa a Pristina de maltratar a la minoría serbia; otro señala a Belgrado por el continuo hostigamiento a su soberanía. La reconciliación se antoja complicada.
El Alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, intentó el jueves acercar posturas entre las partes. No hubo éxito. Tras una serie de reuniones a nivel trilateral, Belgrado y Pristina se mostraron incapaces de encontrar una solución mutuamente aceptable para resolver la crisis de las matrículas.
El jefe de la diplomacia europea repartió culpas de una posible escalada entre sus interlocutores, pero mantiene se mantiene un canal de comunicación abierto: Miroslav Lajčák, el diplomático eslovaco que ha ejercido como presidente de la Asamblea General de la ONU, y que es ahora el enviado especial de la UE para el Diálogo entre Serbia y Kosovo, tomará las riendas de las conversaciones antes del vencimiento del plazo fijado por Kurti.