La transición democrática se vio obstaculizada por la falta de capacidad institucional y el auge de diferentes actores que han pasado a dominar el panorama político

¿Son las elecciones la solución al conflicto libio?

Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.

Desde el derrocamiento de Muamar Gadafi en 2011, Libia se ha visto atrapada en un complejo conflicto caracterizado por la lucha de poder entre gobiernos rivales, las divisiones tribales y las injerencias internacionales. La transición del país a la democracia tras las Primaveras Árabes se vio obstaculizada por la falta de capacidad institucional y el auge de diferentes actores que han pasado a dominar el panorama político. Las tribus libias, que durante mucho tiempo han desempeñado un papel importante en la política del país, han sido tanto una fuente de fortaleza como de división. Mientras tanto, los actores internacionales han perseguido sus propios intereses. Este documento examina la dinámica de la Libia posterior a Gadafi, centrándose especialmente en una posible solución a sus problemas mediante la celebración de elecciones.

Introducción: una mirada más profunda del contexto

Las protestas que tuvieron lugar en Túnez en 2010 fueron un evento que nadie hubiese augurado. Y mucho menos que se produjera un efecto dominó en el resto de la región que diera lugar a las llamadas Primaveras Árabes. Líderes que llevaban en el poder desde hacía décadas fueron destituidos, como Hosni Mubarak en Egipto y Ben Ali en Túnez1.

La comunidad internacional y los propios manifestantes tenían la esperanza puesta en que estas protestas fuesen de la mano de reformas políticas. En Túnez se logró una cierta estabilización democrática con la adopción de una constitución y la celebración de elecciones, pero los problemas sociales, económicos y políticos siguen estando presentes. Sin embargo, no todos los países árabes siguieron la misma trayectoria, guiada por un intento estabilizador. Bahréin, de mayoría chiita y con una clase dirigente suní, contuvo con dureza las protestas con la ayuda de Arabia Saudí y de los Emiratos Árabes Unidos2, que desplegaron sus fuerzas policiales y militares para fortalecer la seguridad del país. En Siria, las revueltas fueron tardías, pero se extendieron rápidamente. Como respuesta, Bashar al-Assad apostó por una dura represión que acabó desencadenando la guerra civil que hoy continúa. En Yemen, el presidente Saleh, en el poder desde 1980, acabó siendo eliminado por los hutíes.

En Libia, las protestas desencadenaron un nuevo orden. La violencia que se desató, tanto por los esfuerzos para derrocar al coronel Muamar Gadafi como para contenerlos, captó la mirada de la comunidad internacional. Varios países de la OTAN lanzaron una operación conjunta y, finalmente, los rebeldes fueron quienes acabaron con él. Esto dejó al país, que se había configurado a través de la figura de Gadafi, sin un plan de acción claro para su reunificación y estabilización.

Descifrando el conflicto

Inicialmente, las protestas en Libia fueron pacíficas, pero se transformaron rápidamente en choques y enfrentamientos con simpatizantes del Gobierno de Gadafi. Como respuesta al nivel de violencia y represión hacia los manifestantes, la Organización de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 1973, donde condenaba las prácticas utilizadas para disipar las protestas:

Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (2011)

«Condenando la grave y sistemática violación de los derechos humanos, incluidas las detenciones arbitrarias, las desapariciones forzadas, los casos de tortura y las ejecuciones sumarias»3.

Esta resolución permitió el uso de todos los medios necesarios, incluida la fuerza, para proteger a los civiles y prohibió los vuelos sobre el espacio aéreo libio. Posteriormente, Francia, Estados Unidos y el Reino Unido lanzaron una operación militar en Libia4, que acabó con la captura y eliminación de Gadafi por parte de los rebeldes gracias a la información proporcionada por la OTAN5. Sin embargo, en lugar de a un nuevo orden más democrático, esta situación llevó a un aumento de la violencia e inseguridad en la región.

Los sucesivos gobiernos han demostrado dificultades a la hora de estabilizar el país, promover la cohesión y una posible transición democrática, asegurar las fronteras y fortalecer tanto la seguridad de la nación como la de sus vecinos. Por ello, Libia está sumida en una profunda división, cada vez más conflictiva y sangrienta. Gadafi fue capaz de configurar un régimen donde el poder se concentraba en su figura, por lo que su muerte supuso el derrumbe de la estructura nacional.

El vacío de poder resultante es explotado por todo tipo de actores, tanto estatales como no estatales. Estos no acaban de consolidar su autoridad, sino que compiten entre sí y generan el conflicto que se produce actualmente, que se prolonga desde hace más de una década y que ha derivado en graves amenazas a la seguridad regional e internacional. Según ACNUR6, Libia se ha convertido en uno de los territorios más inseguros del mundo, donde la delincuencia, el crimen organizado y los grupos terroristas actúan con total libertad.

La historia de Libia: ¿un país unificado o una amalgama de tribus?

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Libia, con una población de casi siete millones de personas7, se encuentra en el norte de África y se divide en tres regiones: Tripolitania (este), Fezzan (sur) y Cirenaica (oeste). La baja densidad de población plantea cuestiones importantes sobre su desarrollo y estabilidad política. Además, la gestión de los recursos, infraestructuras y seguridad supone un gran desafío, lo que hace a Libia vulnerable a la explotación por parte de actores extranjeros.

Italia comenzó a expandirse por África en 1869 y llegó a controlar Eritrea, partes de Etiopía y Somalia. En 1911, las fuerzas italianas desembarcaron en Trípoli, lo que llevo a la unificación8 de Tripolitania y Cirenaica en Libia en 1934. La ambición colonial de Italia estaba impulsada por su deseo convertirse en una potencia mundial y acceder a los recursos naturales libios. Después de la Segunda Guerra Mundial, Italia perdió el control de Libia a favor de Francia y el Reino Unido. Los nacionalistas árabes querían la independencia de Libia y las Naciones Unidas votaron a favor de que se convirtiera en un reino unido e independiente. En 1951, Libia declaró su independencia de Gran Bretaña y Francia y se convirtió en el Reino Unido de Libia, gobernado por el rey Idris9.

Las concesiones para la exploración petrolífera que Idris otorgó condujeron al descubrimiento de petróleo en 195910. Sus estrechos vínculos con Occidente y su apoyo a Israel provocaron el fin de su reinado en 1969, cuando, inspirado por el líder egipcio Gamal Abdel Nasser, figura de referencia del panarabismo, el coronel Muamar Gadafi, de veintisiete años, dio un golpe de Estado.

Gadafi estableció la República Árabe Libia, con un gobierno llamado Jamahiriya (república popular) y una sociedad rentista y socialista11, amparada en el petróleo. Los Estados rentistas como Libia no necesitan legitimidad democrática y, por tanto, la mayoría de ellos son regímenes autoritarios; el dinero permite comprar a la oposición y reforzar el autoritarismo. El Estado es visto como propiedad del gobernante, quien reparte las ganancias entre diferentes segmentos de la sociedad para mantener el equilibrio. A pesar de que quien gana las elecciones tiene enormes oportunidades de controlar el país, no será capaz de promover una cohesión y pasar a una situación de ciudadanía plena.

Gadafi mantuvo el control en Libia debilitando las instituciones estatales y dividiendo la sociedad entre quienes estaban a su favor y se beneficiaban del régimen y quienes no tenían ningún tipo de ventaja, es decir, los desfavorecidos12. Su intento de arabizar Libia y encarcelar a los disidentes lo hizo impopular y provocó que las revueltas que empezaron en Túnez se propagaran por el país, generando inseguridad y un desplome de la producción petrolera.

La complejidad de las tribus: ¿identidad nacional o lealtad a la tribu?

Se estima que en Libia hay unas ciento cuarenta tribus13, un componente esencial en el tejido social del país. Los árabes integran el principal grupo étnico (96 %); el porcentaje restante lo conforman otros grupos (3 %) y los beréberes (1 %).

La mayoría de las tribus en Libia son árabes y se ubican en la costa mediterránea y en el sur del país. Los mashashiya fueron favorecidos por Gadafi en la política, pero los reubicó en zonas dominadas por la milicia de Zintán (beréberes), en el suroeste de Trípoli, para disminuir el movimiento amazigh y promover la arabización de la zona, con lo que aumentaron las tensiones étnicas y tribales y la competencia por los favores oficiales a expensas del desarrollo de la identidad nacional. Los mashashiya se enfrentan a un alto nivel de discriminación y violencia social, propiciado por las milicias de Zintán.

Por otro lado, las tribus beréberes, nativas del norte de África, fueron marginadas y discriminadas durante el régimen de Gadafi debido al proceso de arabización. Los tuaregs llegaron a Libia desde Níger y Mali y fueron integrados en el Ejército a cambio de recibir la nacionalidad libia. Sin embargo, las mujeres y niños tuaregs, que no poseían la nacionalidad, sufrieron la misma marginación que otras minorías bajo el mandato de Gadafi. La realidad es que muchos de los que se unieron al Ejército hoy en día no tienen la nacionalidad libia. Tras la caída de Gadafi, los tuaregs afincados en Trípoli fueron reubicados en centros de detención y prisiones.

Además de árabes y beréberes, en Libia hay otros grupos étnicos, como los tebu y los teda, con su propia lengua y cultura. Estos nómadas se encuentran en la región de Fezzan y han mantenido una fuerte conexión con la tierra y las tradiciones del lugar. En la década de 1970, Libia registró a los habitantes tebu como ciudadanos tras invadir la franja de Auzú, en Chad. No obstante, en 2007 se inició una política de revocación de las ciudadanías concedidas por parte de las autoridades libias, alegando que se trataba de chadianos, para impedir una mayor oposición contra Gadafi.

Durante la era de Gadafi, las tribus se utilizaron con fines políticos y hubo un equilibrio de poder entre ellas. Sin embargo, tras la caída del régimen, los conflictos entre tribus se hicieron evidentes. Los tebu y los tuaregs14 se enfrentaron por recursos petrolíferos y los awlad sulaiman15 por el control del territorio.

La rivalidad entre tribus, junto con la falta de unidad y colaboración, ha llevado a una sociedad fragmentada donde la identidad tribal tiene más importancia que la nacional, con lo que el sentido de la ciudadanía se ha debilitado. Esto ha conducido a la desestabilización y a la participación en el juego de poder de actores estatales y no estatales.

Los actores internacionales: ¿instrumentalización o diplomacia?

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Libia se encuentra en un punto estratégico del mediterráneo y resulta un territorio muy atractivo para muchas potencias de la zona.

Es un país clave para Europa en materia de seguridad:

  • La situación tan volátil que atraviesa tiene repercusiones directas en países del sur como Italia, Francia y España.
  • La inestabilidad, el vacío de poder y el conflicto en curso han creado un caldo de cultivo propicio para la proliferación de diversos grupos terroristas.

En relación con los países del Sahel:

  • Se ha convertido en un centro de actividades ilegales, como el tráfico de drogas y armas y la trata de personas. Estas actividades ilícitas han alimentado el crecimiento de redes delictivas y organizaciones terroristas.
  • El grupo terrorista Boko Haram ha intentado hacerse con el control de territorios en Níger16, fronterizo con Libia.
  • La permeabilidad de las fronteras ha permitido el desplazamiento de personas, el empeoramiento de las condiciones económicas y el aumento de la violencia.

La Unión Europea tiene un gran interés en promover la estabilidad y la seguridad en Libia combatiendo el terrorismo y reduciendo el tráfico de personas. El país sigue siendo una ruta importante para los migrantes17 que tratan de entrar en Europa y arriesgan su vida para cruzar el Mediterráneo. El acceso de Libia al mar Mediterráneo y las abundantes reservas de petróleo y gas natural18 atraen a actores internacionales interesados en adentrarse en el norte de África y más allá. Esto ha dado lugar a una guerra de poder entre diversas potencias regionales y mundiales por el control de los recursos naturales y la influencia sobre Libia; la ausencia de un gobierno unificado ha facilitado esta interferencia a través de las tribus libias.

En 2012 se creó en Trípoli el Congreso General de la Nación (CGN)19, que logró una cierta estabilidad hasta las elecciones legislativas de 2014, cuando el islam político y el salafismo radical impulsado por Arabia Saudí, junto con la llegada del mariscal Jalifa Haftar, volvieron a sumir el país en crisis. Haftar se declaró en contra del CGN y, para tomar el control de la nación, lanzó la operación Dignidad, que desencadenó una nueva guerra civil.

Después de las elecciones legislativas de 2014 se creó la Cámara de Representantes (oeste), que se trasladó al este de Libia alegando problemas de seguridad. Mientras tanto, en Trípoli una rama del CGN se reformuló como Gobierno de Salvación Nacional (GSN), dirigido por Jalifa Gwell20. Para acabar con el conflicto, se abrió un diálogo nacional patrocinado por las Naciones Unidas, que dio como resultado el Acuerdo Político Libio celebrado en Skeirat, Marruecos, en 201521.

Con la creación del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) se unificaron la Cámara de Representantes y el Gobierno de Salvación Nacional. Asumió el liderazgo como primer ministro Fayez al-Serraj, reconocido internacionalmente por las potencias occidentales y respaldado por Egipto, Catar, Rusia y Turquía22. Sin embargo, la Cámara de Representantes no ratificó el Acuerdo Político Libio —sostenía que el GNA carecía de legitimidad por haber sido designado por la comunidad internacional y no a través de un proceso electoral orgánico celebrado en Libia— y nombró al general Haftar jefe de las Fuerzas Armadas.

El GNA (oeste) está compuesto por antiguos opositores de Gadafi, incluidos miembros de los Hermanos Musulmanes y otras facciones secesionistas, monárquicas y liberales, lo que hace que tenga poco poder real. Cuenta con el apoyo de la comunidad internacional y de países como Turquía y Catar.

Turquía apoya al Gobierno de Acuerdo Nacional de Libia para aumentar su influencia en la región y proteger sus intereses económicos en el sector energético, ya que ha firmado un acuerdo que le otorga derechos de explotación en el Mediterráneo. Turquía ve al GNA como un aliado en su lucha contra el grupo kurdo PKK, que tiene presencia en el norte de Libia, y su afinidad también se explica por razones históricas, pues en Misurata hay cientos de miles de personas descendientes de turcos otomanos, los kouloughi23. Por su parte, Catar considera al GNA el gobierno legítimo y ha mantenido buenas relaciones con él, brindándole apoyo financiero y militar. También concibe al GNA como un contrapeso a la influencia regional de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, que apoyan a las fuerzas del este de Libia.

Mientras tanto, el general Jalifa Haftar lidera el Ejército Nacional Libio (LNA), que ha tomado el control del Gobierno de Tobruk (este). Desde entonces, ha realizado varias operaciones militares en el oeste para hacerse con Trípoli, pero siempre es detenido por el GNA. Está respaldado por varios países extranjeros, entre los cuales se incluyen Egipto, los Emiratos Árabes Unidos e incluso Rusia:

  • Egipto: Comparte su postura antiislamista con Haftar, pero Al Sisi, el presidente del país de los faraones, tiene una relación tensa con él debido a sus ambiciones políticas y la falta de cooperación en el pasado.
  • Rusia: Busca aprovechar las oportunidades que surgen en el conflicto para favorecer sus intereses nacionales y ha firmado acuerdos de cooperación económica y comercial con el GNA, así como también ha mantenido relaciones cercanas con el LNA.
  • Emiratos Árabes Unidos (EAU): Por su posición contraria al islamismo político y su fuerte oposición a los Hermanos Musulmanes, han visto a Haftar como un líder capaz de restaurar la estabilidad y la seguridad en Libia y han proporcionado apoyo militar y financiero a sus fuerzas.
  • En cuanto a Francia, aunque actúa como mediador, busca defender sus intereses petroleros y luchar contra los terroristas de la región del Sahel. A nivel europeo,24 está aislada en este asunto, ya que todas las demás potencias de la UE apoyan al GNA.

¿Elecciones o intervención internacional?

La celebración de elecciones en Libia es vista por muchos como una oportunidad para lograr un cambio positivo en el país, que actualmente está sumido en el caos y la inestabilidad, lo que supone una amenaza para la seguridad de sus vecinos en el continente africano, especialmente para la zona del Sahel, y para el continente europeo. Un Estado libio más estable y autosuficiente podría atender las necesidades de su población, reducir el tráfico ilícito de migrantes hacia Europa y colaborar con socios internacionales para combatir el extremismo y el terrorismo.

Sin embargo, estas esperanzas se desvanecieron cuando se prorrogaron las elecciones, que debían ser celebradas en diciembre de 2021, lo que ha provocado un aumento de las tensiones y una disminución de la claridad sobre el final del conflicto. Después del derrocamiento de Gadafi, Libia se ha convertido en tierra de nadie y de todos, al encontrarse sin gobierno y dividida entre facciones que cuentan con el apoyo de países extranjeros rivales.

La complejidad de la situación política interna se ha visto aumentada por la injerencia extranjera: un enrevesado mosaico de países promueve sus propios intereses a medida que el equilibrio de poder en Libia cambia y que el impacto económico de la guerra de Ucrania repercute tanto en el Magreb como en Europa. Esta inestabilidad ha generado un vacío en la seguridad nacional e internacional y ha permitido el tráfico de armas hacia el Sahel y de emigrantes hacia Europa. Los repetidos esfuerzos de pacificación por parte de la comunidad internacional y de las Naciones Unidas no han logrado que se forme un gobierno nacional unificado.

La falta de voluntad de los grupos libios para acordar una base constitucional de cara a las elecciones también es un obstáculo importante para la estabilidad del país. Aunque se ha propuesto que el Consejo Presidencial declare el estado de emergencia y dicte una base constitucional mediante decreto presidencial25, es poco probable que esta medida tenga eco entre los funcionarios libios y que sea aplicada por los organismos pertinentes. Esto complica aún más la situación y plantea la pregunta de si las elecciones son realmente un instrumento para la estabilidad, la seguridad y la coexistencia. Por ejemplo, en Irán desde 1979 hasta 2023 se han celebrado doce elecciones26 y eso no lo convierte en democrático.

Para superar el estado de anarquía y corrupción en Libia, se necesitan elecciones creíbles y transparentes, con la participación de todas las partes, y un entorno fiable para evitar la interferencia en los resultados. Sin embargo, en un país polarizado como Libia, es poco realista que el ganador se lo lleve todo. El conjunto de los partidos debe participar en la gobernanza para que se reduzca la posibilidad de que los actores más poderosos socaven los resultados electorales.

A los problemas mencionados hay que sumar que las potencias extranjeras seguirán encontrando huecos para actuar unilateralmente en Libia de acuerdo con sus intereses nacionales. Libia se utiliza a menudo como carta de negociación y moneda de cambio para ganar influencia en otros asuntos regionales y mundiales, en particular en el ámbito de la crisis energética. El acuerdo auspiciado por los Emiratos Árabes Unidos entre el primer ministro de Trípoli y Jalifa Haftar en Tobruk ha permitido que estos aumenten su influencia en el sector energético libio27 y ha propiciado el nombramiento de un nuevo jefe de la Corporación Nacional de Petróleo. En vista de ello, puede resultar difícil que Libia alcance la estabilidad y la unidad en un futuro próximo.

Conclusión

En conclusión, las complejas dinámicas históricas y tribales de Libia dificultan la tarea de reunir a todas las facciones para lograr un proceso electoral exitoso. Por tanto, la resolución del conflicto actual no dependerá únicamente de la celebración de elecciones, sino que requerirá un enfoque más integral que considere la necesaria cohesión de las tribus, la reestructuración económica y el reparto del poder. Además, la solución debe partir de los libios para así evitar que el país siga siendo utilizado como moneda de cambio en el terreno de los intereses internacionales.

No obstante, dadas la complejidad del conflicto y la experiencia de Sudán en 2011,
¿podría considerarse la partición de Libia como una opción viable para resolver la crisis? Ciertamente, sería necesario un diálogo exhaustivo entre las partes interesadas para garantizar una transición fluida y evitar el riesgo de un incremento de la violencia y la inestabilidad. En el caso de que una partición resulte demasiado drástica, ¿podría ser una opción viable el control efectivo del poder desde tres puntos focales autónomos situados en Trípoli, Tobruk y Fezzan, bajo la dirección de un líder que medie y establezca puentes de unión y de diálogo?

En última instancia, una solución pacífica y satisfactoria del conflicto requerirá la cooperación y el esfuerzo colectivo de todas las partes implicadas.

María Errahmouni Torres*
Estudiante de Grado en Relaciones Internacionales y Global Communication (Universidad Pontificia Comillas)

Referencias:

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NOTA: Todos los vínculos de internet del presente documento están activos a fecha 30 de marzo de 2023.
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3 CONSEJO DE SEGURIDAD DE LAS NACIONES UNIDAS. Resolución 1973 (2011), p. 1, párr. 3.
Disponible en: https://documents-dds- ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N11/268/42/PDF/N1126842.pdf?OpenElement
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6 ACNUR. «¿Cuáles son los países más peligrosos del mundo?». 2017. Disponible en: https://eacnur.org/es/actualidad/noticias/emergencias/cuales-son-los-paises-mas-peligrosos-del-mundo   7 EXPANSIÓN / DATOS MACRO. «Libia: economía y demografía». Disponible en: https://datosmacro.expansion.com/paises/libia
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11 BRAVO, Víctor. Análisis del mercado petrolero. Fundación Bariloche / Conicet, 2015. Disponible en: https://fundacionbariloche.org.ar/wp-content/uploads/2021/06/IDEE-2015-01-1.pdf
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13 ASHARQ AL-AWSAT. «Libyan Tribal map: Network of loyalties». 22 de febrero de 2011. Disponible en: https://eng-archive.aawsat.com/theaawsat/features/libyan-tribal-map-network-of-loyalties-that-will- determine-gaddafis-fate
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15 BAQUÉS, Josep. «La crisis de Libia: los actores y los dilemas de seguridad», Global Strategy. 25 de marzo de 2020. Disponible en: https://global-strategy.org/la-crisis-de-libia-los-actores-y-los-dilemas-de- seguridad/
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18 HAFIDI, Meryem. «Libia pierde el 92 % de los ingresos por petróleo y gas en 2020», Atalayar. 22 de enero de 2021. Disponible en: https://atalayar.com/content/libia-pierde-el-92-de-los-ingresos-por- petr%C3%B3leo-y-gas-en-2020%C2%A0
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27 EUROPA PRESS. «El nuevo jefe de la petrolera estatal libia anuncia la reanudación de la extracción del crudo en el país». 16 de julio de 2022. Disponible en: https://www.europapress.es/internacional/noticia-nuevo-jefe-petrolera-estatal-libia-anuncia-reanudacion- extraccion-crudo-pais-20220716132428.html