Abengoa, cuando la hipoteca vale más que la casa

Marcos Celada/CapitalMadrid.com
Pie de foto: El grupo necesita tiempo para no malvender los activos que tiene en rotación. La matriz ya ha sacado con su filial Yield 1.200 millones de euros en cash.
Abengoa necesita reinventarse. Y para eso hace falta tiempo. Así se lo hizo saber Gestamp a los bancos acreedores antes de romper la baraja de la ampliación. No lo consiguió y ahora todo son lamentaciones y llamadas a buscar soluciones para no dejar caer una empresa que ha visto bajar casi un 85% su cotización, que mantiene aparcados casi la mitad de sus activos y una tercera parte de sus pasivos para sacarlos de su balance y que ve cómo su filial estadounidense Abengoa Yield ha dejado de ser la tabla de salvación por su bajo precio en Bolsa.
Abengoa ha dejado de ser una empresa normal y ahora sus activos valen menos por la necesidad de vender. La hipoteca vale más que la casa y eso solo lo pueden arreglar los bancos. La carrera contra el reloj que inició Abengoa hace un año cuando aprobó un plan denominado eufemísticamente “de rotación de activos”, que pretendía deshacerse al menos de la mayoría en un importante conjunto de proyectos, así como hacer caja con su filial estadounidense Abengoa Yield, no ha terminado bien.
El preconcurso de acreedores presentado ya en los juzgados reconoce la imposibilidad de hacer frente al pago ordinario de sus deudas al tiempo que los proyectos para ganar liquidez y desconsolidar pasivos es ahora mucho más difícil de cumplir que antes. Detrás de los grandes números de más de 20.000 millones de créditos y un pasivo global superior a los 27.000 millones hay algunas claves que muestran cómo Abengoa ha llegado hasta aquí.
El grupo fundado por la familia Benjumea estaba integrado al finalizar septiembre último por 707 sociedades: la propia matriz, 652 sociedades dependientes, 18 asociadas y 36 proyectos que adoptan la forma de sociedad. Un auténtico martirio para los auditores que tienen que consolidar las cuentas de todas y discernir sobre los activos y pasivos cruzados.
De entre todas ellas, sin embargo, destaca poderosamente Abengoa Yield, una sociedad a la que Abengoa transfirió en 2014 un importante paquete de activos de energías renovables en funcionamiento y la sacó a cotizar en Nueva York (cotiza en el Nasdaq) con dos objetivos: convertir en dinero contante y sonante proyectos ya maduros y tener un baluarte al que agarrarse en caso de dificultad.
Abengoa Yield comenzó a cotizar en Nueva York el 13 de junio de 2014. Salió a 29 dólares por título pero subió como la espuma. La matriz había lanzado una Operación Pública de Venta (OPV) por la que ingresó 575 millones de euros en metálico y se quedó con el 64,28% de la filial.
A finales de 2014, cuando comienzan a surgir dudas sobre la cuantía real de las deudas del grupo Abengoa y sus posibilidades reales de reducirla, es cuando los Benjumea lanzan a los mercados las dos ideas madre de su plan de adelgazamiento: perder la mayoría y el control en Abengoa Yield, sin descartar una salida total, al tiempo que se comienza la búsqueda activa de compradores para una cartera de proyectos que engorden la caja.
Vuelta al error de siempre
En la desinversión en Abengoa Yield las cosas comenzaron bien. El 22 de enero de 2015 la matriz vendía 10,58 millones de acciones de su filial estadounidense a un precio de 31 dólares por título, lo cual le reportó 277 millones netos de entrada en caja y 60 millones de euros de incremento del patrimonio neto de la sociedad. La contrapartida era que Abengoa rebajaba al 51% su participación en la filial.
En julio pasado, con las tensiones disparadas ya, la matriz vuelve a los mercados y consigue vender otros dos millones de acciones Abengoa Yield, otra vez a 31 dólares, con un ingreso neto de caja de 54 millones de euros y su participación cae entonces al 49,05%. Entre medias, en abril de 2015 Abengoa ya había utilizado a su filial Yield para sacar más dinero a los inversores.
En febrero emitió 300 millones de dólares en bonos a dos años canjeables por acciones de su filial estadounidense, cuya primera ventana de canje voluntario se abrió el pasado 1 de septiembre. Durante ese mes de septiembre Abengoa se vio obligada a entregar 1,4 millones de acciones de Abengoa Yield a los bonistas que canjearon voluntariamente sus bonos (un 19,4% del total).
La diferencia de precio (otorgó las acciones de la filial a 38,7 dólares) reportó a la matriz 17,9 millones de euros de entrada neta de caja, pero rebajaba su participación en Yield al 47,63%. Después ha habido algunos canjes más y a 11 de noviembre último la participación de Abengoa en su filial era del 47,06%.
En paralelo a estas actuaciones con Abengoa Yield, que entre la salida a Bolsa y las ventas posteriores habían dejado en la caja de Abengoa 924 millones de euros de forma directa y otros 300 millones de dólares (275 millones de euros) con la colocación de bonos, el grupo inició su “plan de rotación de activos” y lo hizo con el mismo error de siempre: meterse de por medio para otorgar garantías y enmarañar las ventas mediante sociedades con participaciones cruzadas.
Para desarrollar este plan de desinversiones, el 11 de diciembre de 2014 Abengoa llegaba a un acuerdo con el fondo de inversión EIG Global Energy Partners para La creación de una joint venture que adquiriese proyectos. La nueva sociedad nació en abril de 2015 y fue bautizada con el nombre de Abengoa Projects Warehouse I (AWP-1). El número 1 ya daba a entender que si la fórmula funcionaba habría un dos, un tres, o vaya usted a saber. Pero todo está ahora en lista de espera.
De momento, la sociedad AWP-1 fue constituida con una estructura de capital en la que EIG tiene el 55% y Abengoa el 45%. La sociedad española, es verdad, pierde la mayoría en los proyectos y sociedades que venda a la joint venture y dejará entonces de consolidarlos de forma global, pero mantendrá su vinculación. Es más, por ejemplo, en la transferencia a esta nueva empresa de las líneas de transmisión que Abengoa tenía en Brasil, el acuerdo, suscrito en julio de 2014, señalaba que mientras se ajustaban los porcentajes de capital pactados, la propia Abengoa correría con la financiación.
Todo este entramado de sociedades participadas por Abengoa que compran a su vez activos de la propia Abengoa y que llevan aparejados créditos suscritos y avalos por Abengoa es lo que ha puesto de los nervios a los bancos y a los auditores (Deloitte). La cosa ahora no es sencilla, porque la banca acreedora pide simplificar el perímetro de consolidación del grupo y unas nuevas reglas claras para poder convencer a los bancos extranjeros de que hay solución sin sacrificios inexplicables.
Sin prisas
El problema fundamental se plantea cuando se ve cómo Abengoa se enfrenta a pagos pendientes de 5.469 millones de euros a proveedores (cifra oficial a 30 de septiembre último) con una generación de caja inexistente (se ha comido 1.751 millones entre septiembre de 2014 y el mismo mes de 2015) y los pasivos siguen inmutables mientras el precio de los activos ya no es el que era.
Tras el plan de pérdida de mayoría en Abengoa Yield y la desinversión en activos de proyectos, la matriz ha puesto en una línea especial del balance ambas cosas. Para la filial estadounidense tiene anotados (a 30 de septiembre) activos por valor de 9.725 millones de euros y pasivos asociados de 8.139 millones. Eso hace que el saldo neto de Abengoa Yield, en caso de salida total sería de 1.586 millones a efectos de balance, cifra que podría dedicarse a reducir deuda corporativa, que es la que más preocupa a los analistas (4.392 millones a 30 de septiembre) porque no está asociada a proyectos y solo puede descender amortizándola de verdad con generación de caja.
La cartera de activos puestos en cuarentena (a la venta) suma 3.290 millones, con un pasivo asociado de 1.100 millones. Esto da un saldo a favor de Abengoa de otros 2.190 millones. En total, si este plan hubiera seguido intacto, Abengoa podría reducir su apalancamiento en 3.775 millones de verdad, no por desconsolidaciones, sino por diferencia real entre activos y pasivos.
En resumen, Abengoa tiene 13.016 millones de activos en venta (el 48% de sus 27.357 millones de activo total) y 9.240 millones de pasivos asociados (un 34% del pasivo total). Pero cualquier comprador sabe que cuando alguien tiene prisa por vender tiene que bajar el precio. A esto se le une que la cotización de Abengoa Yield ha caído tras la crisis hasta el entorno de los 16 dólares, lo que lleva a valorar la participación que aún le queda a Abengoa en su filial en poco más de 600 millones de euros, a los que habría que descontar las acciones que tiene que conservar en su poder para el canje de bonos convertibles que lanzó el año pasado.
Malvender la filial no parecía una buena solución a corto plazo. Era mejor esperar un par de años, estabilizar la sociedad y luego volver al mercado. Eso es lo que les dijeron los responsables de Gestamp a los bancos antes de romper el acuerdo de ampliación de capital, pero no funcionó.
Tampoco valdría acelerar el “plan de rotación de activos”, porque los precios de los proyectos podrían ser inferiores a su coste real y entonces el agujero financiero aumentaría. También ahí se pidió árnica a la banca, en forma de plazos más amplios, pero tampoco hubo pacto. Fuentes financieras señalan a este diario que la banca extranjera quiere una desvinculación total de los Benjumea para pasar después a hablar de posibles acuerdos.
Los bancos españoles buscaban una solución menos ruidosa y barata (ver Capitalmadrid de 10 de noviembre de 2015), aunque finalmente no ha sido posible. Los cambios en la cúpula de la empresa van por ese camino. Ahora quedan tres meses ampliables a cuatro para sortear esta crisis que ya se ha llevado por delante más del 80% del valor de la acción de Abengoa (una ruina para los minoritarios) y amenaza a más de 24.300 empleos en 80 países, de los que algo más de 6.000 están en España.