El futuro de Argentina, en manos del próximo presidente

Alexandra Dumitrascu
Pie de foto: Imgen de los candidatos presidenciales Mauricio Macri, Sergio Massa y Daniel Scioli.
Si en algo coincide la mayor parte de la sociedad argentina es que a partir del 10 de diciembre en el país habrá cambio sí o sí. Y uno de los mayores cambios en una década es el fin del kirchenisrismo tras 12 años en el poder, primero bajo el mandato de Néstor Kirchner, y segundo liderado por su mujer Cristina Fernández de Kirchner. Pese a los esfuerzos de la presidenta de renovar su gobierno mediante la modificación de la Constitución –que impone un límite de dos mandatos- las masivas protestas sociales y las críticas a este respecto le disuadieron ante el miedo a que su impoluta imagen se degradara. Aunque tras 8 años de su gobierno el país ha quedado manifiestamente deteriorado, las encuestas revelan que la opinión de los ciudadanos respecto a su figura es muy positiva, una fama que la presidenta supo alimentar con sus políticas populistas y, sobre todo, con la propaganda difundida a través de la cadena pública de televisión, y no sólo.
Y es que cuando la presidenta decreta cadena nacional –porque considera de suma importancia lo que va a comunicar- el asunto se convierte obligatoriamente de interés nacional, precepto por el cual todas las cadenas de televisión y radio están constreñidas a interrumpir su programación para dejar espacio al mensaje presidencial. Durante su segundo mandato, la dirigente argentina gastó cerca de 12.500 millones de pesos -unos 1.100 millones de euros, según el cambio oficial- para sustentar su aparato propagandístico, una cifra 15 veces superior a la que se destinó el año pasado a la creación de escuelas.
Pie de foto: La presidenta Cristina Fernández de Kirchner dice adiós a 12 años de gobiernos al no poder renovar su tercer mandato
Crisis económica
Más allá de sus gastos en imagen, la presidenta se va dejando el país en recesión y con las arcas casi vacías. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) la economía argentina únicamente va a experimentar un crecimiento de 0,4% en 2015, y para 2016 vaticina una recesión de 0,7%, además de una inflación mayor que la de este año. De acuerdo con los economistas locales, la inflación del país alcanzará el 25% en el conjunto del año, lo que supone alrededor del 2% mensual, lo que coloca a Argentina en el segundo puesto mundial en este sentido, sólo detrás de Venezuela. Aún con todo, la inflación argentina ha seguido una tendencia a la baja si se toma en consideración las cifras del 2014 cuando el país convivió con un aumento de los precios del 38%.
Con un PIB que el Banco Mundial coloca en 540.000 millones de dólares, Argentina se enfrenta a un déficit fiscal de 4% del PIB. Según afirma Nigel Chalk, responsable de seguir la situación argentina en el FMI, el gasto público ha experimentado un aumento de más del 35% en los primeros ocho meses del año. Según la consultora argentina Empiria, en los últimos años el gasto presupuestado por el gobierno argentino no sólo no se ha movido dentro del límite admitido, sino que ha duplicado los valores ratificados por el Gobierno. Así, a modo de ejemplo, en el 2014 el gasto presupuestado fue de 18%, pero el ejecutado alcanzó el 44%; cifras parecidas a las de 2015.
Los datos que apuntan a la deuda externa del país tampoco son muy halagüeños. De acuerdo con datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Censo (Indec), la deuda externa bruta total, pública y privada, aumentó en el primer semestre del año en 1.600 millones de dólares, hasta alcanzar los 149.458 millones de dólares o, lo que es lo mismo, el 28% del PIB.
Uno de los temas más debatidos del país está relacionado con las reservas que Argentina mantiene en el Banco Central (BCRA), después de que el 5 de octubre el Gobierno argentino saldara la última y mayor cuota de intereses por los bonos emitidos en 2005, Boden 2015, por valor de 5.900 millones de dólares; en manos principalmente de inversores externos como JP Morgan, Deutsche Bank y de algunos hedge funds. Para evitar la caída de las reservas, el ministro de Economía y Finanzas Públicas, Axel Kicillof, nada más efectuar el pago de Boden 2015, trató de colocar 1.500 millones de dólares, Bonar 2020, sin embrago la incertidumbre acerca del futuro próximo del país solamente le permitió captar 670 millones, lo que pone de manifiesto la dificultad con la que se enfrenta Argentina para colocar deuda a largo plazo.
Frente al empeño del gobierno argentino de persuadir sobre unas reservas todavía decentes, desde Moody´s, Gabriel Torres, advierte sobre la situación real del BCRA y vaticina una sobrevivencia no más lejos del 10 de diciembre, debido a que las reservas reales serían de unos 10.000 millones. Igualmente, Amilcar Collante, economista del Centro de Estudios Económicos del Sur (CESUR), apunta que de los 33.301 millones de dólares contabilizados como reservas del BCRA, unos 11.000 millones corresponden al crédito acordado con China. Además, otros 8.200 millones computan como depósitos de terceros, con lo cual las reservas reales rondarían los 14.000 millones, sin considerar la deuda de 8.100 millones del BCRA con los importadores.
Los retos del futuro gobierno
Así las cosas, el próximo presidente de Argentina va a tener que poner en marcha una serie de medidas para rehabilitar la economía. Uno de los mayores y urgentes problemas con el que va a tener que lidiar el siguiente gobierno va a ser la escasa disponibilidad de liquidez y la poca capacidad del país de financiarse en el exterior. Para ello, la nueva administración va a tener que mostrar una predisposición de adoptar un paquete de medidas y ajustes para volver a recuperar la credibilidad necesaria en orden a acceder a los mercados de crédito. Y para ello habrá que negociar con los holdouts. Es uno de los puntos con el que coinciden también los empresarios argentinos que confían en una mejora para el país, y por tanto, para sus negocios. Durante el habitual encuentro de dirigentes empresariales, en el marco del 51ª Coloquio Anual de IDEA, estos han expuesto, esta vez delante de los candidatos a la presidencia, sus inquietudes, así como los deberes que, en su opinión, deberán marcar la agenda del futuro presidente. La inflación, la devaluación y la competitividad han sido los temas que más han resonado durante el encuentro de tres días. Además, los directivos han criticado la fuerte involución del Estado, incluso en el sector privado, y han exigido mayor poder para las provincias y menor presión impositiva para las mismas para, así, favorecer la inversión y con ello la producción y el empleo.
Asimismo, la difícil coyuntura de Argentina ha hecho que durante los últimos 13 años el país esté condicionado por la Ley de Emergencia Económica, un marco legal aprobado en 2002 para encarar “situaciones extraordinarias derivadas de la crisis económica”. El texto de la ley, que se ha ido renovando con los sucesivos gobiernos, decreta estado de “emergencia pública en materia social, económica, administrativa y cambiaria, y confiere al Poder Ejecutivo, sustentado por el presidente y el vicepresidente, una serie de facultades que le permiten interferir en distintos aspectos como imponer retenciones a las exportaciones, establecer el sistema de cambio o renegociar los contratos de los servicios públicos en manos de empresas privadas, entre otras cuestiones. Diciembre es el mes tope para que la última prórroga quede obsoleta, y fuentes no oficiales especulan hacia una posible derogación de la misma en caso en que la oposición salga elegida en los próximos comicios, así como de la ley de superpoderes, esenciales para la gestión de los gastos y los recursos.
Con todo, Argentina es la tercera economía de la región de América Latina, detrás de Brasil y México, con un gran potencial gracias a la riqueza de sus recursos naturales, sobre todo agrícolas, pero también petrolíferos y mineros, entre otros. Además, según el Banco Mundial, entre los años 2003 y 2009, la clase media argentina se duplicó hasta alcanzar los 18,6 millones, lo que equivale al 45% de la población.
Pie de foto: Los principales candidatos a la presidencia de Argentina, Daniel Scioli, Mauricio Macri, Sergio Massa y Margarita Stolbizer.
Hacia el cambio radical o no
Para que el cambio en Argentina sea total depende de los resultados de las elecciones de este domingo 25 de octubre 2015 o, en caso en que haya segunda vuelta, de las de noviembre. Aunque cuanto más se ha ahondado en la campaña más simbiosis ha habido entre los primeros tres candidatos (de los seis que compiten) con más oportunidades de instalarse en la Casa Rosada a partir del 10 de diciembre. Muchos de los analistas políticos coinciden en que cada uno de los candidatos ha ido tomando del otro parte del discurso hasta suavizar las diferencias que les hacía singulares.
Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires, y candidato de Cristina Kirchner, es el aspirante que las encuestas dan como ganador. Aunque ambiguos, los últimos sondeos posicionan a Scioli el primero con un 39%, seguido por Mauricio Macri, con el 32%, lo que supondría una segunda vuelta para el 22 de noviembre. No obstante, los resultados que vaticinan las encuestas no incluyen a las clases más bajas del país que no disponen de teléfono fijo, el principal medio para el cuestionario. Según determinadas instituciones privadas, ante la falta de credibilidad del Indec, hay alrededor de 12 millones de pobres, lo que supone el 28,7% de la población argentina.
Si en un principio quiso marcar distancias con el oficialismo, al presentarse como independiente, hacia el final de la campaña Scioli ha buscado mostrarse como una nueva etapa dentro del kirchnerismo al prometer continuidad “con algunos cambios”. Uno de los asuntos potencialmente conflictivos con los kircheneristas es la necesidad de negociar con los holdouts para volver al mercado internacional de capitales, aunque en alguna ocasión reclamó “un mundo libre de (fondos) buitres”. En su página oficial, Scioli plantea sus siete propuestas de desarrollo para los próximos cuatro años entre los que están presentes la necesidad de inclusión en las cadenas regionales de comercio e inversiones globales; la de generar alianzas con los países del mundo; y la integración de Argentina en la región y en el mundo. Además, el candidato del Frente para la Victoria promete lograr una inflación de un dígito, aunque “nunca con ajuste”, para alinear a Argentina con los demás estados de la región. Propuestas todas inspiradas de sus principales oponentes, Mauricio Macri y Sergio Massa, respectivamente.
Mauricio Macri, jefe de gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires, se ha consolidado como el principal candidato de la oposición que podría suponer una alternativa real al kirchnerismo. De un estatus social alto que le aleja de las clases bajas, el candidato de Cambiemos enfocó su campaña hacía la proyección de una imagen de cercanía con la gente de a píe. Por eso, a lo mejor, se explica que gran parte de sus propuestas están dirigidas al plano interno, en donde una de sus mayores lemas y su primer compromiso es la “pobreza cero”. A pesar de no haber puesto demasiado énfasis en ello, Macri prometió atacar los problemas que aquejan al país: la inflación, la falta de liquidez y el ajuste de la macroeconomía.
Como un alumno que hace sus deberes, Sergio Massa se ha presentado como el candidato más aplicado de todos, con una motivación y un optimismo que contagian. Sus propuestas electorales han sido de las más desarrolladas, y presentadas a modo de libro a lo largo de 113 páginas de extensión, estructurado en nueve capítulos, para saciar a todos los sectores de la población. En cuanto a las relaciones internacionales, dos asuntos coincidentes con Macri han sido la necesidad de recomponer las relaciones con Estados Unidos y Europa, y la de mantener los contactos con China.
Margarita Stolbizer, del Frente Progresista; Nicolás del Caño, del Partido de los Trabajadores Socialistas; y Adolfo Rodríguez Saá, del Partido Justicialista, son los candidatos de izquierda que completan el abanico electoral y que lejos quedan de la Casa Rosada.
Uno de los aspectos de mayor relevancia de la campaña electoral ha sido el debate televisivo con los candidatos a la presidencia, el primero en la historia del país. Scioli, apoyado por el oficialismo, fue el único de los competidores que se ausentó del mismo, aún con el riesgo de sufrir un fuerte desgaste. La razón, la claridad con la que durante los meses anteriores ha expuesto todo el contenido de su programa. A pesar de las expectativas generadas en torno al mismo, los analistas políticos han calificado el debate de aburrido en el que los aspirantes se limitaron a desarrollar durante dos minutos sus propuestas dentro de los cuatro bloques preestablecidos, y en el que no hubo un claro ganador. A todo ello, durante los primeros 30 minutos del debate, en la cadena pública desfiló propaganda institucional que ponía de manifiesto las bondades de los Kirchner.
El futuro de Argentina depende de las medidas que va a poner en marcha el próximo presidente. Aunque el kirchnerismo se acaba, la presidenta se ha encargado de dejarlo todo bien atado. En el caso en que gane la oposición, la Cámpora, fiel a Kirchner, podría dificultar la gestión del próximo Gobierno. A pesar de ello, la mayoría coincide en que el país necesita con urgencia un cambio de rumbo, y, dentro de él, una mejor y eficaz administración.