Cuando habla el Bernabéu

Chema Rubio
Pitos a Casillas. De un tiempo a esta parte los abucheos del Bernabéu a Iker Casillas se han convertido en una parte de la banda sonora del estadio cada vez que juega el Real Madrid.
Rivales, prensa, aficionados de otros deportes, deportistas y hasta políticos se han pronunciado sobre esta situación aconsejando respetar al capitán del Real Madrid y recordando todo lo que le ha dado al club y al país como jugador de la selección española.
Pero el estadio Santiago Bernabéu es algo más. Es un espacio que desde finales de 1947 ha ido construyendo domingo a domingo su historia, moldeando a sus jugadores e intimidando a rivales. Se ha hecho a sí mismo a base de ver fútbol, de ver ganar a su equipo y sufrir dramática derrotas.
“El Bernabéu ha pitado a Di Stéfano, a Raúl o a Zidane”, dicen algunos para justificar la exigencia de socio blanco a sus jugadores. Pocas pruebas tenemos de que a la saeta rubia le recriminasen algo, alguna más de los otros dos casos aunque siempre personalizando una debacle deportiva del resto del equipo.
Los pitidos a Casillas son diferentes. Suenan diferentes. Desde que el propio portero y José Mourinho abrieron la brecha en el madridismo en 2012, el estadio se ha dedicado a recriminar al meta su comportamiento por acción u omisión.
Ya no pitan los seguidores de Mourinho, el portugués se fue, llegó Ancelotti y ganó la Champions. Pero al socio le queda el runrún de que un capitán no estuvo a la altura y se lo recuerda cada fin de semana. No estuvo cuando Mourinho arrastraba la imagen del club por las salas de prensa desprestigiando rivales e instituciones, culpando a los árbitros de su falta de juego o atacando a sus propios jugadores. Casillas calló y al Bernabéu le dolió.
Tampoco estuvo a la altura cuando su equipo tenía partidos clave y se filtraba la estrategia de su entrenador. Culpable o no de esas conversaciones con la prensa, sus amistades con periodistas tuvieron fondo y forma con fotografías en comidas, excursiones o bodas que minaron un elemento fundamental de todo deportista, su imagen. Todos lo hacen, es el valor de un periodista, pero Casillas no supo cuidar ese entorno, quizá, por ser más campechano de lo que debería.
El Bernabéu no quiere al periodista. Santiago Bernabéu tampoco lo quería allá por los años 50. No quería a la radio en su estadio porque creía que le acabarían quitando público. Dicen que cada equipo de fútbol profesional da trabajo directa o indirectamente a unas 4.000 personas. El Real Madrid se lo da hasta a los más críticos con el propio club. Es su grandeza. Y si su capitán y su icono besa a su novia reportera en directo ante toda España, no le gusta. Menos aún cuando sus confidencias de alcoba sobre sus compañeros salen a la luz para mayor gloria de quien las cuenta.
Al Bernabéu le ha faltado capitán y al capitán le han faltado maneras. Todo esto sin entrar en su juego. Errores graves que han aumentado estos últimos años. Ahora es más habitual aquello que antes era hasta gracioso. Aquel partido ante el Manchester City, la final de la Champions contra el Atlético, los partidos del Mundial, Eslovaquia, la goleada en el Calderón, el Schalke 04… errores importantes que destacan más en un portero y se se resalta de amarillo fosforito en el caso de Iker Casillas. Es su sino.
El Bernabéu ha hablado, ha dado su veredicto. Los despachos siguen cerrados. Nadie va a abrir la puerta para dar la cara por su capitán. Esa es la estrategia que ha tomado el club cueste lo que cueste.
A Casillas ya no le valen las entrevistas para cambiar su imagen porque no tiene estrategia. Justificar su don no le ayuda. Lo importante es que no le quite al Real Madrid todo lo que le ha dado.