La paz con el PKK en Turquía podría estar cada vez más cerca
- Contexto
- ¿Estamos cada vez más cerca de presenciar la paz?
- Una paz duradera tendría implicaciones de gran escala
El Gobierno de Turquía anunció que el proceso de desarme del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) podría comenzar en días, lo que representa un avance significativo en la búsqueda de una solución a un conflicto de más de 40 años.
Este enfrentamiento ha marcado profundamente la política interna turca y su papel en Oriente Medio. Si el diálogo actual prospera, Turquía y las comunidades kurdas podrían establecer un precedente para resolver conflictos armados relacionados con identidades, como han hecho Colombia, Irlanda, España y Sri Lanka. Más que desactivar una insurgencia, se trataría de transformar un desafío estructural en una oportunidad para la reconciliación y una paz duradera.
Contexto
Tras la disolución del Imperio Otomano al finalizar la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Sèvres (1920) propuso una reconfiguración del mapa de Oriente Medio bajo el control de las potencias europeas, e incluía la posibilidad de un Estado kurdo. No obstante, la victoria de las fuerzas nacionalistas turcas lideradas por Mustafá Kemal Atatürk en la Guerra de Independencia (1919-1923) impidió su implementación. El posterior Tratado de Lausana (1923) definió las fronteras de la nueva República de Turquía y descartó cualquier entidad kurda autónoma. A partir de entonces, la política nacional se centró en construir un Estado moderno, unitario y laico, inspirado en el ideario kemalista, que promovía una identidad nacional basada en la lengua y cultura turca, reduciendo el espacio para expresiones identitarias diferenciadas como la kurda.
El conflicto kurdo se intensificó a partir de los años ochenta con la aparición del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), fundado por Abdullah Öcalan en 1978 con una ideología marxista-leninista. En 1984, el grupo inició una insurgencia armada con el objetivo inicial de crear un Estado kurdo independiente, aunque más adelante reformuló sus demandas hacia una mayor autonomía y reconocimiento de derechos culturales. Clasificado como organización terrorista por Turquía, la Unión Europea y Estados Unidos, el PKK ha estado en el centro de un conflicto que ha dejado más de 40.000 muertos.
En las décadas siguientes, el enfoque del Estado turco osciló entre la represión y los intentos de diálogo, como ocurrió durante los años noventa con las reformas de Turgut Özal o, posteriormente, en los primeros mandatos del AKP. Sin embargo, el endurecimiento del Gobierno de Recep Tayyip Erdoğan, especialmente tras el intento de golpe de Estado en 2016, consolidó una línea autoritaria que securitiza la cuestión kurda y ha debilitado las vías de resolución política.
Sin embargo, recientes señales apuntan a un posible cambio en la dinámica, con avances concretos hacia la desescalada y el desarme del PKK, lo que abre una ventana esperanzadora para la reconciliación.
¿Estamos cada vez más cerca de presenciar la paz?
El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) podría comenzar a entregar sus armas en cuestión de días, según anunció el portavoz del partido gobernante turco, Ömer Çelik, quien calificó los próximos días como “extremadamente importantes para una Turquía libre de terrorismo”.
Esta señal representa el avance más claro hasta ahora en el proceso de desarme del grupo, que en mayo decidió disolverse y poner fin a más de cuatro décadas de conflicto armado con el Estado turco.
Fuentes del PKK en el norte de Irak confirmaron que un pequeño grupo de combatientes entregará armas en una ceremonia en Sulaimaniya, bajo supervisión del Gobierno central iraquí. Este acto, considerado un gesto de buena voluntad, busca generar confianza para que Turquía avance hacia una paz duradera.
Paralelamente, el jefe de inteligencia turco Ibrahim Kalin visitó Erbil para coordinar con líderes kurdos iraquíes medidas contra el terrorismo, en un contexto donde el desarme del PKK podría impulsar la estabilidad política y económica no solo en Turquía, sino también en las regiones kurdas de Irak y Siria.
Una paz duradera tendría implicaciones de gran escala
Nacional
A lo largo del tiempo, este conflicto ha contribuido a la concentración del poder en el Gobierno central y al debilitamiento de la autonomía local, especialmente en las provincias de mayoría kurda. También ha sido el pretexto para restringir derechos fundamentales como la libertad de expresión, la participación política o el uso del idioma kurdo en la esfera pública. La narrativa del “separatismo kurdo” y la violencia asociada al PKK han facilitado la aceptación social de políticas autoritarias bajo la lógica de la seguridad nacional. Una resolución pacífica de la cuestión kurda no solo permitiría revertir este proceso, sino que abriría la puerta a un rediseño más democrático e inclusivo del Estado turco.
Regional
Este conflicto ha afectado profundamente las relaciones de Turquía con sus vecinos —Irak, Siria e Irán—. Desde el punto de vista del Estado turco, las aspiraciones kurdas se han visto como una amenaza transnacional. Por eso, en lugar de considerarlas una oportunidad de cooperación, las comunidades kurdas a ambos lados de la frontera han sido tratadas como obstáculos. Superar esa lógica abriría nuevas posibilidades de alianza en la región. Un acuerdo con los kurdos sirios, por ejemplo, al estilo del que ya existe con el Partido Democrático del Kurdistán (KDP) en Irak, podría marcar el inicio de una cooperación estratégica. En vez de ver a los kurdos como rivales, Ankara podría empezar a tratarlos como socios clave en su proyección hacia el mundo árabe.
Un acercamiento a las comunidades kurdas también cambiaría los equilibrios regionales. Turquía e Irán, que han mantenido una relación ambigua en torno a este tema —cooperan por momentos, compiten en otros— apoyan a actores kurdos distintos: Teherán se ha acercado a grupos más de izquierda como el PKK o la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK), mientras Ankara ha apostado por figuras conservadoras como el KDP. Mientras el conflicto con el PKK siga activo, esa división beneficia a Irán. Si el PKK se disuelve, Turquía podría ganar influencia.
Internacional
La cuestión kurda también ha tensado las relaciones exteriores de Turquía, sobre todo con Estados Unidos. El respaldo estadounidense a las YPG (brazo sirio del PKK) provocó una fuerte crisis bilateral. Como respuesta, Ankara buscó alianzas con Rusia e Irán en el conflicto sirio, lo que derivó en la Plataforma de Astana (2016). Pero esa cooperación con Moscú no es estable. Si el conflicto con el PKK se resuelve, Turquía podría reducir su dependencia de Rusia y volver a acercarse a Occidente.
Así, una paz con el PKK eliminaría uno de los principales focos de conflicto en política exterior, mejoraría las relaciones con Washington, reforzaría la posición turca en la OTAN y abriría un nuevo capítulo con la Unión Europea. Pero para que ese giro sea real, no basta con el alto el fuego: se necesita un cambio institucional que reconozca la diversidad identitaria, proteja los derechos lingüísticos y culturales, y garantice la participación política de los kurdos.
El momento es delicado, pero prometedor. Hay respaldo social y político para avanzar hacia la paz. El reto es convertir ese consenso en reformas concretas. Si lo logra, Turquía no solo cerrará una herida interna de décadas: también redefinirá su lugar en la región y en el mundo.