Histórico deshielo entre Estados Unidos y Cuba

                                                                                                                               Blog  de Carmelo Rivero

Pie de foto: Obama y Castro se saludan en el funeral de Nelson Mandela en Sudáfrica

Obama y Raúl Castro abren negociaciones, tras la liberación de presos, para restablecer relaciones diplomáticas y abrir embajadas en La Habana y Washington El Papa Francisco ha sido un mediador inteligente para poner fin a medio siglo de divorcio entre los dos países. Un diálogo inédito entre dos enemigos que habían tensado la cuerda en 1962, en la llamada ‘crisis de los misiles’, hasta el punto de llevar al mundo al borde de una guerra nuclear entre Estados Unidos y la URSS

La inesperada reconciliación que Estados Unidos y Cuba han perfilado hoy, 17 de diciembre, simultáneamente, por boca de sus presidentes Barack Obama y Raúl Castro, tras más de medio siglo de tensa ruptura, constituye el final de una era y el comienzo de otra en América y, por extensión, en el conjunto del mapa político internacional. El Papa Francisco ha sido un hábil mediador que ha sabido aprovechar las circunstancias favorables para promover el diálogo entre dos enemigos que no se hablaban desde hacía más de medio siglo. El final del bloqueo norteamericano a Cuba, que sólo podrá acordarlo ahora el Congreso de los Estados Unidos, es la piedra angular para el éxito de las negociaciones.

Esta era la última secuela de una etapa de la historia no superada en la ya anacrónica guerra fría entre los dos bloques. Baste recordar que la llamada ‘crisis de los misiles’ que enfrentó a Washington y Moscú sobre territorio cubano, fue la ocasión en que el mundo estuvo más cerca de una guerra nuclear en 1962.

Aquella y esta son las dos puntas de un horizonte que acabar de quebrarse en el aire, bajo la muy probable aparición de un nuevo escenario, en breve, de amistad y cooperación entre Estados Unidos y Cuba absolutamente inédito, y de consecuencias imprevisibles en el seno de toda América, de norte a sur, habida cuenta la disensión profunda que existe entre el eje de países liderados por Caracas (Ecuador, Bolivia, Nicaragua) y la primera potencia del mundo. El hecho de que Cuba altere esa foto tendrá repercusiones que a estas horas son un enigma.

Viraje geopolítico

Todo el continente asiste, como nosotros desde este flanco atlántico y desde Europa, a un episodio que trastoca todo un dibujo geopolítico  hasta ahora existente. La crisis económica, que sacude a buena parte del mundo desde 2008, la errática evolución de las economías emergentes por esta causa, y la inestabilidad en Rusia son factores que coadyuvan al giro que vivimos desde hace unas horas.

Lo que está sucediendo en estos instantes en Cuba no nos es ajeno a los canarios, como sucede con Venezuela. Cuba es una isla con una secular vinculación a nuestra tierra. Desde el siglo XVII los ‘isleños’ –como allí se nos llama- hemos contribuido a construir una nación de base agraria –los vegueros ilustran ese papel-, hemos fundado pueblos y enclaves y hasta fundamos su literatura, a través del paisano Silvestre de Balboa, autor de ‘Espejo de Paciencia’, la primera obra literaria cubana. Una de esas afinidades sentimentales reside en la canaria Leonor Pérez, madre del poeta y político José Martí, considerado ‘apóstol’ de la independencia cubana, a quien Obama mencionó en su discurso de reconciliación de este miércoles.

El papel del Papa

Hay una figura clave en esta caída de telón. El Papa Francisco. Hoy, el Vaticano ha admitido, que venía trabajando desde hacía meses en el acercamiento de Estados Unidos y Cuba, desde una carta inicial del pontífice (y Jefe de Estado vaticano) para la libertad de los presos por razones humanitarias. Bergoglio, cuyo origen argentino lo ayuda a entender mejor el ‘problema americano’ de la crisis de Estados Unidos con Cuba, ha sido anfitrión de algunas reuniones decisivas entre las dos partes a lo largo del último año, incluso en Roma, y de algún viaje relámpago sin agenda oficial de un enviado tan autorizado de la Casa Blanca como el secretario de Estado John Kerry. Una vez más, Francisco –digno e inteligente sucesor del histórico viaje de Juan Pablo II a La Habana de Fidel en 1998- se nos revela como un ‘dirigente’, un ‘político’ clave en la transformación, no ya solo de la Iglesia en su condición de Papa, sino de los grandes conflictos que atenazan al mundo.

Europa también se suma, aunque todavía tibiamente, a esta caída del segundo muro que aún dividía a las democracias occidentales y los viejos países comunistas, encarnados en una simbólica isla que ha conseguido  mantener el pie su régimen –más allá de la desintegración de la URSS-, pese al bloqueo norteamericano.

Fracaso del embargo

Este ha sido, precisamente, el principal argumento utilizado hoy por Obama en su declaración sobre el deshielo con La Habana desde la Casa Blanca: “Hoy Cuba sigue gobernada por los Castro y el Partido Comunista, como hace medio siglo”. A partir de esta evidencia, el presidente demócrata ha dado el paso, en su segundo y definitivo mandato, que no se atrevieron a dar sus predecesores –Clinton, incluido, pese a haber aliviado el embargo con fines humanitarios-: emprender negociaciones directas con Cuba para restablecer relaciones diplomáticas y dar luz verde a la apertura de las respectivas embajadas.

Castro, por su parte, desde la capital cubana, en un discurso leído por la tarde durante una emisión sincronizada con el histórico anuncio de Obama, compartió los mismos deseos de normalización bilateral, haciendo hincapié en la necesaria suspensión del bloqueo económico, comercial y financiero que aísla a su territorio desde los años 60. Una medida coercitiva que no solo se ha revelado ineficaz, como admite el presidente de los Estados Unidos, sino que, a juicio de muchos analistas, ha reforzado el régimen comunista en la isla, si bien bajo estrecheces económicas, sin duda también alimentado por la sensación de los cubanos de vivir bajo la amenaza del enemigo común: los Estados Unidos.

Liberación de presos

La liberación de los respectivos espías (en particular, por parte cubana la del contratista norteamericano Alan Gross, detenido hace cinco años en La Habana, y un agente de la inteligencia con veinte años de reclusión, y por la de los Estados Unidos, de tres cubanos aprehendidos en su día en Florida) ha sido el trámite formal que en el día de hoy ha dado paso a la fase del inicio de este nuevo capítulo de sintonía en  la historia de dos países que llevan sin dirigirse la palabra toda la segunda mitad del siglo XX y la primera década y media del siglo XXI.

Los siguientes peldaños de la escalera exigen a ambas partes ir de la mano para no caerse, toda vez que son conscientes de las dificultades que aún debe sortear con habilidad en un difícil equilibrio entre el amor y el odio de los cubanos exiliados –muy influyentes entre los republicanos desde su feudo de Florida-. Por suerte, entre esta comunidad, tradicionalmente opuesta de modo recalcitrante a un acercamiento de EE.UU a Cuba, ha comenzado a ganar terreno la opinión de que el reencuentro ya es inevitable.

Transición pacífica

Tanto Fidel como Raúl, los iconos vivos de la revolución del 59 y del pulso con el Tío Sam, son dos políticos de avanzada edad, lo que en sí mismo anticipa el hecho objetivo de un cambio de manos del poder en Cuba a corto plazo. La transición, en La Habana, no es todavía un asunto resuelto, como sí lo parecía hasta hace una década, en que todo apuntaba a que el ‘Suárez’ de Cuba iba a ser un ‘joven’ veterano delfín del aparato, llamado a efectuar las reformas pertinentes: Carlos Lage. Pero antes de que esa teoría pudiera cobrar cuerpo, fue defenestrado, envuelto en una turbia conspiración interna.

Ahora, la propia debilidad política y económica de Venezuela, aliada preferente de Cuba en el llamado bloque bolivariano, estimula la necesidad por parte de La Habana de abrirse al viejo enemigo y generar un nuevo espacio económico en su región, bajo nuevas condiciones legales que permitan en la isla un flujo de capitales e inversiones –tanto en materia turística como de todo orden-, para saltar la enésima valla de la ya crónica crisis de subsistencia de un país de once millones de habitantes habituados a sufrir estoicamente las carencias más básicas. Raúl Castro lleva a tal efecto una nueva liberalización económica orientada, tras múltiples intentos fallidos, a desarrollar nuevas vías alternativas de crecimiento.