El grupo terrorista yihadista está complicando mucho la actividad de los Ejércitos de Burkina Faso, Mali y Níger y del contingente extranjero de apoyo

Daesh, el gran peligro del Gran Sáhara

REUTERS/BENOIT TESSIER - Soldados de las Fuerzas Armadas de Mali

Daesh se está convirtiendo en un auténtico quebradero de cabeza para los Ejércitos de los países alojados en el Sahel y en el Gran Sáhara. Las Fuerzas Armadas de naciones como Burkina Faso, Níger o Mali se ven incapaces de controlar la actividad violenta desarrollada por esta formación yihadista. Los destacamentos de misiones internacionales de apoyo en la zona también se están viendo superadas por momentos por la actividad violenta en el territorio. 

El autodenominado (y mal llamado) Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS) se ha convertido en una de las principales amenazas terroristas en el Sahel (área que comprende de oeste a este el norte de Senegal, el sur de Mauritania, Mali, el norte de Burkina Faso, parte del sur de Argelia, Níger, el norte de Nigeria, la franja central de Chad y de Sudán, Eritrea y parte del norte de Etiopía, entre el océano Atlántico y el mar Rojo).

La sucursal de Daesh en el Gran Sáhara es uno de los objetivos principales de la misión establecida por los países integrantes del designado como G5 Sahel (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger) junto con Francia y es actualmente el mayor problema relacionado con la actividad yihadista en esta área. La formación, de tendencia salafista yihadista, se constituyó en mayo de 2015 como una escisión de Al-Murabitun y está actualmente liderada por Adnane Abou Walid al-Sahroui, con un centro de operaciones radicado en la región de Gao, séptima región administrativa de Mali, y con presencia importante en la zona de Menaka, también región maliense, al oeste de Níger y al este de Burkina Faso. 

Un miembro del Ejército hace guardia en la entrada del cuartel general de una nueva fuerza antiterrorista de cinco naciones de África Occidental, en Mali.

Al-Sahraoui es un yihadista saharaui que se adhirió a Daesh en 2015. En los años 90 del siglo XX estuvo ligado al Frente Polisario (FP), como denuncia Marruecos, país enfrentado a un FP que reivindica la autodeterminación del Sáhara Occidental, algo que es rechazado de plano obviamente por el reino alaui y por prácticamente la totalidad de la diplomacia internacional. 

Ante el empeoramiento de la situación en la llamada ‘triple frontera’ de Burkina Faso, Níger y Mali por los atentados yihadistas, Francia ya reforzó a principios de febrero su presencia militar en el Sahel con 600 soldados más, ampliando el destacamento a los 5.100 en total, como anunció la ministra gala de Defensa, Florence Parly. 

Soldados franceses del Grupo Táctico del Desierto ‘Belleface’ (GTD) llevan a cabo una operación de control de área en Ndaki, Mali, el 27 de julio de 2019

La decisión adoptada por el presidente francés, Emmanuel Macron, llegó tras la reciente cumbre de Pau, en la que Francia y los países del G5 Sahel acordaron corregir la estrategia antiterrorista en la región para destinar más recursos y buscar una mayor coordinación. "El refuerzo anunciado por el presidente debe permitirnos acentuar la presión contra Daesh en el Gran Sáhara. No dejaremos espacio a quienes quieren desestabilizar el Sahel", señaló Parly.

En esta línea, se busca reforzar la contención en la ‘triple frontera’ ya que los terroristas atraviesan ciertos pasos con gran facilidad. Precisamente, en uno de los países afectados, Mali, opera la misión conjunta con la Unión Europea (EUTM), para el apoyo y asesoramiento de las Fuerzas Armadas de Mali, una operativa que Francia quiere ampliar, junto a otras naciones europeas que presentan una gran cooperación en la zona, como España.

Mapa de Mali, Níger y Burkina Faso, en el que se localiza la región en la que se han intensificado los ataques yihadistas

Aunque, por otro lado, las esferas militares y de Defensa de Francia y España vienen explicando últimamente que la solución a la crisis y a la difusión del yihadismo en el Sahel no se puede limitar únicamente a lo militar, sino que debe ir acompañada de medidas políticas, económicas y sociales, encaminadas al mejorar la situación poblacional. 

Según el último informe enviado en febrero al Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) por parte del comité de seguimiento de la actividad de Daesh y Al-Qaeda, el EIGS tiene un gran vínculo con el considerado como grupo de mayor ‘éxito’ en las últimas fechas dentro del yihadismo, el llamado Estado Islámico en África Occidental (EIAO), escindido de Boko Haram en 2016 y que opera en la cuenca del lago Chad, con una fuerza contabilizada de 5.000 efectivos, frente a los 1.500-2.000 con los que cuenta la formación de que era parte hace cuatro años. Daesh en África Occidental "mantuvo un ritmo elevado de ataques y reunió un volumen considerable de armas, material y suministros gracias a sus incursiones contra las fuerzas de seguridad nigerianas y reforzó sus vínculos con Estado Islámico en el Gran Sáhara", la filial que tiene su "bastión" en la zona fronteriza entre Malí, Burkina Faso y Níger, según recogía el informe. 

El último análisis remitido al Consejo de Seguridad de la ONU explica que Daesh en el Gran Sáhara utiliza actualmente “tácticas que suelen estar asociadas a las operaciones de la filial de Daesh en África Occidental”, como se demuestra con los “ataques no solo contra pequeños puestos de avanzada sino también contra grandes campamentos militares, con objeto de apoderarse de un número considerable de armas, municiones, vehículos y gasolina”. Además, “ya cuentan con facilitadores comunes y se considera que esto presagia una mejor conexión operacional entre el área del Sahel y la cuenca del lago Chad”.

Soldados de Burkina Faso patrullan a bordo de una camioneta en un campamento que alberga a desplazados internos de Mali en Dori, el 3 de febrero de 2020

A pesar de la gran preminencia de Daesh en ambas zonas, poniendo en jaque a los Ejércitos locales y a las fuerzas internacionales de apoyo, el flanco más débil actualmente de la agrupación terrorista sigue siendo el del plano internacional. La ONU indica que “todavía no ha conseguido restituir su capacidad operacional exterior”, dependiendo de actuaciones aisladas de individuos y seguidores ideologizados denominados como ‘lobos solitarios’. A pesar de ello, la facción terrorista prosigue trabajando “activamente para restablecer la capacidad de dirigir operaciones internacionales complejas”, según el informe de Naciones Unidas. 

Todo ello tras sufrir un golpe importante en su cúpula principal con el asesinato, tras una operación de Estados Unidos, del dirigente máximo Abu Bakr al-Baghdadi el pasado 26 de octubre en la aldea de Barisha, al norte de la ciudad de Idlib, Siria.