El islamismo en la guerra sectaria en Oriente Medio

Ana Soage/CAPESIC
La erupción del sectarismo en Oriente Medio a menudo se presenta como el resultado del resurgir de odios ancestrales. Las guerras en Irak, Siria y Yemen serían la consecuencia casi inevitable de la ruptura entre sunníes y chiíes poco después de la muerte del profeta Muhammad en el siglo VII, una animosidad que late bajo la superficie y periódicamente estalla en violencia. Algunos expertos han intentado refutar esta interpretación, señalando que tal erupción no ha sido un fenómeno espontáneo, sino una política adoptada conscientemente por ciertos regímenes autoritarios que buscan impedir desafíos a su legitimidad y asegurarse su propia supervivencia. En sus países, esos regímenes han utilizado la clásica estrategia del “divide y vencerás” para prevenir la formación de coaliciones de base social amplia representativas de la voluntad popular. En el extranjero, han manipulado diferencias sectarias para debilitar a sus enemigos externos1.
Este artículo pretende proporcionar más argumentos contra los determinismos reduccionistas. Así, el análisis se centra en la amenaza ideológica que incitó a esos regímenes a jugar la carta sectaria: la propagación del islamismo. Se argumenta que, en el fondo, el de Oriente Medio no es un conflicto sectario que opone a sunníes y chiíes (aunque tras años de sangriento conflicto, muchos de sus actores lo ven de esa manera). Más bien, se trata de una batalla geopolítica que enfrenta a Estados y grupos alineados con Occidente e interesados en preservar el statu quo regional contra otros Estados y grupos que se caracterizan por su retórica anti-occidental y desean subvertir ese statu quo. En cierta manera, es una repetición de lo que Malcolm H. Kerr denominó “la guerra fría árabe”2, pero extendida a Irán y con el islamismo remplazando el socialismo árabe como ideología desestabilizadora.
EL ISLAMISMO COMO FACTOR DE DESESTABILIZACIÓN
El islamismo se convirtió en una poderosa fuerza política en los años setenta, fomentada por líderes como el presidente egipcio Anuar Sadat o el presidente paquistaní Zia-ul-Haq, que pretendían consolidar su poder y socavar a los partidos y grupos de izquierdas que hasta entonces habían dominado el panorama político. Su crecimiento fue financiado por regímenes autocráticos que se sentían amenazados por la popularidad de las ideologías revolucionarias en las calles árabe y musulmana, en particular el régimen saudí. Durante las décadas previas, Arabia Saudí había acogido a miles de Hermanos Musulmanes que huían de Egipto, Siria e Irak, y proporcionó a la organización los recursos para funcionar y extenderse en el mundo musulmán y más allá. Durante las inestables décadas de los setenta y los ochenta, los islamistas atrajeron un apoyo significativo debido a su retórica populista, pero también a los servicios básicos que ofrecían a poblaciones urbanas en crecimiento constante. Pero tenían su propia agenda, diferente de la de los regímenes que los secundaban o, cuando menos, los toleraban. El choque era inevitable.
Egipto fue uno de los teatros principales, como lo había sido entre la década de los treinta, cuando el islamismo se convirtió en un movimiento de masas bajo el liderazgo de Hasan al-Banna, y los años cincuenta, cuando Sayyid Qutb era su ideólogo más influyente. Tras suceder a Nasser, Sadat llevó a cabo un realineamiento ideológico, político y económico al que se oponían los naseristas y otras fuerzas de izquierdas. A fin de contrarrestarlos, liberó a los Hermanos Musulmanes que seguían en prisión, fomentó la aparición de grupos islamistas en las universidades egipcias y se promocionó bajo el eslogan de “el presidente devoto” (al-ra’is al-mu’min)3. Sin embargo, la oposición a sus políticas hizo que Sadat se volviera cada vez más autoritario. Para los islamistas, la gota que colmó el vaso fue la firma de los Acuerdos de Camp David en 1978. Ello derivó en el asesinato del presidente en 1981 a manos de la Yihad Islámica, que esperaba incitar un levantamiento popular. Este no tuvo lugar, pero la represión tras el magnicidio no pudo erradicar a los grupos islamistas y Egipto vivió un periodo de guerra civil de baja intensidad que se exacerbó en los años noventa con el regreso de los “árabes afganos”.
No obstante, la emergencia del islamismo tuvo sus consecuencias más dramáticas en Irán. A pesar de sus características específicas –no es árabe y sunní, sino persa y chií–, el islamismo iraní estuvo influenciado por el islamismo sunní que se desarrollaba en el mundo árabe4. Y la Revolución Islámica respondió a dinámicas similares a las de Egipto: Fue en gran medida una reacción contra un régimen opresivo con una estrecha alianza con los Estados Unidos. Las movilizaciones contra el Sha tenían una amplia base popular, pero el ayatolá Jomeini y sus seguidores fueron capaces de orientarlas a su favor y tomar el poder. Ya como Líder Supremo, Jomeini anunció a los cuatro vientos su deseo de exportar la Revolución, lo cual suponía una seria amenaza ideológica para los vecinos árabes de Irán, especialmente aquellos con poblaciones chiíes numerosas: Irak, Kuwait, Bahréin y Arabia Saudí. Todos ellos fueron testigos de disturbios importantes, lo cual contribuyó a la decisión de Saddam Hussein de atacar Irán en 1980, así como al respaldo de las monarquías del Golfo a Irak durante los ocho años que duró la guerra entre los dos países.
La propia Arabia Saudí sufrió los efectos desestabilizadores del islamismo. Muchos de los Hermanos Musulmanes que llegaron al país en los años cincuenta y sesenta eran profesionales altamente cualificados que contribuyeron de manera significativa al desarrollo del Reino, especialmente en la administración pública y la educación superior. Algunos de ellos –como Muhammad Qutb, hermano menor de Sayyid– tuvieron una influencia considerable sobre un sector de la intelectualidad saudí, dando lugar al movimiento Sahwa (Despertar). Este combinaba salafismo e islamismo y sus integrantes criticaban el despotismo de la familia reinante y deseaban impulsar la reforma política. El movimiento se convirtió en una molestia aún mayor tras la invasión iraquí de Kuwait en 1990, cuando se opuso a la decisión del rey Fahd de invitar a tropas extranjeras a Arabia Saudí para protegerla de una posible agresión5. Las autoridades saudíes llegaron a la conclusión de que la Hermandad Musulmana causaba más problemas que beneficios y le retiraron su apoyo, concentrando este en los supuestamente apolíticos sheijs y grupos salafíes. Catar, ansioso de elevar su perfil internacional, aprovechó la ocasión para convertirse en el principal patrocinador de la organización.
EL IMPACTO DE LA PRIMAVERA ÁRABE
Las relaciones entre Irán y Arabia Saudí mejoraron progresivamente tras la invasión iraquí de Kuwait, que Teherán condenó. Los años noventa terminaron con una visita oficial de Mohamed Jatamí a Riad, la primera de un presidente de la República Islámica, y en abril de 2001 los dos países firmaron un acuerdo de seguridad. La tendencia continuó con el presidente Mahmud Ahmadineyad, a pesar de su retórica más beligerante, probablemente porque el creciente intervencionismo estadounidense en la región durante la época de George W. Bush hacía que las monarquías del Golfo se sintiesen protegidas. En 2007 Ahmadineyad visitó Arabia Saudí y, unos meses más tarde, fue el primer presidente iraní que asistió a una reunión del Consejo de Cooperación del Golfo, durante la cual propuso un pacto de seguridad y un acuerdo de libre comercio.
La situación cambió después de que Barack Obama fuese elegido presidente de los Estados Unidos y su administración optase por una política menos intervencionista hacia Oriente Medio. Arabia Saudí vio con preocupación como Obama rehusaba socorrer a los aliados tradicionales de Washington, en particular al presidente egipcio Hosni Mubarak; incluso se mostró dispuesto a trabajar con su sucesor, el Hermano Musulmán Mohamed Morsi. Por otra parte, Obama fue tibio a la hora de apoyar a los rebeldes sirios que se alzaron en armas contra Bashar al-Assad. Peor aún, ignoró el papel de Teherán en ese conflicto y continuó las negociaciones sobre el programa nuclear iraní. El nuevo clima regional se hizo patente con la participación de Morsi en una cumbre del Movimiento de los Países no Alineados en Teherán en agosto de 2012 y el viaje de Ahmadineyad a El Cairo en febrero de 2013. Se trataba del primer intercambio de visitas de presidentes de ambos países desde la Revolución Islámica.
Los islamistas eran la fuerza política mejor posicionada para beneficiarse de las revueltas populares de 2011, que Teherán se apresuró a presentar como la segunda ola de su propio “Despertar Islámico”6. Con el objetivo de promover esta narrativa, Irán estableció la Asamblea Mundial por el Despertar Islámico, que celebró su primera conferencia en septiembre de ese mismo año7. Los organizadores informaron de la asistencia de más de 700 delegados de 84 países. Se discutieron los temas centrales del islamismo: la existencia de una Ummah islámica mundial que debería unirse contra “los poderes predatorios liderados por los Estados Unidos”; la promoción de un sistema de gobierno islámico “apoyado por la voluntad popular”, diferente de la democracia al estilo occidental; y el respaldo a “la valerosa lucha del pueblo de Palestina que se enfrenta a la agresión sionista”. Esos temas resuenan en las calles árabe y musulmana, donde está generalizado el resentimiento hacia el Occidente por su intervencionismo y su supuesta arrogancia y la solidaridad ante el sufrimiento de los palestinos.
Pero la visión que intentaba proyectar Teherán tenía una debilidad fundamental: Siria. De hecho, en Irán había bastante reticencia a apoyar a Bashar al-Asad cuando este reprimió las manifestaciones que pedían reformas democráticas en 2011. Incluso Ahmadineyad, conocido por sus posturas agresivas, criticó el uso excesivo de la violencia y exhortó al presidente sirio a responder a las exigencias de su pueblo8. Sin embargo, Siria es fundamental para Irán: Es su principal aliado árabe y un elemento esencial de su “Eje de la Resistencia”9, proporcionando acceso al Levante –el principal escenario del conflicto árabe-israelí– y sirviendo como cauce para canalizar la asistencia a Hezbolá. Además, varios estados sunníes pronto comenzaron a financiar a milicias salafíes dentro de la rebelión siria. Para Arabia Saudí, era una forma de matar dos pájaros de un tiro: deshacerse de un vecino hostil y, al mismo tiempo, enmarcar las acciones de Irán en términos sectarios y debilitar su narrativa. Su maquinaria de propaganda también entró en acción10.
EL SECTARISMO Y EL ISLAMISMO COMO ESTRATEGIAS POLÍTICAS
Los líderes iraníes decidieron que no tenía otra elección que secundar a Asad. Insistieron en su propia propaganda, identificando a Siria como “el eslabón dorado en la cadena de la resistencia” que se extiende de Irán a Hezbolá y Hamás11. Al mismo tiempo, resaltaron el respaldo de la República Islámica a los musulmanes sunníes, especialmente en Palestina12, y denunciaron a grupos takfiríes como Daesh como parte de una conspiración occidental-sionista para mancillar la reputación del islam y desviar la atención de la lucha contra Israel13. No obstante, su éxito ha sido limitado: Además de agravar las tensiones sectarias en la región, la situación en Siria ha puesto un estrés considerable en la relación entre el régimen iraní e islamistas sunníes como Hamás14. Y ha dañado mucho el prestigio de Hezbolá, que solía gozar de gran popularidad entre los sunníes por su papel en el conflicto árabe-israelí15.
Así pues, la amenaza que supone la ideología islamista que promueve Irán fue fundamental en la decisión de Arabia Saudí de fomentar el sectarismo patrocinando el salafismo16. Esa amenaza también explica las medidas saudíes contra la Hermandad Musulmana, en particular favoreciendo el golpe de Estado que depuso a Morsi en julio de 2013 y añadiéndola a su lista de organizaciones terroristas en marzo de 2014… al mismo tiempo que Daesh y Yabhat al-Nusra. Además, arroja luz sobre sus desavenencias con Catar, que ya fueron noticia en 201417. Con el PIB por habitante más alto del mundo y una población autóctona homogénea, la Casa de Al Thani está menos preocupada que las dinastías vecinas por posibles desafíos a su reinado. Sin embargo, su apoyo a la Hermandad Musulmana y el sesgo proislamista de Al-Jazeera provoca enfado en otros Estados árabes.
Pero si en Arabia Saudí preocupa la supervivencia del régimen, también lo hace en Irán. La decisiva victoria del reformista Hasan Rohaní ante el candidato conservador a quien respaldaba el Líder Supremo, Alí Jameneí, en las elecciones presidenciales ha demostrado una vez más la impopularidad de las fuerzas conservadores que controlan la República Islámica18. Muchos iraníes percibieron la Primavera Árabe no como una segunda ola de la Revolución Islámica, como afirmaba la propaganda oficial, sino como una continuación de sus propias movilizaciones en 2009-2010, cuando protestaron ante el probable fraude electoral que permitió que Ahmadineyad obtuviese un segundo mandato presidencial. Dichas movilizaciones fueron reprimidas con dureza, y los manifestantes, descritos como la “corriente satánica”19. No obstante, condujeron a la creación del Movimiento Verde que llevó al poder a Rohaní en 2013. Para el régimen iraní, la política exterior es un instrumento fundamental para reforzar su frágil posición interna.
Este repaso histórico muestra que una perspectiva a largo plazo puede ser muy útil en el análisis de los eventos actuales. En este caso, las dinámicas ocasionadas por el islamismo clarifican el conflicto entre Arabia Saudí e Irán, que es el principal factor de la presente inestabilidad en Oriente Medio. El régimen saudí promueve el sectarismo sunní para presentarse como defensor de la ortodoxia musulmana y retratar a Irán como un Estado fanáticamente impulsado por motivaciones sectarias. Por su parte, el régimen iraní promueve el islamismo porque es la ideología sobre la que se fundamenta la República Islámica, pero también para atraer a musulmanes sunníes con una narrativa que pasa por alto diferencias sectarias y cuestiona la legitimidad de sus rivales aliados a Occidente. Reconocer estos móviles revela que el conflicto es más político que sectario y podría ser abordado si existiera la voluntad política para ello. Y que los sunníes y los chiíes no están condenados a pelearse.
Notas:
1 Véase, por ejemplo, Justin Gengler, “Sectarian Backfire? Assessing Gulf Political Strategy Five Years after the Arab Uprisings”, Middle-East Asia Project, 17 noviembre 2015, http://www.mei.edu/content/map/sectarian-backfire-assessing-gulf-political-strategy-five-years-after-arab-uprisings; Nader Hashemi, “Toward a Political Theory of Sectarianism in the Middle East: The Salience of Authoritarianism over Theology”, Middle-East Asia Project, 27 octubre 2015, http://www.mei.edu/content/map/toward-political-theory-sectarianism-middle-east-salience-authoritarianism-over-theology.
2 En su clásico The Arab cold war: Gamal ‘Abd al-Nasir and his rivals, 1958-1970, publicado en 1971, Kerr habló de una “guerra fría” en el mundo árabe que transcurría paralelamente a la Guerra Fría mundial. Sus principales actores eran el Egipto naserista y Arabia Saudí, cada uno de ellos aliado a una de las dos superpotencias del conflicto principal.
3 Como parte de su estrategia para aplacar a los islamistas, Sadat introdujo una controvertida cláusula en la Constitución egipcia de 1971: El artículo 2 afirmaba que “los principios de la sharía” serían “una fuente principal de la legislación”. Tras la firma de los Acuerdos de Camp David, fue aún más lejos: en 1980, la Constitución de 1971 fue reformada y el texto del artículo 2 pasó a leer “la fuente principal de la legislación”.
4 El clérigo iraní Navvab Safaví fue el principal vínculo entre la Hermandad Musulmana y el ayatolá Jomeini, con quien tenía una estrecha vinculación. Safaví estaba muy influenciado por el pensamiento de Sayyid Qutb, que lo invitó a visitar El Cairo en 1954. Fue ejecutado en Teherán en 1955 por su responsabilidad en una serie de asesinatos políticos cometidos por el grupo islamista que fundó y lideraba, Fedayán-e Islam. El actual régimen iraní considera a Safaví un mártir y precursor de la Revolución Islámica, y una estación de metro de Teherán lleva su nombre. Por otra parte, el sucesor de Jomeini como Líder Supremo, ayatolá Alí Jameneí, tradujo la obra de Qutb al persa, y en 1984 la República Islámica emitió un sello conmemorativo con su efigie. Las autoridades iraníes también nombraron una calle de Teherán en honor del asesino de Sadat, Jaled al-Islambouli. El nombre cambió a “calle Intifada” en 2004, como parte de una iniciativa para restablecer las relaciones diplomáticas con El Cairo.
5 Las principales figuras de la Sahwa saudí fueron Salmán al-Ouda y Safar al-Hawali. Ambos fueron encarcelados en 1994 y liberados sin cargos en 1999.
6 Para más detalles, véase Payam Mohseni, “The Islamic Awakening: Iran’s Grand Narrative of the Arab Uprisings”, Middle East Brief 71, abril 2013.
7 Véase Zafar Bangash, “Tehran conference puts people’s uprisings in proper Islamic context”, Crescent International, 1 octubre 2011, https://crescent.icit-digital.org/articles/tehran-conference-puts-people-s-uprisings-in-proper-islamic-context
8 Véase, por ejemplo, “Syria crisis: Iran’s Ahmadinejad criticises killings”, BBC News, 22 octubre 2011, http://www.bbc.com/news/world-middle-east-15416410
9 El slogan “Eje de la Resistencia” surgió como respuesta a la expresión “Eje del Mal” que acuñó George W. Bush. Es una alianza contra Israel y la influencia occidental en Oriente Medio, e incluye a Irán, Siria, Hezbolá y las milicias chiíes en Irak.
10 Ejemplo de la propaganda saudí es un artículo publicado poco después de que Riad rompiese las relaciones diplomáticas con Teherán en enero de 2016 y que fue ampliamente difundido. Su autor, el comentador político saudí Jamal Khashoggi, compara la situación actual en Oriente Medio con la de Europa en 1939, con Irán jugando el papel de la Alemania nazi y Arabia Saudí como campeona de la libertad y la democracia. El artículo apareció en árabe en el periódico saudí panárabe Al-Hayat y fue reproducido en otros medios de comunicación, tanto en árabe como en inglés (por ejemplo, en el sitio web del canal de noticias por satélite saudí Al-Arabiya). Véase “Imma an takunu ma’na wa-imma dhiddana”, Al-Hayat, 9 enero 2016, http://www.alhayat.com/Opinion/Jamal-Khashoggi/13312982/; “You are either with us, or against us,” Al Arabiya English, 12 enero 2016, https://english.alarabiya.net/en/views/news/middle-east/2016/01/12/You-are-either-with-us-or-against-us.html
11 Véase, por ejemplo, Arash Karami, “Khamenei Advisor: Syria ‘Golden Link in the Chain of Resistance’,” Al-Monitor, 4 abril 2013, http://iranpulse.al-monitor.com/index.php/2013/04/1713/khamenei-advisor-syria-golden-link-in-the-chain-of-resistance/
12 Véase, por ejemplo, “We are with every group that is steadfast on the path of Resistance: Ayatollah Khamenei’s address to the Sixth International Conference in Support of the Palestinian Intifada”, 21 febrero 2017, http://english.khamenei.ir/news/4644/We-are-with-every-group-that-is-steadfast-on-the-path-of-Resistance
13 El sitio web oficial del Líder Supremo de Irán contiene numerosos artículos que insisten en esta tesis, por ejemplo “ISIS was created to divert the Resistance from fighting Zionism: analyst”, 14 de mayo 2017, http://english.khamenei.ir/news/4805/ISIS-was-created-to-divert-the-Resistance-from-fighting-Zionism; “Takfiris are Israel’s tool to distract attention from Palestinian cause: Sheikh Naim Qassem”, 25 de mayo 2017, http://english.khamenei.ir/news/4861/Takfiris-are-Israel-s-tool-to-distract-attention-from-Palestinian
14 Véase, por ejemplo, Karim El-Bar, “After Aleppo’s fall, Hamas finds itself resisting Tehran as well as Tel Aviv”, Middle East Eye, 27 diciembre 2016, http://www.middleeasteye.net/news/after-aleppo-s-fall-hamas-finds-itself-resisting-tehran-well-tel-aviv-1017030317
15 Es revelador que el influyente sheij Yusuf al-Qaradawi, al que se considera el principal ideólogo contemporáneo de los Hermanos Musulmanes, ha “admitido” que los chiíes lo engañaron, y que los sheijs saudíes tenían razón sobre Hezbolá. Véase “Al-Qaradhawi: Al-Shi’a jada’uni.. wa-Hizbullah kidhba kabira” (Al-Qaradawi: Los chiíes me engañaron, y Hezbolá es una gran mentira). Al-Arabiya, 2 junio 2013, http://bit.ly/2vsjXbp
16 El salafismo predica la obediencia a wali al-amr, “la persona responsable” (es decir, el gobernante), y sus patrocinadores –Arabia Saudí, pero también Catar– parecen pensar que puede controlarse, incluso cuando se arma para lanzarlo contra un enemigo. Hemos visto demasiadas veces que no es el caso… de manera dramática, en los casos de Al-Qaeda y Daesh.
17 En marzo 2014, es decir, el mismo mes que la Hermandad Musulmana fue añadida a la lista saudí de organizaciones terroristas, Arabia Saudí retiró a su embajador de Doha, y los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin lo imitaron. Los embajadores volverían ocho meses más tarde, después de que Catar prometiese que expulsaría a varias figuras prominentes de la Hermandad Musulmana.
18 Para un análisis de las últimas elecciones presidenciales en Irán, véase Ana B. Soage, “El presidente reformista de Irán renueva su mandato con una holgada victoria,” CAPESIC, 23 mayo 2017, http://www.capesic.cat/es/2017/05/25/el-presidente-reformista-de-iran-renueva-su-mandato-con-una-holgada-victoria/
19 Alí Jameneí, citado en Mohseni, “The Islamic Awakening,” op. cit., pág. 4.