La UE se prepara para llevar a un nuevo nivel las relaciones con Marruecos

Las tensiones entre la Unión Europea y Marruecos vivieron un punto álgido en octubre de 2024, cuando el Tribunal General de la UE anuló los acuerdos de agricultura y pesca entre ambas partes. El motivo: estos convenios se aplicaban también al territorio del Sáhara Occidental, sin contar con el consentimiento del pueblo saharaui.
Para el Frente Polisario, que lucha por la autodeterminación del Sáhara, la sentencia supuso todo un éxito, mientras que, para Marruecos, el golpe implicó buscar aliados comerciales alternativos. Desde entonces, la UE ha optado por el silencio.
Escenas similares se han visto este año. En abril, el embajador Ubbi Bushraya, representante del Frente Polisario ante las Naciones Unidas en Ginebra, acusó a aerolíneas europeas como Transavia y Ryanair por establecer rutas desde París y Madrid hacia Dajla, una ciudad en el Sáhara Occidental bajo control marroquí. Esto, según el embajador podría tener repercusiones legales, ya que el acuerdo aéreo euro-mediterráneo entre la UE y Marruecos “no se aplica al espacio aéreo del Sáhara Occidental”. De nuevo, Bruselas guarda silencio.
Pese a que en contextos de crisis la Unión Europea tiende a adoptar posiciones prudentes, sus líderes siguen mantenido discursos optimistas. Tras la anulación del acuerdo de agricultura y pesca, tanto la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, como el alto representante para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, insistieron en que la relación con Marruecos seguía siendo una prioridad para Europa, describiéndola como “duradera, amplia y profunda”. Ese mismo tono se repitió en diciembre, cuando la comisaria europea para el Mediterráneo, Dubravka Šuica, calificó a Marruecos como “un socio clave y fiable para la UE, en la región mediterránea y más allá en el continente africano”.

Socios preferentes
El reciente respaldo del Reino Unido al plan de autonomía marroquí, anunciado el lunes 2 de junio de 2025, ha intensificado el debate sobre la postura individual de los países europeos respecto a Marruecos. En este escenario, España y Francia destacan como los principales interlocutores del reino alauí reconociendo el Plan de Autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental como la opción más seria y creíble de cara a solventar el diferendo saharaui.
En el caso de España, desde la adopción de la Hoja de Ruta en 2022, las relaciones bilaterales con Marruecos han alcanzado uno de sus “niveles más altos”, como dice el presidente Pedro Sánchez. Marruecos es hoy el principal socio comercial de España fuera de la UE, y la cooperación se ha fortalecido en áreas estratégicas como migración, lucha contra el terrorismo, y aspectos aduaneros en Ceuta y Melilla.
Esta alianza se reforzó aún más el pasado 17 de abril, cuando el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, reiteró ante Nasser Bourita, ministro de Asuntos Exteriores marroquí, el apoyo de España al Plan de Autonomía para el Sáhara Occidental. Albares además expresó el interés español en la futura celebración de un Consejo Unión Europea-Marruecos que impulse esta asociación estratégica a otro nivel.
Francia, por su parte, ha ido estrechando sus vínculos con Marruecos de forma gradual. Tras la carta enviada por Emmanuel Macron al rey Mohamed VI el 30 de julio de 2024, en la que reconocía el plan de autonomía como “la única base creíble” para resolver el conflicto del Sáhara, París ha intensificado su compromiso. En abril de 2025, reafirmó esta posición públicamente, y, en febrero firmó múltiples acuerdos culturales durante la visita oficial de la ministra francesa de cultura, Rachida Dati.
El acercamiento de varios Estados influyentes de la UE a Marruecos podría empujar al bloque comunitario a seguir una estrategia similar.

¿Un nuevo camino?
Esta última semana, la UE, representada por el diplomático João Cravinho, visitó Rabat, ejemplificando un intento claro de Bruselas por materializar una cooperación largamente elogiada. Esto se puede deber a que Marruecos parece ser una vía perfecta a una entrada al Sahel.
La creciente influencia de actores como Rusia y China en la región ha generado inquietud en Europa. Existe la posibilidad de que estas potencias mundiales llenen un vacío dejado por Occidente después años de intervenciones irregulares y retirada de tropas.
Desde su llegada a la UE en noviembre de 2024, Cravinho ha buscado mantener diálogo con Níger, Burkina Faso y Mali. Estos países, gobernados por Gobiernos miltares, quienes abandonaron en enero de este año la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), han entrado en una compleja crisis marcada por inestabilidad e inseguridad.
Estos Gobiernos del Sahel, han declarado su compromiso de combatir grupos yihadistas a través de una nueva alianza regional, un objetivo que comparten con Rabat. De hecho, el analista Al-Sharqawi Al-Rudani advierte que “no hay duda de que los grupos terroristas también tienen a Marruecos en la mira como parte de una estrategia de desestabilización más amplia destinada a abrir una brecha hacia Europa”. En este sentido, Marruecos representa una línea de contención clave frente a los flujos yihadistas transfronterizos, lo que lo convierte en un socio estratégico en los esfuerzos europeos por restaurar la estabilidad en el Sahel.

En el plano económico, Marruecos ha reforzado su papel como actor regional clave. En paralelo, Rabat ha promovido iniciativas de infraestructura que buscan integrar económicamente a los países del Sahel. Una de ellas es la propuesta de conectar el puerto de Dajla - ciudad costera situada en el Sáhara Occidental bajo control marroquí - con Yamena, la capital de Chad, a través de corredores logísticos que atravesarían Mauritania, Malí y Níger.
Esta actuación tiene que ver con la importante Iniciativa Atlántica promovida por Marruecos que pretende facilitar a los países del Sahel el acceso al océano Atlántico para potenciar sus economías y relaciones comerciales, un plan que, sin duda, es muy favorable para los países sahelianos, acuciados por situaciones económicas complicadas.
Desde la perspectiva europea, Marruecos representa un socio confiable para facilitar el reingreso diplomático en una región marcada por la volatilidad. Su proximidad geográfica, estabilidad relativa y relaciones sólidas con tanto Europa como el Sahel lo posicionan como un puente estratégico.