La Unión Europea ante el ascenso de los populismos

Alexandra Dumitrascu

Pie de foto: Líderes de la Unión Europea posan para una foto de grupo en una cumbre de la UE en Sibiu, Rumania, el jueves 9 de mayo de 2019. Los líderes de la Unión Europea comienzan el jueves a establecer un curso para una mayor cooperación política a raíz de la inminente salida del Reino Unido del bloque. AP PHOTO/VADIM GHIRDA 

La Cumbre celebrada en Sibiu, el pasado 9 de mayo, la primera vez que este tipo de reunión se lleva a cabo en el Día de Europa, ha sido una oportunidad para que los líderes europeos superen las diferencias, den un mensaje de unidad y hagan propuestas para el futuro de Europa de cara a las próximas elecciones al Parlamento Europeo que se llevarán a cabo entre 23 y 26 de mayo. Y lo han conseguido. Los 27 jefes de Estado y de Gobierno, sin el Reino Unido, han dejado de lado las diferencias y han aprobado una declaración común traducida en diez propósitos con el objetivo de “reforzar la Unión y dotarla de un futuro prometedor” para encarar los nuevos desafíos. “Reafirmamos nuestra convicción de que unidos somos más fuertes en este mundo cada vez más inestable y exigente”, reza la Declaración de Sibiu.

Si bien imprescindible esta imagen de unidad, no es menos la apremiante necesidad de que los líderes europeos demuestren su capacidad de hacer frente (común) a los nuevos retos de las sociedades actuales.    

En repetidas ocasiones se ha dicho que Europa, la Unión Europea, está en una encrucijada. Y en este momento más que nunca, si hemos de atenernos a las distintas voces alarmistas. Pero como serenamente afirmó el presidente de la Comisión Europea en el Libro Blanco sobre el futuro de Europa, firmado el 1 de marzo de 2017, “la Unión se ha construido a menudo a partir de crisis e inicios fallidos. Desde la Comunidad Europea de la Defensa, que nunca llegó a despegar en la década de los años cincuenta del siglo pasado, hasta las perturbaciones de tipo de cambio de los años sesenta y las adhesiones fallidas y rechazos en referéndum de las últimas décadas, Europa siempre ha estado en una encrucijada y siempre se ha adaptado y ha evolucionado.”

No obstante, a principios del mes de mayo el presidente y antiguos presidentes del Parlamento Europeo firmaron un artículo en el que instaban a los ciudadanos a participar en la próxima convocatoria electoral. “En plena encrucijada, Europa necesita más que nunca a sus ciudadanos. Porque para reformar la UE lo primero que hay que hacer es preservarla”, afirmaban con un tono cuasi suplicante para movilizar a los ciudadanos europeos.

La preocupación no es poca, ya que la desafección de los ciudadanos con los partidos tradicionales crece cada día dejando espacio a los partidos populistas de izquierda y de derecha que van ganando cada vez más votantes. Esta desafección lleva aparejada la apatía lo que por consiguiente se traduce en desmovilización electoral. No es de extrañar que este vacío restante se esté llenando por los votantes simpatizantes de los partidos populistas, más motivados y con mayores intereses.

La participación de los ciudadanos en las elecciones europeas está en sus mínimos históricos. En la convocatoria de 2014 únicamente el 42.61% de los europeos acudió a las urnas en contraste con casi el 62% registrado en 1979 fecha de las primeras elecciones al Parlamento Europeo, y en la que tan sólo participaron los ciudadanos de nueve países europeos. Llama la atención que la ampliación de la Unión Europea con la incorporación de nuevos Estados miembros no se ha traducido paralelamente en un aumento también de la participación electoral de sus ciudadanos. No sólo no ha aumentado la participación, sino que ha ido decreciendo en cada convocatoria.

Al mismo tiempo, resulta peculiar el resultado de las encuestas que reflejan la opinión de los ciudadanos europeos respecto a los beneficios que aportan la pertenencia de su país en la Unión Europea, en las que el 68% considera que claramente su país está siendo favorecido. Igualmente, más de la mitad de los europeos (55%) dicen sentir esperanza y confianza respecto a la Unión Europea. En el caso de España, a pesar de que más del 71% considera que las decisiones que se adoptan en Bruselas afectan mucho o bastante sus vidas, el 55% de los españoles admite que las noticias relacionadas con la Unión Europea le interesa poco o nada. Como si la Unión fuese un ente cuyos beneficios se gozan por derecho, sin que haya un compromiso ciudadano correspondiente, un espíritu cívico que acompañe.

Sin duda Europa necesita de sus ciudadanos, de la movilización electoral masiva, para contrarrestar el auge de los movimientos populistas cuyo objetivo tras la experiencia del ‘Brexit’ ya no es fundamentalmente acabar con el proyecto europeo, sino reformarlo a su criterio. Una reforma que amenaza los valores europeos que han estado en la base de la integración europea hasta la actualidad. Los populistas ven la integración europea como una amenaza, ya que el objetivo del proyecto europeo consiste en superar los límites nacionales para conformar una unión supranacional de personas, lo que choca frontalmente con el ideal nacionalista del ‘pueblo puro’. Actualmente, en cerca de una veintena de países de la Unión Europea está en auge el populismo nacionalista, producto de un desencanto general de los ciudadanos europeos para con los representantes políticos de los partidos tradicionales. La crisis de los inmigrantes y los refugiados también ha supuesto ‘impasse’ que se ha traducido en una radicalización de la extrema derecha ‘mainstream’. La idea del multiculturalismo representaría una amenaza directa contra los valores cristianos, por un lado, y el secularismo predominante en las sociedades occidentales, por otro.

El pasado 8 de abril, el italiano Matteo Salvini, el líder del partido político Liga Norte, anunció la gestación de un nuevo grupo de euroescépticos de cara a las elecciones europeas, la Alianza Europea para los Pueblos y las Naciones (EAPN). La ambición de Salvini es que el nuevo EAPN agrupe a los miembros del mix de euroescépticos, nacionalistas y extrema derecha existentes en el Parlamento reunidos en Europa de las Naciones y la Libertad (ENF), el Grupo Europa de la Libertad y la Democracia Direct (EFDD) y parte del Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), para estar potencialmente capaz de disputarse el tercer lugar con ALDE, el Grupo de la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa.

Aunque de momento se desconocen todos los integrantes de este nuevo grupo, hasta la fecha cuenta con el apoyo de los partidos de extrema derecha alemán (AfD), francés (Agrupación Nacional de Marine Le Pen), finlandés (Partido de los Finlandeses), danés (Partido Popular Danés) y austriaco (FPÖ), entre otros. El 18 de mayo conoceremos, previsiblemente, la configuración completa del EAPN, fecha programada para la celebración del mitin del fin de campaña electoral en la Plaza del Duomo de Milán, y del que hasta ahora sabemos seguro que el partido español VOX se va a ausentar.

A pesar del alarmismo por un presunto aumento del voto hacia los partidos populistas de extrema derecha, a poco menos de dos semanas de las elecciones europeas, los sondeos prevén que la Alianza de Salvini conseguiría 72 asientos, menos de los que suman actualmente los grupos EFDD y ENF (82 asientos). Incluso el ECR, grupo que coquetea con VOX, perdería 13 asientos de acuerdo a las mismas encuestas. No obstante, faltaría por ver en las semanas restantes los movimientos de Fidezs del húngaro Víctor Orbán que, si bien sigue formando parte del PPE, ha sido suspendido debido a su deriva autoritaria, y podría dar un giro hacía posiciones extremistas para integrarse en el grupo liderado por Salvini.

Lo que está casi seguro es la fragmentación de la nueva configuración parlamentaria lo que supondría un reto para el avance legislativo. Los mismos sondeos apuntan a un desplome seguro de los dos principales grupos europeos, el del Partido Popular Europeo (PPE) y el de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D). No obstante, esta fragmentación también se trasladaría entre los representantes populistas. A pesar de su aparente homogeneidad, comparten poco más que una retórica populista y un fuerte sentimiento nacionalista que exalta la comunidad nacional cuyas raíces se hunden en el cristianismo. Por tanto, el rechazo a la inmigración, que suele formar parte de sus discursos, conllevaría ciertos matices, ya que el ‘inmigrante’ sería aquel que no comparte los valores cristianos para la mayoría. El euroescepticismo, por su parte, también tendría distintos grados – desde el suave hasta el más duro -, asuntos que pueden llevar a divergencias dentro del grupo.

Como prueba de estas divergencias también se contaría el aparente fracaso del intento de constituir el ruidoso ‘The Movement’ propuesto por Steve Bannon, el ex asesor de Donald Trump, una especie de Internacional de la extrema derecha europea de cara a las elecciones europeas. Sin embargo, aparentemente la condicionalidad impuesta por el estadounidense de que sus miembros no tengan incorporado en su ideario político el antisemitismo, unido al recelo de parte de los partidos políticos de extrema derecha hacía el liderazgo de un estadounidense entre los ultras europeos ha hecho que el proyecto se quedará en una utopía, si bien los hay que afirman que Bannon estaría moviendo hilos desde la sombra. 

Ante la incertidumbre de la próxima legislatura, quedará por ver en qué medida influirá la presencia de estas agrupaciones populistas, primero en el avance legislativo en el Parlamento Europeo y, después, en los demás grupos europeos, susceptibles de contagiarse de la retórica populista de estos partidos. La Declaración de Sibiu no debe quedarse en una expresión de deseos, sino que deberá ir acompañada de acciones concretas por parte de los líderes y los organismos europeos. Quizá hace falta volver a reflexionar las cinco propuestas de Juncker para el futuro de Europa, expuestas en el Libro Blanco, y construir o reforzar una Unión de voluntades concretas, que reúna a los miembros que desean hacer una apuesta firme y clara por avanzar acorde con los principios y valores de la Unión Europea.